– Vaya a buscar lo que le he pedido -dije mirandolo a los ojos-. Y tambien un odre de agua. O quemare esta posada con usted dentro y bailare entre las cenizas y entre sus chamuscados y pegajosos huesos.
Llegue a la cima de la colina de los itinolitos con el macuto lleno. Iba descalzo; jadeaba y me dolia la cabeza. No encontre a Denna por ninguna parte.
Rastree rapidamente la zona y encontre todas mis cosas esparcidas donde las habia dejado. Las dos mantas. El odre estaba casi vacio, pero aparte de eso, estaba todo alli. Denna debia de haberse alejado un poco para hacer sus necesidades.
Espere. Espere mucho mas de lo estrictamente razonable. Entonces la llame, al principio en voz baja, y luego a gritos, aunque cuando gritaba me dolia la cabeza. Al final me sente. Solo podia pensar en Denna despertando sola, dolorida, sedienta y desorientada. ?Que habria pensado?
Comi un poco y me puse a pensar que podia hacer. Me plantee abrir la botella de vino, pero sabia que no era buena idea, porque todo indicaba que tenia una conmocion cerebral. Combati la irracional preocupacion de que Denna se hubiera adentrado en el bosque delirando todavia, y el impulso de salir en su busca. Me plantee encender fuego para que ella lo viera y volviera a la colina…
Pero no. Sabia que Denna se habia marchado, sencillamente. Desperto, vio que yo no estaba y se marcho. Ella misma lo habia dicho cuando salimos de la posada de Trebon: «No me gusta quedarme donde no soy bien recibida. Todo lo demas lo resuelvo por el camino». ?Pensaria que la habia abandonado?
A pesar de todo, en el fondo sabia que Denna se habia marchado hacia mucho de alli. Guarde mis cosas en el macuto. Y entonces, por si me equivocaba, escribi una nota explicando lo que habia pasado y diciendo que la esperaria en Trebon hasta el dia siguiente. Con un trozo de carbon, escribi su nombre en uno de los itinolitos, y trace una flecha indicando el sitio donde habia dejado toda la comida que habia llevado, una botella de agua y una de las mantas.
Me marche. No estaba de buen humor. Mis pensamientos no eran amables ni tiernos.
Llegue a Trebon al anochecer. Subi a los tejados con un poco mas de cuidado del habitual. No podria confiar en mi equilibrio hasta que mi cabeza se hubiera recuperado un poco.
Sin embargo, no me costo mucho llegar al tejado de la posada donde habia dejado las botas. Desde alli, bajo la debil luz del ocaso, el pueblo ofrecia un aspecto lugubre. La fachada de la iglesia se habia derrumbado por completo, y en casi una tercera parte del pueblo se apreciaban huellas del incendio. Algunos edificios solo estaban chamuscados, pero otros habian quedado reducidos a cenizas. Pese a todos mis esfuerzos, el fuego debia de haberse descontrolado despues de que yo perdiera el conocimiento.
Mire hacia el norte y vi la cima de la colina de los itinolitos. Confiaba en atisbar el resplandor de un fuego, pero no vi nada.
Me dirigi al tejado plano del ayuntamiento y subi por la escalerilla de la cisterna. Estaba casi vacia. Habia unos pocos palmos de agua ondeando en el fondo, muy por debajo de donde yo habia clavado la teja a la pared con mi navaja. Eso explicaba el estado en que se encontraba el pueblo. Cuando el nivel del agua habia descendido por debajo de mi improvisada obra de sigaldria, el incendio se habia avivado. Con todo, habia conseguido reducir un poco su avance. De no haber sido por eso, quiza ya no quedara ni rastro de Trebon.
Volvi a la posada, que estaba muy concurrida. La gente, tiznada de hollin y con aire sombrio, bebia y charlaba. No vi a mi cenudo amigo por ninguna parte, pero habia un grupo de gente reunida en la barra, discutiendo acaloradamente sobre una marca que habia aparecido en la madera.
El alcalde y el alguacil tambien se encontraban en la posada. Nada mas verme, me llevaron a una habitacion privada para hablar conmigo.
No tenia muchas ganas de hablar, y, despues de lo ocurrido los ultimos dias, no me sentia muy intimidado por la autoridad de dos ancianos barrigones. Ellos podrian haberse dado cuenta, y eso me fastidiaba. Tenia dolor de cabeza y no me apetecia dar explicaciones, y no tenia inconveniente en tolerar un incomodo silencio. Asi pues, hablaron ellos, y bastante, y al hacerme sus preguntas me revelaron casi todo lo que yo queria saber.
Afortunadamente, en el pueblo no habia habido heridos graves. Como el incendio se produjo en pleno festival de la cosecha, no pillo a nadie durmiendo. Habia muchos cardenales, muchas cabelleras chamuscadas, y gente que habia inhalado mas humo del conveniente; pero aparte de unas pocas quemaduras y del tipo que se habia roto un brazo al caerle encima una viga, resulto que yo era el que habia salido peor parado.
Estaban completamente convencidos de que el draccus era un demonio. Un enorme demonio negro que escupia fuego y veneno. Y si alguien tenia la mas leve duda respecto a eso, esta se habia esfumado al ser derribada la bestia por el mismisimo hierro de Tehlu.
Tambien estaban todos de acuerdo en que aquel demonio era el responsable de la destruccion de la granja Mauthen. Una conclusion razonable, pese a ser completamente erronea. Intentar convencerlos de otra cosa habria resultado una inutil perdida de tiempo.
Me habian encontrado inconsciente en lo alto de la rueda de hierro que habia matado al demonio. El matasanos del pueblo me habia recompuesto lo mejor que habia podido, y, poco familiarizado con la asombrosa resistencia de mi craneo, habia expresado serias dudas acerca de si me despertaria o no.
Al principio, la opinion mas generalizada era que yo no era mas que un desgraciado que pasaba por alli, o que habia conseguido arrancar la rueda de la iglesia. Sin embargo, mi milagrosa recuperacion, combinada con el hecho de que habia hecho un agujero en la barra de la taberna, animaron a la gente a fijarse en lo que un nino y una viuda llevaban todo el dia repitiendo: que cuando el viejo roble se habia encendido como una antorcha, habian visto a alguien de pie en el tejado de la iglesia. Lo iluminaba el fuego desde abajo. Tenia los brazos levantados, como si rezara…
Al final, el alcalde y el alguacil se quedaron sin saber que decir para llenar el silencio, y se limitaron a permanecer alli sentados, mirandose con nerviosismo entre ellos y a mi.
Entonces se me ocurrio pensar que lo que veian no era a un chico andrajoso y sin un penique. Veian a un personaje misterioso y herido que habia matado a un demonio. No encontre ninguna razon para disuadirlos. Es mas, ya iba siendo hora de que la suerte me sonriera un poco. Si aquellos tipos me consideraban una especie de heroe o de santo, quiza pudiera utilizarlo como influencia.
– ?Que han hecho con el cuerpo del demonio? -pregunte, y vi que se relajaban un tanto. Hasta ese momento, yo apenas habia pronunciado una docena de palabras, reaccionando a sus interrogaciones con un perseverante silencio.
– No se preocupe por eso, senor -dijo el alguacil-. Sabiamos que teniamos que hacer con el.
Se me hizo un nudo en el estomago, y lo supe antes de que ellos me lo dijeran: lo habian quemado y lo habian enterrado. Aquella criatura era una maravilla para la ciencia, y ellos la habian quemado y enterrado como si fuera basura. Conocia a secretarios naturalistas del Archivo que se habrian cortado las manos a cambio de la posibilidad de examinar a una criatura tan rara. Hasta habia abrigado esperanzas, en lo mas hondo de mi, de que brindandoles esa oportunidad conseguiria que me dejaran volver a entrar en el Archivo.
Y las escamas. Y los huesos. Cientos de libras de hierro organico por las que se habrian peleado los alquimistas…
El alcalde asintio con la cabeza y canturreo:
– «Esta vez cavaras un hoyo abismal, cogeras fresno, olmo y serbal…» -Carraspeo-. Aunque tuvimos que cavar un hoyo mas profundo, por supuesto. Todos nos turnamos para acabarlo lo antes posible. -Levanto una mano, mostrando con orgullo unas ampollas recientes.
Cerre los ojos y combati el impulso de arrojar cosas por la habitacion y de maldecir a aquellos hombres en ocho idiomas. Eso explicaba por que el pueblo todavia se hallaba en un estado tan lamentable. Habian estado ocupados quemando y enterrando una criatura que valia una fortuna.
Pero eso ya no tenia remedio. Dudaba mucho que mi nueva reputacion bastara para protegerme si me sorprendian tratando de desenterrar el draccus.
– ?Y la chica que sobrevivio en la boda de los Mauthen? -pregunte-. ?Alguien la ha visto?
El alcalde miro al alguacil con gesto inquisitivo.
– Que yo sepa, no. ?Crees que tenia alguna relacion con esa bestia?
– ?Que? -La pregunta era tan absurda que al principio no la entendi-. ?No! No diga tonterias. -Los mire con el ceno fruncido. Solo faltaba que implicaran a Denna en lo ocurrido-. Ella me estaba ayudando a hacer mi trabajo - dije procurando dar una respuesta ambigua.