La cena no fue, ni mucho menos, tan espectacular como la de la noche anterior. Tuvimos que contentarnos con lo que quedaba del pan, ya duro, un poco de cecina y las ultimas patatas, que asamos entre las piedras de la hoguera.

Mientras comiamos, le conte a Denna toda la historia del incendio de la Factoria. En parte, porque era joven, y varon, y estaba deseando impresionarla; pero tambien queria aclarar que si habia faltado a nuestra cita habia sido por circunstancias que escapaban por completo de mi control. Denna me escucho atentamente, haciendo exclamaciones de asombro en los momentos indicados. Era un publico perfecto.

Ya no me preocupaba que hubiera tomado una sobredosis. Despues de recoger una montana de lena, su mania se estaba reduciendo y la estaba sumiendo en un dulce letargo. Sin embargo, yo sabia que los efectos secundarios de la droga le producirian debilidad y agotamiento. Queria que pudiera recuperarse a salvo en una cama, en Trebon.

Despues de cenar, me acerque a Denna, que estaba sentada con la espalda apoyada en uno de los itinolitos. Me arremangue la camisa.

– Bueno, tengo que examinarte -dije pomposamente.

Ella compuso una sonrisa perezosa; tenia los ojos entrecerrados.

– Desde luego, sabes camelarte a una chica, ?eh?

Le busque el pulso en el delgado cuello. Era lento, pero constante. Denna rehuyo un poco mi contacto.

– Me haces cosquillas.

– ?Como te encuentras? -le pregunte.

– Cansada -dijo ella con la voz un poco pastosa-. Bien, cansada… Y tengo un poco de frio.

Aunque no era un sintoma inesperado, si resultaba un poco sorprendente, teniendo en cuenta que estabamos a solo unos pasos de una llameante hoguera. Fui a buscar la manta de repuesto que tenia en el macuto y se la lleve. Se arropo bien con ella.

Me acerque a Denna para poder verle los ojos. Todavia tenia las pupilas dilatadas y lentas, pero no mas que antes.

Alargo un brazo y me puso la mano en la mejilla.

– Tienes una cara adorable -dijo mirandome con aire sonador-. Es como la cocina perfecta.

Reprimi una sonrisa. Denna habia alcanzado la fase de delirio. Entraria y saldria de el hasta que un profundo agotamiento la arrastrara hasta la inconsciencia. Si ves a alguien hablando solo en un callejon de Tarbean, lo mas probable es que no este loco, sino que sea un adicto a la resina trastornado por un consumo excesivo de denner.

– ?Una cocina?

– Si -afirmo ella-. Todo hace juego y el cuenco del azucar esta donde debe.

– ?Como respiras? -pregunte.

– Bien -dijo ella con tranquilidad-. Noto un poco de presion, pero nada mas.

Al oir eso, se me acelero un poco el corazon.

– ?Que quieres decir?

– Me cuesta respirar. A veces noto una opresion en el pecho y como si respirara a traves de un pudin. -Rio un poco-. ?He dicho pudin? Queria decir melaza. Un dulce pudin de melaza.

Eso me enojo, pero reprimi el impulso de recordarle que le habia pedido que me avisara si notaba algo raro al respirar.

– ?Y ahora? ?Te cuesta respirar?

Denna se encogio de hombros con indiferencia.

– Tengo que escuchar tu respiracion -dije-. Pero aqui no tengo ningun instrumento para hacerlo, asi que si te desabrochas un poco la blusa, voy a apoyar la oreja sobre tu pecho.

Denna puso los ojos en blanco y se desabrocho la blusa mas de lo que era estrictamente necesario.

– Vaya, esto si que es una novedad -dijo con malicia, y por un momento volvio a parecer la misma de siempre-. Es la primera vez que veo a alguien emplear esta tactica.

Me volvi y pegue la oreja contra su esternon.

– ?Como suena mi corazon? -me pregunto Denna.

– Lento, pero fuerte -respondi-. Tienes un buen corazon.

– ?Te dice algo?

– No, no oigo nada.

– Escucha bien.

– Respira hondo y no hables -dije-. Necesito escuchar tu respiracion.

Escuche. El aire lleno los pulmones, y note que uno de los pechos de Denna presionaba contra mi brazo. Denna exhalo, y note su aliento calido en la nuca. Se me puso la carne de gallina por todo el cuerpo.

Imagine la mirada de desaprobacion de Arwyl. Cerre los ojos e intente concentrarme en lo que estaba haciendo. Era como escuchar el viento entre las ramas de los arboles. Distingui un debil crujido, como el ruido del papel al arrugarse, o como un debil suspiro. Pero no se apreciaban humedad ni burbujeo.

– Que bien te huele el cabello -dijo Denna. Me incorpore.

– Estas bien -dije-. Pero sobre todo, avisame si esa sensacion empeora, o si cambia.

Denna asintio docilmente; seguia sonriendo con aire sonador. Fastidiado por la tardanza del draccus, puse mas lena en el fuego. Mire hacia los riscos del norte, pero en la penumbra solo se veian los contornos de los arboles y las rocas. De pronto Denna rio.

– ?Te he llamado cuenco de azucar? -pregunto mirandome con los ojos entrecerrados-. ?Estoy diciendo muchas tonterias? -Solo es un poco de delirio -la tranquilice-. Ira y vendra hasta que te quedes dormida.

– Espero que a ti te resulte tan divertido como a mi -dijo cinendose la manta-. Es como sonar entre algodones, aunque menos calido.

Subi por la escalerilla hasta lo alto del itinolito donde habiamos dejado nuestras cosas. Cogi un punado de resina de denner del saco de hule, la baje y la puse al borde del fuego. La resina ardio toscamente, desprendiendo un humo acre que el viento impulso hacia el noroeste, hacia los invisibles riscos. Con suerte, el draccus lo oleria y vendria corriendo.

– Cuando era muy pequena tuve neumonia -comento Denna con voz monotona-. Por eso tengo los pulmones delicados. Es espantoso no poder respirar a veces.

Con los ojos entornados, como si hablara sola, continuo: -Deje de respirar, y durante dos minutos estuve muerta. A veces me pregunto si todo esto no sera una especie de error, si no deberia estar ya muerta. Pero si no es ningun error, tiene que haber alguna razon para que este aqui. Pero si hay alguna razon, no se cual es.

Cabia la posibilidad de que Denna ni siquiera se percatara de que estaba hablando, y una posibilidad aun mayor de que las partes mas importantes de su cerebro ya estuvieran dormidas y que a la manana siguiente no recordara nada de lo que estaba pasando. Como no sabia como reaccionar, me limite a asentir con la cabeza. - Eso fue lo primero que me dijiste: «Me preguntaba que podrias estar haciendo aqui». Mis siete palabras. Yo llevo mucho tiempo preguntandome lo mismo.

El sol, que ya estaba oculto tras las nubes, se puso detras de las montanas. El paisaje se sumio en la oscuridad, y la cima de aquella pequena colina parecia una isla en medio de un gran oceano nocturno.

Denna estaba empezando a cabecear; la cabeza se le iba lentamente hacia el pecho, y luego la levantaba. Me acerque y le tendi una mano.

– Ven. El draccus no tardara en aparecer. Tenemos que subir a las piedras.

Ella asintio y se levanto, todavia envuelta en las mantas. La segui hasta la escalerilla y subio despacio, vacilante, hasta lo alto del itinolito.

Alli arriba, lejos del fuego, hacia mas frio, y el viento agudizaba esa sensacion. Extendi una manta sobre la piedra, y Denna se sento, acurrucada bajo la otra manta. El frio la despejo un poco y miro alrededor como irritada, temblando.

– Maldita gallina. Ven a comerte la cena. Tengo frio.

– Confiaba en que a estas horas ya te tendria bien arropada en una cama caliente, en Trebon -admiti-. Mi brillante plan no lo era tanto.

– Siempre sabes lo que tienes que hacer -replico ella como embotada-. Me miras con esos ojos verdes como si yo significara algo. No me importa que tengas cosas mejores que hacer. Me conformo con tenerte a veces. De

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