– Por aqui no hay tumulos -explique-. La gente construye tumulos en Vintas, donde existe esa tradicion, o en sitios bajos y pantanosos donde no se puede cavar una tumba. Seguramente estamos a ochocientos kilometros del tumulo mas cercano.

Me acerque mas a la granja.

– Ademas, los tumulos no se construyen con piedras. Y menos con piedras de cantera, trabajadas, como estas. Estas piedras las han traido desde muy lejos. -Pase una mano por las piedras grises y lisas de la pared-. Porque alguien queria construir algo duradero. Algo solido. -Me volvi y mire a Denna-. Creo que aqui hay enterrado un viejo poblado fortificado.

Denna reflexiono un momento.

– ?Por que lo llamarian monte del Tumulo si no habia ningun tumulo?

– Seguramente porque la gente de por aqui nunca ha visto un tumulo de verdad. Solo han oido hablar de ellos en las historias. Cuando ven un monte con grandes monticulos en lo alto… -Senale los monticulos, de formas extranas-. Monte del Tumulo.

– Pero si estamos en las quimbambas. -Miro alrededor-. Mas alla de las quimbambas.

– Si-concedi-. Pero ?y cuando construyeron esto? -Senale un espacio entre los arboles, hacia el norte de la granja incendiada-. Ven aqui un momento. Quiero ver otra cosa.

Si caminabas mas alla de los arboles por el lado norte de la cresta del monte, tenias una panoramica espectacular. Los rojos y amarillos de las hojas de los arboles eran impresionantes. Vi algunas casas y graneros diseminados, rodeados de campos dorados o de pastos de color verde palido y salpicados de ovejas. Tambien vi el arroyo donde Denna y yo nos habiamos refrescado los pies.

Mire hacia el norte y vi los riscos que habia mencionado Schiem. Alli el terreno parecia mas agreste.

Asenti, ensimismado.

– Desde aqui se ve hasta unos cincuenta kilometros a la redonda. La unica colina con mejores vistas es aquella de alli. -Senale un monte alto que me impedia ver bien los riscos del norte-. Y acaba practicamente en punta. La cima es demasiado estrecha para construir en ella una fortificacion de un tamano decente.

Denna miro alrededor, pensativa, y asintio con la cabeza.

– Vale, me lo creo. Aqui habia un poblado fortificado. ?Y que?

– Bueno, me gustaria llegar a la cima de aquella colina antes de montar el campamento para pasar la noche. -Senale el monte alto y estrecho que, desde donde estabamos, no nos dejaba ver bien los riscos-. Esta a solo dos o tres kilometros de aqui, y si hay algo raro en los riscos del norte, desde alli podremos verlo bien. -Cavile un momento y agregue-: Ademas, si Fresno sigue por aqui, dentro de un radio de treinta kilometros, vera nuestro fuego y se acercara. Aunque quiera pasar desapercibido y no quiera ir al pueblo, es posible que se acerque a una fogata.

Denna asintio.

– Me parece mucho mejor que seguir dando tumbos entre ma

tas y zarzas.

– Tengo mis momentos de lucidez -dije, e hice un amplio gesto con el brazo hacia la ladera de la colina-. Las damas primero, por favor.

74 La roca de guia

A pesar de lo cansados que estabamos, Denna y yo nos dimos prisa y llegamos a la cima de la colina del norte antes de que el sol se escondiera detras de las montanas. Las laderas de la colina estaban cubiertas de arboles, pero la cima estaba pelada como la calva de un monje. La vista era impresionante en todas direcciones. Lo unico que lamentaba era que el viento habia traido nubes mientras caminabamos, dejando el cielo liso y gris como una pizarra.

Vi algunas granjas pequenas hacia el sur. Algunos arroyos y senderos trazaban serpenteantes lineas entre los arboles. Las montanas que habia al oeste parecian un muro lejano. Hacia el sur y hacia el este vi humo elevandose hacia el cielo y los edificios, bajos y marrones, de Trebon.

Mire hacia el norte y comprobe que lo que nos habia dicho el porquero era verdad. En esa direccion no habia senales de asentamientos humanos. Ni caminos, ni granjas, ni humo de chimeneas; solo un terreno cada vez mas agreste, rocas y arboles que se aferraban a los riscos.

Lo unico que habia en la cima de la colina era un punado de iti-nolitos. Tres de las piedras, inmensas, formaban un gran arco que parecia una puerta enorme. Las otras dos estaban tumbadas en la tupida hierba. Su presencia me reconforto; era como la inesperada compania de unos viejos amigos.

Denna se sento en uno de los itinolitos caidos, y yo me quede de pie observando el paisaje. Note una rociada de lluvia en la cara; maldije por lo bajo y me puse la capucha de la capa.

– No durara mucho -dijo Denna-. Hace un par de noches que pasa lo mismo. Se nubla, llueve media hora y luego para.

– Eso espero -repuse-. Odio dormir bajo la lluvia.

Deje mi macuto en el lado de sotavento de uno de los itinolitos, y Denna y yo empezamos a montar el campamento. Cada uno se ocupaba de sus tareas, como si ya lo hubieramos hecho cientos de veces. Denna despejo el suelo y reunio unas piedras. Yo lleve un monton de lena y enseguida encendi un fuego. En el siguiente viaje recogi un poco de salvia y arranque unas cuantas cebollas silvestres que habia visto al subir por la ladera.

Llovio copiosamente un rato, y amaino cuando estaba empezando a preparar la cena. En mi pequeno cazo cocine un guiso con las sobras del cochinillo, unas zanahorias, unas patatas y las cebollas que habia encontrado. Lo sazone con sal, pimienta y salvia; luego calente una hogaza de pan acimo cerca del fuego y parti el queso. Por ultimo, meti dos manzanas entre las piedras calientes del fuego. Se asarian a tiempo para los postres.

Para cuando la cena estuvo lista, Denna habia reunido una montanita de lena. Extendi mi manta en el suelo para que se sentara, y ella, al ver la comida, hizo exclamaciones de admiracion.

– Una chica podria acostumbrarse a esta clase de atenciones -comento cuando hubimos terminado. Se recosto con satisfaccion en uno de los itinolitos-. Si te hubieras traido el laud, podrias dormirme cantando, y todo seria perfecto.

– Esta manana me he encontrado a un calderero en el camino, y ha intentado venderme una botella de vino de frutas -dije-. Es una lastima que no haya aceptado su oferta.

– Me encanta el vino de frutas -repuso ella-. ?Era de fresa?

– Creo que si.

– Eso te pasa por no escuchar a los caldereros que encuentras en el camino -me reprendio con mirada sonolienta-. Un chico tan listo como tu, que ha oido tantas historias, deberia saber… -De pronto se incorporo y senalo mas alla de mi hombro-. ?Mira!

Me volvi.

– ?Que pasa? -El cielo todavia estaba nublado, y el entorno era solo un mar de negro.

– Sigue mirando. Quiza vuelva a… ?Alli!

Lo vi. Un destello de luz azulada a lo lejos. Me levante y me situe delante del fuego para que este no me entorpeciera la vision. Denna se puso a mi lado, y esperamos ansiosos un momento. Vimos otro fogonazo azul, mas intenso que el anterior.

– ?Que crees que es? -pregunte.

– Si no me equivoco, todas las minas de hierro estan mas al oeste -cavilo Denna-. No puede ser eso.

Hubo otro destello. Parecia provenir de los riscos, y eso significaba que, si era una llama, era muy grande. Al menos varias veces mas grande que nuestro fuego.

– Dices que tu mecenas siempre se las ingenia para hacerte saber que esta cerca -dije despacio-. No quiero entrometerme, pero supongo que no sera…

– No. No tiene nada que ver con el fuego azul -me corto Denna con una risita-. Eso seria demasiado siniestro, incluso tratandose de el.

Seguimos mirando un rato, pero no lo vimos mas. Cogi una ra-mita gruesa como mi pulgar, la parti por la mitad y, con una piedra, clave ambas mitades en el suelo, como si fueran las estacas de una tienda de campana.

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