oeste. Pasamos al lado de una anciana que estaba colgando un engendro hecho de gavillas de avena. El muneco llevaba un basto sombrero de paja y unos pantalones de arpillera.

– ?Adonde vamos? -pregunte.

– Quiero ver si mis cosas estan en la granja de los Mauthen -respondio Denna-. Despues de eso, aceptare sugerencias. ?Adonde ibas antes de encontrarme?

– La verdad es que yo tambien iba a la granja de los Mauthen.

Denna me miro de reojo.

– Muy bien. La granja esta a solo un kilometro y medio de aqui. Llegaremos mucho antes del anochecer.

El terreno de los alrededores de Trebon era agreste: estaba cubierto de densos bosques en los que se intercalaban tramos de sue- • lo rocoso. De pronto el camino describia una curva y aparecia un campo pequeno y perfecto de dorado trigo escondido entre los arboles o acurrucado en el fondo de un valle, rodeado de oscuros • riscos. Los granjeros y los jornaleros salpicaban los campos; estaban cubiertos de granzas y se movian con el lento hastio de quien sabe que todavia queda media jornada de cosecha.

Cuando solo llevabamos un minuto andando, oi un golpeteo de cascos de caballos a nuestras espaldas. Me volvi y vi un pequeno carro descubierto que avanzaba lentamente, dando tumbos, por el camino. Denna y yo nos apartamos hacia los matorrales, porque el camino apenas era lo bastante ancho para que pasara el carro. Un granjero de aspecto cansado nos miro con recelo desde su asiento, encorvado sobre las riendas.

– Vamos a la granja Mauthen -le grito Denna-. ?Le importaria acercarnos un poco?

El hombre nos lanzo una mirada sombria y senalo la parte trasera del carro.

– Yo voy mas alla del Montumulo. Puedo dejaros alli, y vosotros seguis a pie.

Denna y yo nos montamos en el carro y nos sentamos en el suelo de listones, mirando hacia atras y con los pies colgando del borde. No viajabamos mucho mas deprisa que a pie, pero a los dos nos alivio no tener que caminar.

Ibamos callados. Como es obvio, Denna no queria hablar de segun que cosas delante del granjero, y yo me alegre de tener un momento para reflexionar. Habia llegado a Trebon dispuesto a contar todas las mentiras que hiciera falta para sonsacarle la informacion que queria al testigo, pero Denna complicaba las cosas. No queria mentirle, pero al mismo tiempo no podia arriesgarme a revelarle demasiado. Y ante todo, no queria que pensara que estaba loco con mis historias disparatadas sobre los Chandrian…

Asi que ibamos callados. Resultaba agradable estar a su lado. Direis que una chica vendada y con un ojo morado no puede estar guapa, pero Denna si. Era bella como la luna: con alguna macula, pero perfecta.

El granjero me saco de mi ensimismamiento diciendo:

– Hemos llegado. Eso es el Montumulo.

Le dimos las gracias al granjero y saltamos del carro. Denna me precedio por un sendero de tierra que serpenteaba por la ladera de la colina, entre arboles y algun que otro afloramiento de gastadas y oscuras rocas. Denna parecia mas firme que cuando habiamos salido de la taberna, pero no apartaba la vista del suelo y pisaba con mucho cuidado, como si temiera perder el equilibrio.

De pronto se me ocurrio una cosa.

– Encontre tu nota -dije, y saque la hoja doblada de uno de los bolsillos de mi capa-. ?Cuando me la dejaste?

– Hace casi dos ciclos.

Hice una mueca.

– La encontre anoche.

Denna asintio para si.

– Ya lo pense al ver que no aparecias. Supuse que se habria caido, o que se habria mojado y no habrias podido leerla.

– Es que ultimamente no he entrado por la ventana -dije.

Denna se encogio de hombros.

– Fue una tonteria dejartela en la ventana, la verdad. Pense dejartela bajo la almohada, pero queria estar segura de que serias tu quien la encontrara.

– ?Quien mas iba a encontrar algo en mi cama?

Denna me miro con franqueza.

– Me parece que sobrevaloras mi popularidad -dije con toda la aspereza de que fui capaz, esforzandome para no ruborizarme.

Intente pensar algo que anadir, algo que explicara lo que Denna habia visto cuando Fela me habia regalado la capa en el Eolio. Pero no se me ocurria nada.

– Lamento haberme perdido la comida.

Denna me miro con gesto risueno.

– Deoch me conto que habias quedado atrapado en un incendio, o algo asi. Me dijo que tenias muy mal aspecto.

– Me sentia muy mal -admiti-. Pero mas por haber faltado a nuestra cita que por el incendio…

Puso los ojos en blanco.

– Si, seguro que estabas terriblemente consternado. En cierto modo me hiciste un favor. Mientras estaba alli sentada, sola, languideciendo…

– Ya te he dicho que lo lamento.

– … se me presento un caballero. Estuvimos charlando, conociendonos el uno al otro… -Se encogio de hombros y me miro de reojo, casi con timidez-. Desde ese dia he vuelto a verlo varias veces. Si todo va bien, creo que antes de que termine el ano sera mi mecenas.

– ?En serio? -dije, y senti un gran alivio-. Que bien. Te lo mereces, y desde hace mucho tiempo. ?Quien es?

Denna sacudio la cabeza, y el oscuro cabello le tapo la cara.

– No puedo decirtelo. Esta obsesionado con su intimidad. Tardo mas de un ciclo en decirme su verdadero nombre. Y ni siquiera estoy segura de que ese nombre sea el de verdad.

– Si no estas segura de quien es -pregunte-, ?como sabes que es un caballero?

Era una pregunta estupida. Ambos conociamos la respuesta, pero de todas formas, Denna me contesto:

– Por el dinero que maneja. Por la ropa que lleva. Por sus modales. -Se encogio de hombros-. Aunque solo sea un comerciante acaudalado, sera un buen mecenas.

– Pero no un excelente mecenas. Las familias de comerciantes no tienen la misma estabilidad…

– … y sus nombres no imponen tanto -termino ella encogiendose de hombros para darme a entender que ya lo sabia-. Media hogaza es mejor que nada, y yo estoy harta de no tener ni un mendrugo de pan que llevarme a la boca. -Suspiro-. Me he esforzado mucho para convencerlo. Pero es tan escurridizo… Nunca nos encontramos dos veces en el mismo sitio, y nunca en publico. A veces quedamos y no aparece. Aunque eso no es ninguna novedad para mi…

Denna piso una piedra suelta y dio un traspie. Fui a sujetarla, y ella se agarro a mi brazo y a mi hombro antes de caer. Nos quedamos un momento abrazados hasta que Denna recobro el equilibrio, y note su cuerpo contra el mio.

La solte y nos apartamos el uno del otro. Pero despues de recuperar el equilibrio, Denna dejo una mano apoyada en mi hombro. Me movi despacio, como si un pajaro salvaje se hubiera posado alli y yo quisiera evitar por todos los medios asustarlo para que no echara a volar.

Estuve a punto de rodearla con el brazo, en parte para ayudarla a sostenerse, y en parte por otras razones mas obvias. Pero descarte esa idea. Todavia recordaba la cara que habia puesto cuando menciono que el alguacil le habia tocado una pierna. ?Que pasaria si reaccionaba de forma parecida conmigo?

Los hombres acosaban a Denna, y yo sabia, por nuestras conversaciones, lo pesados que ella los encontraba. Yo no soportaba la idea de cometer los mismos errores que cometian otros, sencillamente porque no sabia como actuar. Era mejor no correr el riesgo de ofenderla; era mejor permanecer a salvo. Como ya he dicho, existe una gran diferencia entre no tener miedo y ser valiente.

Seguimos andando por el sendero, que describia una curva tras otra y ascendia por la colina. Solo se oia el viento entre la hierba alta.

– Asi que es reservado -dije con cautela, temiendo que el silencio empezara a resultarnos incomodo.

– Mucho mas que reservado -dijo Denna mirando hacia el cielo-. Una vez, una mujer me ofrecio dinero a

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