temblaba mientras el animal aplastaba las brasas con el cuerpo.
– Ese bicho debe de pesar… -Denna se interrumpio y sacudio la cabeza.
– Quiza cinco toneladas -calcule-. Cinco como minimo.
– Podria atacarnos. Podria derribar las piedras.
– No lo creo -dije dando unas palmadas al itinolito, tratando de parecer mas convencido de lo que lo estaba en realidad-. Estas piedras llevan mucho tiempo aqui. No nos pasara nada.
Mientras se revolcaba en nuestra fogata, el draccus habia esparcido ramas encendidas por la cima de la colina. Lo vimos dirigirse hacia un leno medio calcinado que seguia consumiendose sobre la hierba. El draccus lo olfateo y se revolco sobre el, aplastandolo. Entonces se puso de nuevo en pie, volvio a olfatear el leno y se lo comio. No lo mastico. Se lo trago entero, como una rana se traga un grillo.
Repitio varias veces la operacion, describiendo circulos alrededor del fuego, casi apagado ya. Lo olfateaba, se revolcaba encima de los troncos ardientes y luego, cuando se apagaban, se los comia.
– Supongo que es logico -comento Denna-. Provoca incendios y vive en el bosque. Si no tuviera algun mecanismo mental que lo incitara a apagar el fuego, no sobreviviria mucho tiempo.
– Seguramente por eso ha venido aqui -replique-. Porque ha visto nuestra hoguera.
Tras varios minutos resoplando y revolcandose, el draccus volvio junto a la hoguera, de la que solo quedaba un lecho de brasas. La rodeo varias veces, y luego se tumbo encima. Me estremeci, pero la bestia se limito a moverse hacia delante y hacia atras como una gallina que se acomoda en el nido. La cima de la colina estaba ya completamente oscura: solo habia una debil luz de luna.
– ?Como puede ser que nunca haya oido hablar de esos bichos? -pregunto Denna.
– Hay muy pocos -conteste-. La gente suele matarlos, porque no entienden que son relativamente inofensivos. Y no se reproducen muy deprisa. Ese de ahi debe de tener doscientos anos; es de los mas grandes que hay. -Lo contemple, maravillado-. No creo que haya mas de un par de centenares de draccus de ese tamano en todo el mundo.
Seguimos mirando un par de minutos, pero abajo no se apreciaba ningun movimiento. Denna dio un gran bostezo.
– Dios mio, estoy agotada. No hay nada como la certeza de tu propia muerte para dejarte baldada. -Se tendio boca arriba, y luego de lado, y despues se volvio hacia mi, buscando una postura comoda-. Madre mia, que frio hace aqui. -Vi que temblaba-. No me extrana que el draccus se haya tumbado encima de nuestra hoguera.
– Podriamos bajar y coger la manta -sugeri.
Denna solto una risotada.
– Ni hablar. -No paraba de temblar mientras se abrazaba el cuerpo.
– Toma. -Me levante y me quite la capa-. Abrigate con esto. No es gran cosa, pero es mejor que la piedra. - Se la tendi-. Te vigilare mientras duermes para que no te caigas.
Me miro largamente, y en parte confie en que la rechazara. Pero tras unos instantes de vacilacion, cogio la capa y se envolvio con ella.
– Esta visto, maese Kvothe, que sabes cuidar de una mujer.
– Pues espera a manana -replique-. No he hecho mas que empezar.
Me sente en silencio, tratando de no temblar, y al final la respiracion de Denna se hizo lenta y acompasada. La vi dormir con la tranquilidad de un nino que no tiene ni idea de lo insensato que es, ni de las inesperadas tragedias que puede traer el dia siguiente.
77 Riscos
Desperte sin recordar cuando me habia quedado dormido. Denna me zarandeaba suavemente.
– No te muevas demasiado deprisa -me advirtio-. Hay mucha altura.
Me desenrosque despacio; casi todos los musculos de mi cuerpo protestaban por el trato que les habia dado el dia anterior. Tenia los muslos y las pantorrillas tensos y doloridos.
Entonces repare en que volvia a llevar puesta la capa.
– ?Te he despertado? -pregunte-. No recuerdo…
– En cierto modo si -contesto Denna-. Te quedaste dormido y te caiste encima de mi. Ni siquiera has parpadeado cuando te he apartado a… -Denna se interrumpio mientras yo me ponia poco a poco en pie-. Dios santo, pareces un abuelo artritico.
– Ya sabes lo que pasa -dije-. Cuando despiertas es cuando estas mas tieso.
Denna compuso una sonrisita.
– Las mujeres, en general, no tenemos ese problema. -Se puso seria-. No estaras fingiendo, ?verdad?
– Ayer recorri unos cien kilometros a caballo, antes de encontrarte. No estoy acostumbrado a cabalgar tanto. Y anoche, cuando salte para subir aqui, me di bastante fuerte.
– ?Te hiciste dano?
– Ya lo creo -afirme-. Por todas partes.
– Oh -exclamo Denna tapandose la boca con las manos-. ?Tus hermosas manos!
Me mire las manos y entendi a que se referia. Debi de lastimarmelas durante mi loco intento de escalar el itinolito la noche anterior. Los callos de musico me habian salvado bastante las yemas de los dedos, pero tenia los nudillos muy desollados y cubiertos de sangre seca. Ni siquiera lo habia notado, porque habia otras partes del cuerpo que me dolian mucho mas.
Cuando me vi las manos, se me contrajo el estomago, pero cuando las abri y las cerre, comprobe que solo las tenia despellejadas y no gravemente heridas. Como todo musico, siempre me preocupaba que pudiera pasarles algo a mis manos, y mi trabajo de artifice habia agravado esa ansiedad.
– Parece peor de lo que es -dije-. ?Cuanto hace que se ha marchado el draccus?
– Al menos un par de horas. Se fue poco despues de salir el sol.
Mire hacia abajo desde mi privilegiada posicion en lo alto del arco formado por los itinolitos. La noche anterior, la cima de la colina era una uniforme extension de hierba verde. Esa manana, parecia un campo de batalla. La hierba estaba aplastada en varios sitios, y en otros, quemada y reducida a rastrojos. Se apreciaban profundos surcos en la tierra, donde el lagarto se habia revolcado o por donde habia arrastrado su pesado cuerpo.
Bajar del itinolito fue mas dificil que subir. La parte superior del arco tenia una altura de unos cuatro metros, y eso era demasiado para saltar. En otras circunstancias, no me habria preocupado, pero con lo rigido y magullado que estaba, temia caer mal y torcerme un tobillo.
Al final conseguimos bajar descolgandonos con ayuda de la correa de mi macuto. Mientras Denna se apuntalaba y sujetaba un extremo, yo descendi hasta el suelo. El macuto se desgarro y se abrio, por supuesto, esparciendo todas mis pertenencias; pero consegui llegar abajo sin mas deterioro que una mancha de hierba.
Entonces Denna se colgo del borde de la roca, y yo la agarre por las piernas y la deje resbalar poco a poco hasta el suelo. Pese a que tenia toda la parte frontal del cuerpo magullada, esa experiencia contribuyo mucho a mejorar mi estado de animo.
Recogi mis cosas y me sente con hilo y aguja para recomponer el macuto. Al cabo de un rato, Denna regreso de una breve incursion entre los arboles y recogio la manta que la noche pasada habiamos dejado en el suelo. Tenia unas enormes rasgaduras que le habia hecho el draccus con las zarpas al pisotearla.
– ?Habias visto alguna vez una cosa de estas? -pregunte tendiendole una mano.
Denna me miro y arqueo una ceja.
– ?Cuantas veces me habran contado ese chiste? -Sonrei, abri la mano y le mostre el trozo de hierro negro que me habia dado el calderero. Ella lo examino con curiosidad-. ?Es una piedra iman?
– Me sorprende que la reconozcas.
– Conoci a un tipo que usaba una de pisapapeles. -Dio un suspiro de desden-. Ponia mucho hincapie en que, pese a lo valiosa y rara que era, el la utilizaba de pisapapeles. -Dio un resoplido-. Era un fantasmon. ?Tienes algo de hierro?
– Busca por aqui. -Senale el revoltijo de objetos-. Tiene que haber algo.