– Ponte detras de mi-le dije a Denna. La gente no sabe lo peligrosos que son los jabalies, sobre todo en otono, cuando los machos pelean para establecer sus dominios. La simpatia no me serviria de nada. No tenia ni fuente ni relacion. No tenia ni siquiera un palo resistente. ?Conseguiria distraerlo con las pocas manzanas que me quedaban?
El jabali aparto las ramas bajas de un pino, resoplando y jadeando. Debia de pesar el doble que yo. Dio un fuerte y gutural grunido; levanto la cabeza y nos vio. Se quedo con la cabeza levantada, retorciendo el morro para captar nuestro olor.
– No corras o te perseguira -dije en voz baja, y, poco a poco, me coloque delante de Denna. Como no se me ocurria nada mas, saque mi navaja y la abri con el dedo pulgar-. Retrocede y metete en el rio. Los jabalies no son buenos nadadores.
– No creo que sea peligrosa -replico Denna en un tono de voz normal-. Parece mas curiosa que enfadada. - Hizo una pausa-. No es que no sepa apreciar tus nobles impulsos, pero…
Me fije y comprobe que Denna tenia razon. No era un macho, sino una hembra; y bajo la capa de barro que la cubria se distinguia el color rosado de los cerdos domesticos, y no el marron de los jabalies. Aburrida, la cerda bajo la cabeza y empezo a hozar entre las matas que crecian debajo de los pinos.
Entonces repare en que me habia agachado y estaba casi en cuclillas, con un brazo extendido, como un luchador. En la otra mano tenia mi lamentable navaja; era tan pequena que ni siquiera podia cortar una manzana por la mitad de una sola vez. Y lo peor era que solo llevaba puesta una bota. Ofrecia un aspecto ridiculo; parecia tan loco como Elodin en uno de sus peores dias.
Me acalore, y comprendi que debia de haberme puesto rojo como una remolacha.
– Tehlu misericordioso, que idiota me siento.
– La verdad es que es muy halagador -repuso Denna-. Con excepcion de algun irritante simulacro en la barra de alguna taberna, me parece que es la primera vez que alguien salta para defenderme.
– Si, claro. -Mantuve la cabeza agachada mientras me calzaba la otra bota; estaba demasiado avergonzado para mirar a Denna a la cara-. Es el sueno de todas las ninas: que las rescaten de un cerdo de granja.
– Lo digo en serio. -Levante la cabeza y vi que Denna sonreia con dulzura, pero sin burla-. Te has puesto tan… fiero. Como un lobo con todo el lomo erizado. -Me miro la cabeza y rectifico-: O mejor dicho, un zorro. Tienes el pelo demasiado rojo para ser un lobo.
Me relaje un poco. Un zorro con el lomo erizado es mejor que un idiota desquiciado y medio descalzo.
– Pero sujetas mal la navaja -observo Denna con toda naturalidad, apuntando hacia mi mano con la barbilla-. Si se la clavaras a alguien, te resbalaria la empunadura y te cortarias el pulgar. -Alargo un brazo, me cogio los dedos y me los desplazo un poco-. Si la coges asi, no te haras dano. El unico inconveniente es que la muneca pierde movilidad.
– ?Has participado en muchas peleas con navaja? -bromee.
– No en tantas como tu crees -repuso ella con una sonrisa picara-. Es otra pagina de ese gastado libro que a los hombres tanto os gusta consultar para cortejarnos. -Puso los ojos en blanco, exasperada-. No sabes la cantidad de hombres que han intentado robarme la virtud ensenandome a defenderla.
– Nunca he visto que llevaras un punal -comente-. ?Como es eso?
– ?Para que voy a llevar un punal? -replico ella-. Soy una dulce y delicada flor, ?no? Una mujer que se pasea exhibiendo un punal solo busca problemas. -Metio una mano en un bolsillo y saco un largo y delgado trozo de metal con uno de los bordes reluciente-. Sin embargo, una mujer que esconde un punal esta preparada por si surgen problemas. En general, es mas comodo aparentar que eres inofensiva. Menos problematico.
Lo unico que impidio que me quedara perplejo fue la naturalidad con que lo dijo. Su punal no era mucho mas grande que mi navaja. Era de una sola pieza, recto, con empunadura de piel fina. Era evidente que no era ningun utensilio de cocina, ni una navaja de supervivencia. Me recordo, mas bien, a los afilados cuchillos quirurgicos de la Clinica.
– ?Como haces para llevar eso en el bolsillo sin cortarte a trochos?
Denna se puso de lado para ensenarmelo.
– El bolsillo tiene un corte por dentro. Llevo el punal atado a la pierna. Por eso es tan plano. Para que no se note que lo llevo bajo la ropa. -Lo asio por la empunadura y lo sostuvo ante mi para que lo viera-. Asi. Tienes que poner el pulgar en la parte plana.
– ?Pretendes robarme la virtud ensenandome a defenderla? -pregunte.
– Como si tu tuvieras virtud -dijo ella riendo-. Lo que intento es que no te cortes esas manos tan bonitas que tienes la proxima vez que salves a una chica de una cerda. -Ladeo la cabeza y agrego-: Por cierto, ?sabias que cuando te enfadas los ojos…?
– ?Marrana! -grito una voz desde los arboles, y oimos tambien el ruido metalico de una campana-. ?Cochi, cochi, cochi!
La cerda se animo y fue trotando por los arbustos hacia la voz. Denna se guardo el punal mientras yo recogia mi macuto. Seguimos a la cerda por entre los arboles, y vimos a un hombre rio abajo con media docena de cerdas enormes deambulando alrededor. Tambien habia un viejo y pinchudo verraco, y una veintena de cochinillos correteando entre sus patas.
El porquero nos miro con desconfianza.
– ?Ea! -grito-. Non tengais miedo. Muessos non dan.
Era flaco y tenia el rostro curtido por el sol, con una barba rala. Llevaba una esquila sujeta al largo baston, y una bolsa vieja y sucia colgada del hombro. Olia mejor de lo que seguramente imaginais, porque los cerdos de montanera se mantienen mucho mas limpios que los que viven encerrados en porquerizas. Y aunque hubiera olido como un cerdo de porqueriza, no se lo habria reprochado, porque sin duda alguna yo habia olido mucho peor en varios momentos de mi vida.
– Pareciame a mi que algo oyiere, alli rio abajo -dijo. Tenia un acento cerrado y pastoso, y costaba entenderle. Mi madre lo llamaba «el habla del fondo del valle», porque solo se oia en los pueblos que apenas tenian contacto con el mundo exterior. Incluso en las pequenas aldeas rurales como Trebon, esa forma de expresarse ya se habia perdido. Como llevaba tanto tiempo viviendo en Tarbean y en Imre, hacia anos que no oia un dialecto tan cerrado. Ese tipo debia de haber crecido en algun sitio muy remoto, seguramente escondido en las montanas.
El porquero se nos acerco y nos miro entornando los ojos.
– ?Mas que faciais alli abajo? -pregunto con recelo-. Pareciome oir a alguien cantando tonadas.
– Mi prima cormana seia -dije imitando su forma de hablar y senalando a Denna-. Preciosa voz ha pora la musica, ?non es cierto? -Le tendi una mano-. Muxo gusto en conosceros, senor. Cuothe podeis decirme.
El tipo se sorprendio al oirme hablar, y su adusta expresion se suavizo notablemente.
– Mio es el gusto, maese Cuothe -replico, y me estrecho la mano-. Non es corriente encontrarse con paisanos que las cosas digan commo debese. Los desgraciados que por aca desfilan se sienten commo si la boca alguien les hubiera embutida de lana.
Me rei.
– «Lana en la boca, lana en los sesos», mi padre decia.
El porquero sonrio y dijo:
– Skoivan Schiemmelpfenneg podeis llamarme.
– Bastantes letras ha pora un rey -repuse-. ?Grand ofensa os causo si lo recorto pora llamaros Schiem?
– Assi facen mis amigos. -Me sonrio y me dio una palmada en la espalda-. A buenos mozos commo vosotros dos, bien esta Schiem. -Nos miro alternadamente a Denna y a mi.
En honor a la verdad, he de reconocer que Denna ni siquiera pestaneo una vez al oirme hablar en aquel dialecto.
– Desculpadme -dije senalandola-. Schiem, esta es mi prima cormana favorita.
– Dinnaeh -dijo Denna.
Baje la voz y, con un susurro teatral, dije:
– Laudable mugier, mas tambien horrible de timida que es. Non oyieresla fablar grand cosa, me da a mi…
Denna interpreto su papel sin vacilar; agacho la cabeza y empezo a retorcerse los dedos fingiendo nerviosismo. Levanto brevemente la cabeza para sonreir al porquero, y luego volvio a bajar la vista; era la timidez personificada, hasta tal punto que casi me lo crei.