eso preferiria no creerlo. Pero lo creo. -Me miro con nerviosismo.
– Haces que me sienta mejor. -Me levante-. Creia que estaba un poco loco.
– Quiza lo estes -replico ella-. Yo no soy un buen baremo para evaluar tu cordura.
– ?Crees que estas loca?
Denna nego con la cabeza, y en sus labios se insinuo una sonrisa.
– No. ?Y tu?
– No mucho.
– Eso puede ser bueno o malo, segun se mire. ?Que propones que hagamos para resolver el mayor misterio de todos los tiempos?
– Necesito pensar un poco -dije-. Entretanto, vamos a ver si encontramos a tu misterioso maese Fresno. Me encantaria hacerle unas cuantas preguntas sobre lo que vio en la granja Mauthen.
Denna asintio.
– He pensado que podriamos volver a donde me dejo, detras de ese risco, y luego buscar entre ese punto y la granja. -Se encogio de hombros-. Ya se que no es ningun plan espectacular…
– Es algo por donde empezar -dije-. Si volvio y no te encontro, quiza dejara algun rastro que podamos seguir.
Denna me guio por el bosque. Alli hacia menos frio. Los arboles paraban el viento, pero el sol se filtraba, porque las copas y las ramas estaban casi desnudas. Solo los altos robles conservaban todavia las hojas, como circunspectos ancianos.
Mientras caminabamos, yo intentaba pensar en que motivos podian tener los Chandrian para matar a aquella gente. ?Existia algun paralelismo entre los asistentes a esa boda y los miembros de mi troupe?
«Se de unos padres que han estado cantando unas canciones que no hay que cantar…»
– ?Que cantaste anoche? -le pregunte a Denna-. En la boda.
– Lo de siempre -me contesto ella apartando un monton de hojas secas con los pies-. Canciones alegres. «El flautin», «Vamos a lavar al rio», «El cazo de cobre»… -Rio un poco-. «La tina de tia Emilia».
– No te creo -dije, perplejo-. ?«La tina de tia Emilia»? ?En una boda?
– Me lo pidio un abuelo borracho. -Se encogio de hombros mientras se abria paso a traves de una densa marana de arbustos amarilleantes-. Hubo algunos que arquearon las cejas, pero no muchos. La gente de por aqui es muy campechana.
Seguimos andando en silencio. El viento rugia en las ramas mas altas de los arboles, pero por donde nosotros ibamos solo se oia un susurro.
– Creo que nunca he oido «Vamos a lavar» -comente.
– Ah, ?no? -Denna giro la cabeza y me miro-. ?Intentas camelarme para que te cante?
– Por supuesto.
Se dio la vuelta y me sonrio, carinosa, con el cabello tapandole la cara.
– Quiza mas tarde. Cantare para ganarme la cena. -Rodeo un alto afloramiento de rocas oscuras. Alli hacia mas frio, porque no daba el sol-. Creo que fue aqui donde nos separamos -dijo mirando alrededor sin mucha conviccion-. De dia todo parece diferente.
– ?Quieres buscar por el camino que lleva a la granja, o prefieres que vayamos describiendo circulos a partir de aqui?
– Mejor circulos -contesto-. Pero tendras que explicarme que se supone que buscamos. Soy una chica de ciudad.
Le explique brevemente lo poco que sabia de los secretos del bosque. Le mostre el tipo de terreno en que las botas dejan senales o huellas. Le hice ver que el monton de hojas por el que habia pasado habia quedado desordenado, y que las ramas del arbusto estaban rotas y partidas por donde ella lo habia atravesado.
Permanecimos muy juntos, porque dos pares de ojos ven mas que uno solo, y porque a ninguno de los dos nos hacia mucha gracia caminar solos por alli. Fuimos describiendo circulos, cada vez mas amplios, alejandonos del risco.
Pasados cinco minutos, empece a pensar que lo que estabamos haciendo era inutil. El bosque era demasiado grande. Comprendi que Denna estaba llegando a la misma conclusion. Una vez mas, las pistas de cuento que confiabamos en encontrar se resistian a revelarse. No habia pedazos de ropa enganchados en las ramas de los arboles, ni profundas huellas de bota, ni campamentos abandonados. En cambio, encontramos setas, bellotas, mosquitos y excrementos de mapache astutamente escondidos bajo las agujas de pino.
– ?Oyes el agua? -pregunto Denna.
Asenti.
– Estoy muerto de sed -dije-. Y tampoco me vendria mal lavarme un poco.
Sin anadir nada mas abandonamos la busqueda; ninguno de los dos queria admitir que estaba deseando dejarlo estar, que sentiamos que no tenia sentido. Seguimos el sonido del agua colina abajo; pasamos por un denso pinar y llegamos a un hermoso y profundo arroyo de unos seis metros de ancho.
El agua no olia a residuos de fundicion, asi que bebimos y yo llene la botella de agua.
Sabia muy bien lo que pasaba en los cuentos. Cuando una pareja de jovenes llegaba a un rio, siempre pasaba lo mismo. Denna se banaria detras de un abeto cercano, fuera del alcance de mi vista, en un tramo arenoso de la orilla. Yo me apartaria un poco, por discrecion, hasta un sitio desde donde no pudiera verla, pero desde donde pudieramos hablar sin necesidad de gritar. Y entonces… pasaria algo. Ella resbalaria y se torceria un tobillo, o se haria un corte en un pie con una piedra afilada, y yo me veria obligado a ayudarla. Y entonces…
Pero aquello no era la historia de dos jovenes enamorados que se encontraban en el rio. Asi que me eche un poco de agua en la cara, fui detras de un arbol y me puse la camisa limpia. Denna metio la cabeza en el agua para refrescarse. Su reluciente cabello era negro como la tinta hasta que se lo retorcio con las manos.
Luego nos sentamos en una piedra, con los pies en el agua y disfrutando de la mutua compania mientras descansabamos. Compartimos una manzana; nos la fuimos pasando y fuimos dando mordiscos por turnos, lo cual, si nunca has besado a nadie, es casi como besarse.
Y, despues de que yo insistiera un poco, Denna canto para mi. Una estrofa de «Vamos a lavar», una estrofa que yo no habia oido nunca y que sospecho que ella invento alli mismo. No voy a repetirla ahora, porque ella la canto para mi y para nadie mas. Y como esto no es la historia de dos jovenes enamorados que se encuentran en el rio, no pinta nada aqui, asi que me la guardo.
73 Cochi
Poco despues de terminarnos la manzana, Denna y yo sacamos los pies del agua y nos dispusimos a marcharnos. Me plantee dejar alli mis botas, porque unos pies que pueden correr descalzos por los tejados de Tarbean pueden correr por el bosque mas agreste sin lastimarse. Pero no queria parecer incivilizado, asi que me puse los calcetines, pese a que estaban humedos y pegajosos de sudor.
Estaba atandome los cordones de la bota cuando oi un debil ruido a lo lejos; parecia provenir de detras de un denso bosqueci-11o de pinos.
Sin decir nada, alargue un brazo y toque a Denna en el hombro para alertarla, y me lleve un dedo a los labios.
«?Que?», articulo en silencio.
Me acerque un poco a ella pisando con cuidado para no hacer ruido.
– Creo que he oido algo -le dije al oido-. Voy a echar un vistazo.
– Y un cuerno -susurro Denna; su rostro destacaba, palido, bajo la sombra de los pinos-. Eso fue lo mismo que dijo Fresno anoche antes de marcharse. Si te crees que voy a permitir que tu tambien desaparezcas, estas muy equivocado.
Antes de que pudiera replicar, volvi a oir ruido entre los arboles. Un susurro de maleza, el seco chasquido de una rama seca de pino. Los ruidos se intensificaron, y empece a distinguir el sonido de algo grande que respiraba dando resoplidos. Y luego un debil grunido animal.
No era un ser humano. No eran los Chandrian. Mi alivio duro poco, porque entonces oi otro grunido y mas resoplidos. Debia de ser un jabali que se dirigia al rio.