verdes pastos, gente mas amable y mujeres mas hermosas. -Ahueco una mano alrededor de una oreja, se inclino hacia el carromato y me hinco un codo en las costillas.

– Lo estoy oyendo todo -dijo mi madre con voz dulce desde el interior. Mi padre sonrio y me guino un ojo.

– Bueno, ?que obra vamos a representar? -pregunte a mi padre-. Nada vulgar, por supuesto. La gente de por aqui es muy temerosa de Dios.

Me miro.

– ?Que te gustaria?

Lo pense largo rato.

– Yo representaria algo del ciclo Campo Luminoso. La forja del camino o algo por el estilo.

Mi padre hizo una mueca.

– No es una obra muy buena.

Me encogi de hombros.

– No lo van a notar. Ademas, habla todo el rato de Tehlu, asi que nadie podra quejarse de que sea vulgar. - Mire al cielo-. Solo espero que no se ponga a llover en medio de la funcion.

Mi padre tambien miro las nubes.

– Llovera. Pero hay cosas peores que actuar bajo la lluvia.

– ?Como actuar bajo la lluvia y que te timen? -pregunte.

El alcalde vino hacia nosotros; caminaba tan aprisa como se lo permitian las piernas. Tenia la frente perlada de sudor y resoplaba un poco, como si hubiera recorrido una larga distancia.

– He estado hablando con unos miembros del ayuntamiento y hemos decidido que, si lo preferis, podeis utilizar la taberna.

Empleando con maestria el lenguaje no verbal, mi padre dejo clarisimo que estaba ofendido, pero que era demasiado educado para manifestarlo.

– De verdad que no quisiera causarle…

– No, no. No es ninguna molestia. Es mas, insisto.

– Muy bien. Si insiste usted…

El alcalde sonrio y se marcho apresuradamente.

– Bueno, eso esta un poco mejor -dijo mi padre dando un suspiro-. De momento no tendremos que apretarnos el cinturon.

– Medio penique por cabeza. Eso es. Los que no tengan cabeza entran gratis. Gracias, senor.

Trip se ocupaba de la entrada y se aseguraba de que todo el mundo pagara para ver la obra.

– Medio penique por cabeza. Aunque a juzgar por el rosado brillo de sus mejillas, senora, deberia cobrarle por una cabeza y media. Pero eso no es asunto mio…

Trip era el miembro de la troupe con mas labia, y eso lo convertia en el candidato idoneo para la tarea de asegurarse de que nadie entrara sin pagar. Era imposible engatusarlo o acobardarlo. Con su variopinto traje de bufon, verde y gris, Trip podia decir casi lo que quisiera y salir airoso.

– Hola, mami. El pequeno no paga, pero si se pone a llorar, sera mejor que le des el pecho o te lo lleves afuera. -Trip no callaba ni un momento-. Eso es, medio penique. Si, senor, las cabezas huecas tambien pagan.

Aunque siempre era divertido ver trabajar a Trip, yo estaba distraido mirando un carromato que habia entrado por el otro extremo del pueblo hacia cerca de un cuarto de hora. El alcalde habia discutido con el anciano que lo conducia y se habia marchado como un vendaval. Vi que el alcalde volvia al carromato acompanado de un individuo alto y provisto de un largo garrote; si no me equivocaba, debia de ser el alguacil.

Me vencio la curiosidad y me dirigi hacia el carromato, procurando que no me vieran. El alcalde y el anciano volvian a discutir cuando me acerque lo suficiente para oirlos. El alguacil estaba a escasa distancia, con cara de irritacion y nerviosismo.

– … dicho que no tengo licencia. No necesito licencia. ?Los vendedores ambulantes necesitan licencia? ?Los caldereros necesitan licencia?

– Usted no es calderero -argumento el alcalde-. No intente hacerse pasar por lo que no es.

– No intento hacerme pasar por nada -le espeto el anciano-. Soy calderero y vendedor ambulante, y mas que eso. Soy arcanista, pedazo de idiota.

– Con mas razon -dijo el alcalde, obstinado-. Por aqui somos temerosos de Dios. No queremos saber nada de gente que tontea con cosas oscuras que es mejor dejar en paz. Los de su clase solo causan problemas.

– ?Los de mi clase? -repitio el anciano-. ?Que sabe usted de los de mi clase? Seguramente, hace cincuenta anos que no pasa ningun arcanista por aqui.

– Y nos gusta que sea asi. De media vuelta y marchese por donde ha venido.

– ?Y un cuerno! No pienso pasar la noche bajo la lluvia por culpa de un cazurro como usted -dijo el anciano, muy acalorado-. No necesito su permiso para alquilar una habitacion ni para hacer negocios en la calle. Y ahora, dejeme en paz o comprobara de primera mano el tipo de problemas que podemos causar los de mi clase.

El miedo paso fugazmente por el semblante del alcalde, pero la indignacion lo sustituyo rapidamente. Le hizo una sena al alguacil y dijo:

– En ese caso, pasara la noche en el calabozo por vagancia y conducta amenazadora. Lo soltaremos por la manana, si es que ha aprendido a dominar su lengua. -El alguacil fue hacia el carromato con el garrote al lado del cuerpo.

Sin moverse de donde estaba, el anciano levanto una mano. Una intensa luz roja surgio de las esquinas delanteras de su carromato.

– Ya hay suficiente -dijo en tono amenazador-. Si no, las cosas podrian ponerse feas.

Tras un momento de sorpresa, comprendi que esa extrana luz provenia de un par de lamparas simpaticas que el anciano habia instalado en su carromato. Yo habia visto esas lamparas en la biblioteca de lord Greyfallow. Daban una luz mas intensa que las de gas, y mas firme que la de las velas o las lamparas de aceite, y duraban casi eternamente. Ademas eran carisimas. Habria apostado a que en aquel pueblo nadie habia oido hablar de ellas ni las habia visto jamas.

El alguacil se paro en seco cuando la luz empezo a intensificarse. Pero como no parecia que pasara nada, apreto la mandibula y siguio andando hacia el carromato.

El rostro del anciano denotaba nerviosismo.

– Espere un momento -dijo al mismo tiempo que la luz roja del carromato empezaba a apagarse-. No me gustaria que…

– Cierra el pico, viejo charlatan -le corto el alguacil. Agarro al arcanista por el brazo como si metiera la mano en un horno. Como no paso nada, se sonrio y se sintio mas seguro de si mismo-. Si es necesario, estoy dispuesto a darte una buena tunda para que no hagas mas brujerias de esas.

– Asi se hace, Tom -tercio el alcalde, que rebosaba de alivio-. Llevatelo, y ya enviaremos a alguien a buscar el carromato.

El alguacil sonrio y le retorcio el brazo al anciano. El arcanista se doblo por la cintura y, dolorido, dejo escapar un grito ahogado.

Agazapado en una esquina, vi que la expresion del anciano pasaba del nerviosismo al dolor y a la rabia en solo un segundo. Y le vi mover los labios.

Una violenta rafaga de viento surgio de la nada, como si de pronto, sin previo aviso, hubiera estallado una tormenta. El viento sacudio el carromato del anciano, que se levanto sobre dos ruedas para luego caer de golpe sobre las cuatro. El alguacil se tambaleo y cayo al suelo, como si lo hubiera derribado la mano de Dios. Incluso donde yo estaba escondido, casi a diez metros de distancia, el viento era tan fuerte que tuve que dar un paso adelante, como si me hubieran empujado bruscamente por la espalda.

– ?Fuera de aqui! -chillo, furioso, el anciano-. ?No me atormentes mas! ?Le prendere fuego a tu sangre y te invadira un miedo frio como el hielo y duro como el hierro! -Esas palabras me resultaron vagamente familiares, pero no sabia de que me sonaban.

El alcalde y el alguacil se dieron la vuelta y echaron a correr, con los ojos abiertos y enloquecidos como caballos espantados.

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