El alcalde fulmino al alguacil con la mirada, y luego volvio a mirarme a mi.
– ?Y ya has… acabado el trabajo que viniste a hacer? -Me lo pregunto escogiendo muy bien las palabras, como si temiera ofenderme-. No quiero entrometerme en tus asuntos, pero… -Se paso la lengua por los labios, nervioso-. ?Por que ha pasado esto? ?Estamos a salvo?
– No se si estan a salvo, pero yo no puedo protegerlos mas -dije, manteniendo la ambiguedad. Mi respuesta tenia un tono heroico. Si lo unico que iba a conseguir con aquello era un poco de reputacion, mas valia que fuera buena.
Entonces tuve una idea.
– Para garantizar su seguridad, necesito una cosa. -Me incline hacia delante en la silla y entrelace los dedos-. Necesito saber que desenterro Mauthen en el monte del Tumulo.
Los dos hombres se miraron como preguntandose: «?Como sabe eso?».
Me recoste en el respaldo y reprimi una sonrisa, como un gato en un palomar.
– Si averiguo que fue lo que encontro Mauthen, podre tomar medidas para asegurarme de que no vuelva a pasar una desgracia como la de ayer. Ya se que era un secreto, pero seguro que hay alguien en el pueblo que sabe algo mas. Corran la voz, y que cualquiera que sepa algo venga a hablar conmigo.
Me puse en pie con soltura. Tuve que hacer un gran esfuerzo para reprimir las muecas de dolor, porque notaba pinchazos y tirones por todo el cuerpo.
– Pero que se den prisa. Me marcho manana por la noche. Tengo asuntos urgentes que atender en el sur.
Y sali por la puerta haciendo ondear la capa detras de mi. Soy Ruh hasta la medula, y cuando ha terminado la escena, se salir del escenario.
El dia siguiente lo pase comiendo bien y durmiendo en mi blanda cama. Me di un bano, me cure las heridas y disfrute de un merecido descanso. Unas cuantas personas pasaron a verme y me dijeron lo que yo ya sabia. Mauthen habia desenterrado piedras de un tumulo y habia encontrado algo. ?Que? Algo. Nadie sabia nada mas.
Estaba sentado junto a la cama tonteando con la idea de escribir una cancion sobre el draccus cuando oi unos timidos golpes en la puerta; eran tan debiles que casi me pasaron desapercibidos.
– Pase.
La puerta se abrio solo un poco, y luego un poco mas. Una nina de unos trece anos miro alrededor nerviosa y entro en mi habitacion apresuradamente, cerrando la puerta sin hacer ruido. Tenia el cabello castano claro y rizado; un rostro palido con dos manchas de rubor en las mejillas, y los ojos hundidos y oscuros, como si hubiera llorado, o dormido poco, o ambas cosas.
– ?Quieres saber que fue lo que desenterro Mauthen? -Me miro, y luego desvio la mirada.
– ?Como te llamas? -le pregunte con gentileza.
– Verinia Greyflock -me contesto. Hizo una pequena reverencia mirando hacia el suelo.
– Que nombre tan bonito. La verinia es una flor roja, muy pequena. -Sonrei tratando de que la chica se relajase-. ?La has visto alguna vez? -Nego con la cabeza, sin dejar de mirar hacia el suelo-. Apuesto algo a que nadie te llama Verinia. ?Te llaman Nina?
La chica levanto la cabeza. Una timida sonrisa asomo a su afligido rostro.
– Asi es como me llama mi abuela.
– Ven y sientate, Nina. -Senale la cama, pues era el unico sitio donde sentarse.
Nina obedecio y empezo a retorcerse las manos sobre el regazo.
– Yo la vi. Esa cosa que desenterraron del tumulo. -Me miro, y luego volvio a mirarse las manos-. Me la enseno Jimmy, el hijo menor de los Mauthen.
Se me acelero el corazon.
– ?Que era?
– Era un tarro muy grande y muy bonito -contesto en voz baja-. Asi de alto. -Puso una mano a un metro del suelo. Le temblaba-. Tenia muchas inscripciones y dibujos. Era muy bonito. Jamas habia visto unos colores tan preciosos. Y algunos de los dibujos brillaban como el oro y la plata.
– ?Que clase de dibujos? -pregunte tratando de mantener la calma.
– Gente -respondio Nina-. Sobre todo gente. Habia una mujer sujetando una espada rota, y un hombre junto a un arbol muerto, y otro hombre con un perro mordiendole la pierna…
– ?Habia uno con el pelo blanco y los ojos negros?
Nina me miro de hito en hito.
– Me dio escalofrios. -Se estremecio.
Los Chandrian. Era una vasija donde estaban representados los Chandrian y sus senales.
– ?Recuerdas algo mas de esos dibujos? -pregunte-. Piensalo bien. Tomate tu tiempo.
Nina reflexiono.
– Habia uno que no tenia cara, solo una capucha sin nada dentro. Tenia un espejo junto a los pies, y habia varias lunas sobre su cabeza. Ya sabes: luna llena, cuarto creciente, cuarto menguante… -Miro hacia abajo, pensativa-. Y habia una mujer. -Se ruborizo-. Iba medio desnuda.
– ?Recuerdas algo mas? -pregunte. Nina nego con la cabeza-. ?Y las inscripciones?
– Era un idioma extranjero. No decian nada.
– ?Crees que sabrias dibujarme algunas de esas letras que viste?
Nina volvio a negar con la cabeza.
– Solo la vi un momento -dijo-. Jimmy y yo sabiamos que si su padre nos pillaba nos daria unos azotes. -De pronto sus ojos se llenaron de lagrimas-. ?Vendran los demonios a buscarme a mi tambien porque la vi?
Negue con la cabeza para tranquilizarla, pero ella rompio a llorar.
– Estoy muy asustada desde que paso eso en la granja de los Mauthen -dijo entre sollozos-. Tengo pesadillas. Se que vendran a buscarme.
Me sente a su lado en el borde de la cama y le puse un brazo sobre los hombros. Poco a poco, sus sollozos se fueron reduciendo.
– Nadie va a venir a buscarte.
Ella me miro. Ya no lloraba, pero vi la verdad en sus ojos. Estaba aterrada. Por muchas palabras tranquilizadoras que le dijera, no conseguiria serenarla.
Me levante y fui a buscar mi capa.
– Te voy a regalar una cosa -dije metiendo la mano en uno de los bolsillos. Saque una pieza de la lampara simpatica que estaba fabricando en la Factoria; era un disco de metal brillante con una de las caras cubierta de complicadas inscripciones de sigaldria.
Se lo lleve a Nina.
– Me dieron este amuleto cuando estuve en Veloran. Muy lejos, al otro lado de las montanas Stormwal. Es un amuleto excelente contra los demonios. -Le cogi una mano y se lo puse en la palma.
Nina lo miro, y luego me miro a mi.
– ?Tu no lo necesitas?
Negue con la cabeza.
– Yo tengo otras formas de protegerme.
Nina cerro la mano; las lagrimas volvian a resbalar por sus mejillas.
– Muchas gracias. Lo llevare siempre encima. -Tenia los nudillos blancos de tanto como apretaba el disco metalico.
Yo sabia que lo perderia. No enseguida, pero quiza pasado un ano, o dos, o diez. Era inevitable; y cuando eso pasara, Nina estaria peor que antes.
– No hace falta -me apresure a decir-. Te explicare como funciona. -Le cogi la mano en la que tenia el trozo de metal y la envolvi con la mia-. Cierra los ojos.
Nina cerro los ojos, y recite lentamente los diez primeros versos de Ve
Termine, y Nina abrio los ojos. Ya no lloraba.
– Ahora estas conectada con el -dije-. Pase lo que pase, este donde este el amuleto, siempre te protegera.