Queria que Denna se moviera y se distrajera, asi que bebimos un poco de agua y volvimos a la atalaya. El draccus dormia tumbado al sol.
Aproveche la ocasion para coger la manta y la cecina y guardarlas en mi macuto.
– Antes no me ha parecido bien robarle a un muerto -dije-, Pero ahora…
– Al menos ahora sabemos por que se escondia en las quimbambas con una ballesta y una atalaya y todo eso -comento Denna-. Hemos resuelto un pequeno misterio.
Empece a cerrar el macuto, pero entonces, pensandolo mejor, me guarde tambien las flechas de ballesta.
– ?Para que quieres eso? -me pregunto Denna.
– Valen dinero -dije-. Estoy en deuda con un personaje peligroso. Me vendria bien un poco de… -No termine la frase; estaba pensando.
Denna me miro, y vi que llegaba a la misma conclusion que yo.
– ?Sabes cuanto puede valer toda esa resina? -me pregunto.
– Pues no -conteste pensando en los treinta cazos, cada uno con una lamina de negra y pegajosa resina solidificada en el fondo, del tamano de un plato-. Estoy intentando calcularlo.
Denna se mecio sobre las plantas de los pies.
– Mira, Kvothe, no se que hacer. He visto a muchas chicas que se habian quedado colgadas de esa cosa. Necesito dinero. -Solto una amarga risotada-. Ahora mismo ni siquiera tengo una muda de ropa. -Parecia preocupada-. Pero no se si la necesito tan desesperadamente.
– Yo estoy pensando en los boticarios -me apresure a decir-. La refinarian para hacer medicinas. Es un analgesico muy potente. No nos la pagarian tan bien como si se la vendieramos a otra clase de gente, pero aun asi, media lamina…
Denna sonrio abiertamente.
– Me encantaria llevarme media lamina. Sobre todo ahora que mi misterioso mecenas ha desaparecido.
Volvimos al canon. Esa vez, al salir del estrecho pasadizo, vi los cazos de evaporacion desde otra perspectiva. Ahora, cada uno equivalia a una pesada moneda en mi bolsillo. La matricula del siguiente bimestre, ropa nueva, liberarme de mi deuda con Devi…
Vi que Denna contemplaba las bandejas con la misma fascinacion que yo, aunque ella lo hacia con una mirada un tanto mas vidriosa.
– Con esto podria vivir comodamente todo un ano -cavilo-. Sin deberle nada a nadie.
Fui al cobertizo de las herramientas y cogi un raspador para cada uno. Nos pusimos a trabajar y, pasados unos minutos, habiamos juntado todas las laminas, negras y pegajosas, en un taco del tamano de un melon.
Denna se estremecio un poco y me miro, sonriente. Tenia las mejillas arreboladas.
– De pronto me siento muy bien. -Se cruzo de brazos y se froto los hombros con las manos-. Muy bien, de verdad. Y no creo que sea solo de pensar en todo ese dinero.
– Es la resina -dije-. El que haya tardado tanto en hacerte efecto es una buena senal. Si hubiera pasado antes, me habria preocupado. -La mire con seriedad-. Escuchame bien. Necesito que me digas si notas presion en el pecho, o si te cuesta respirar. Mientras no notes ninguno de esos dos sintomas, todo ira bien.
Denna asintio; luego inspiro hondo y solto el aire despacio.
– ?Oh, Ordal, dulce angel que estas en las alturas! ?Que bien me siento! -Me miro con aprension, pero sin dejar de sonreir-. ?Voy a volverme adicta a esto?
Negue con la cabeza, y Denna suspiro aliviada.
– ?Sabes que es lo peor? Me asusta volverme adicta, pero no me importa estar asustada. Nunca me habia sentido como ahora. No me extrana que nuestro escamoso amiguito siga viniendo aqui a buscar mas…
– Tehlu misericordioso -dije-. No se me habia ocurrido. Por eso aranaba la pared de roca e intentaba entrar aqui. Huele la resina. Lleva dos ciclos comiendo arboles, tres o cuatro todos los dias.
– El mayor adicto al denner jamas visto. Viene aqui a buscar su dosis. -Denna rio, y de pronto compuso una expresion de horror-. ?Cuantos arboles quedaban?
– Dos o tres -dije pensando en las hileras de agujeros y tocones-. Pero quiza se haya comido otro en este rato.
– ?Alguna vez has visto a un adicto al denner con sindrome de abstinencia? -Tenia la cara desencajada-. Se vuelven locos.
– Ya lo se -dije, y me acorde de la chica a la que habia visto bailar desnuda sobre la nieve, en Tarbean.
– ?Que crees que hara cuando se acaben los arboles?
Pense largo rato.
– Ira a buscar mas. Y estara desesperado. Y sabe que en el ultimo sitio donde encontro los arboles habia una casita que olia a humanos… Tendremos que matarlo.
– ?Matarlo? -Denna rio, y luego se tapo la boca con ambas manos-. ?Con que? ?Con mi bonita voz y tus varoniles bravatas? -Se puso a reir incontroladamente, pese a que todavia se tapaba la boca con las manos-. Lo siento, Kvothe. ?Cuanto rato voy a estar asi?
– No lo se. Los efectos del ofalo son euforia…
– Ya lo creo. -Me guino un ojo, sonriente.
– Seguida de mania, un poco de delirio si la dosis es lo bastante elevada, y luego agotamiento.
– Quiza pueda dormir toda la noche, para variar. No me diras en serio que quieres matar esa cosa. ?Que vas a utilizar? ?Un palito puntiagudo?
– No puedo dejar que campe a sus anchas. Trebon esta a solo unos ocho kilometros de aqui. Y hay algunas granjas mas cerca. Piensa en los estragos que podria causar.
– Pero ?como? -insistio-. ?Como se mata a un bicho como ese?
Volvi al cobertizo.
– Si tenemos suerte y ese tipo tuvo la prudencia de comprar otra ballesta… -Empece a buscar, lanzando cosas por la puerta. Palas de remover, cubos, raspadores, una pala, mas cubos, un barril…
El barril era del tamano de un barril de cerveza. Lo saque del cobertizo y abri la tapa. En el fondo habia un saco de hule con una gran masa pegajosa de negra resina de denner; al menos habia el cuadruple de la que Denna y yo habiamos rascado de los cazos.
Levante el saco y lo deje en el suelo, manteniendolo abierto para que Denna pudiera ver en el interior. Asomo la cabeza, emitio un grito de asombro y dio un respingo.
– ?Ahora podre comprarme un pony! -exclamo riendo.
– No se si te compraras un pony -dije mientras hacia calculos mentales-. Pero creo que antes de que nos repartamos el dinero, deberiamos comprarte una buena arpa. Y no una triste lira.
– ?Si! -dijo Denna, y me dio un fogoso abrazo-. Y a ti te compraremos… -Me miro con curiosidad; su cara, cubierta de hollin, estaba a escasos centimetros de la mia-. ?Que quieres tu?
Antes de que pudiera hacer ni decir nada, el draccus volvio a rugir.
78 Veneno
El rugido del dragon fue como un trompetazo, si podeis imaginaros una trompeta del tamano de una casa, y hecha de piedra, de truenos y de plomo fundido. No lo note en el pecho. Lo note en los pies, porque hizo temblar el suelo.
El rugido nos hizo dar un brinco. Denna me golpeo la nariz con la cabeza, y me tambalee, cegado por el dolor. Ella ni se dio cuenta, porque estaba muy entretenida tropezando, cayendose y riendo, en un enredo de brazos y piernas.
Ayude a Denna a levantarse y oi un lejano estruendo; volvimos a subir con cuidado a la atalaya.
El draccus estaba… retozando, dando saltos como un perro borracho, derribando arboles como derribaria un nino tallos de maiz en un campo.
Lo vi acercarse a un viejo roble, un arbol centenario del tamano de un itinolito. El draccus se irguio y puso las patas delanteras sobre una de las ramas mas bajas, como si quisiera trepar por el. La rama, que era tan grande como un arbol, practicamente exploto.