El viento ceso con la misma rapidez con que habia empezado a soplar. La rafaga no debio de durar mas de cinco segundos. Como la mayoria de los vecinos se habian congregado frente a la taberna, no crei que nadie lo hubiera visto excepto yo, el alcalde, el alguacil y los asnos del anciano, que estaban completamente quietos e imperturbables en sus aparejos.

– Dejad este lugar limpio de vuestra repugnante presencia -mascullo el arcanista mientras los veia marchar-. Por el poder de mi nombre ordeno que asi sea.

Entonces comprendi por que sus palabras me resultaban tan familiares: el anciano estaba recitando unos versos de la escena del exorcismo de Daeonica. Poca gente conocia esa obra.

El anciano se volvio hacia su carromato y empezo a improvisar:

– Os convertire en mantequilla en un dia de verano. Os convertire en poetas con alma de sacerdotes. Os llenare de crema de limon y os arrojare por una ventana. -Escupio en el suelo-. Cabrones.

Se le fue pasando el enfado, y dio un hondo y cansado suspiro.

– Bueno, podria haber sido mucho peor -murmuro mientras se frotaba el hombro del brazo que el alguacil le habia retorcido-. ?Creeis que volveran con una turba detras?

Al principio pense que el anciano me lo decia a mi, pero entonces me percate de que estaba hablando con sus asnos.

– Yo tampoco -les dijo-. Pero ya me he equivocado otras veces. Quedemonos cerca de los limites del pueblo y echemosle un vistazo a la avena que nos queda, ?de acuerdo?

Subio al carromato por la parte de atras y reaparecio un momento mas tarde con un gran cubo y un saco de arpillera casi vacio. Vacio el saco en el cubo, y el resultado parecio desanimarlo. Separo un punado de avena para el antes de acercarles el cubo a los asnos con el pie.

– No me mireis asi -les dijo-. Las raciones son escasas para todos. Ademas, vosotros podeis pastar. -Acaricio a uno de los animales mientras se comia su punado de avena, parando de vez en cuando para escupir una cascara.

Ver a aquel anciano tan solo en el camino, sin nadie con quien hablar sino sus asnos, me produjo una honda tristeza. La vida tambien era dura para los Edena Ruh, pero al menos nosotros siempre teniamos compania. Aquel hombre, en cambio, no tenia a nadie.

– Nos hemos alejado demasiado de la civilizacion, chicos. Los que me necesitan no confian en mi, y los que confian en mi no pueden pagarme. -El anciano miro en el interior de su bolsa de dinero con los ojos entrecerrados-. Tenemos un penique y medio, de modo que nuestras opciones son limitadas. ?Que queremos, mojarnos esta noche o pasar hambre manana? No vamos a trabajar, asi que seguramente sera o una cosa o la otra.

Asome la cabeza hasta alcanzar a ver lo que estaba escrito en el costado del carromato del anciano:

Abenthy: arcanista sublime

Escribano. Zahori. Boticario. Dentista.

Articulos insolitos. Curo todo tipo de dolencias.

Encuentro objetos perdidos. Reparo de todo. Horoscopos no. Filtros de amor no. Felonias no.

Abenthy me vio en cuanto asome la cabeza desde mi escondite.

– Hola. ?Puedo ayudarte en algo?

– ?Puedo comprarle algo con un penique?

El anciano parecia debatirse entre la curiosidad y el regocijo.

– ?Que necesitas?

– Un poco de lacillium. -Habiamos representado Farien el Rubio una docena de veces en el ultimo mes, y mi joven imaginacion se habia llenado de intrigas y asesinatos.

– ?Temes que te envenenen? -inquirio el con cierto asombro.

– No, no es eso. Pero me parece que si esperas hasta el momento en que sabes que necesitas un antidoto, seguramente ya es demasiado tarde para buscarlo.

– Creo que puedo venderte un penique de lacillium -dijo-. Equivaldra a una dosis para una persona de tu tamano. Pero es un producto peligroso. Solo cura ciertos venenos. Si lo tomas equivocadamente, puede hacerte dano.

– Ahi va -dije-. Eso no lo sabia. -En la obra lo ofrecian como panacea infalible.

Abenthy se dio unos golpecitos en los labios con un dedo, pensativo.

– Mientras tanto, ?puedes contestarme una pregunta? -Asenti-. ?De quien es esa troupe?

– Mia, en cierto modo -respondi-. Pero por otra parte es de mi padre, porque el dirige el espectaculo y senala el camino por donde tienen que ir los carromatos. Pero tambien es del baron Greyfallow, porque el es nuestro mecenas. Somos vasallos de lord Greyfallow.

El anciano me miro, risueno.

– He oido hablar de vosotros. Sois una buena troupe. Con muy buena reputacion.

Asenti, pues me parecio absurdo aparentar modestia.

– ?Crees que a tu padre podria interesarle un poco de ayuda? -me pregunto-. No soy un gran actor, pero podria serle util. Podria prepararos maquillaje y carmin sin plomo, mercurio ni arsenico. Tambien se hacer luces: rapidas, limpias y brillantes. De diferentes colores, si quereis.

No tuve que pensarmelo mucho: las velas eran caras y vulnerables a las corrientes de aire, y las antorchas eran sucias y peligrosas. Y todos los miembros de la troupe aprendian los peligros de los cosmeticos a edad muy temprana. Resultaba dificil convertirse en un artista anciano y experimentado si cada tres dias te pintabas con veneno y acababas loco de atar antes de haber cumplido veinticinco anos.

– Quiza me este precipitando -dije tendiendole una mano para que me la estrechara-, pero permitame ser el primero en darle la bienvenida a la troupe.

Si esto tiene que ser un relato completo y sincero de mi vida y de mis actos, creo que deberia mencionar que los motivos que me llevaron a invitar a Ben a entrar en nuestra troupe no eran del todo altruistas. Es cierto que los cosmeticos y las luces de calidad eran cosas de las que la troupe podia beneficiarse. Tambien es cierto que habia sentido lastima por aquel anciano al imaginarmelo tan solo por aquellos caminos.

Pero sobre todo sentia curiosidad. Habia visto a Abenthy hacer algo que yo no podia explicar, algo extrano y maravilloso. No me refiero a lo de las lamparas simpaticas; sabia muy bien que eso solo era teatro, un truco para impresionar a los pueblerinos ignorantes.

Pero lo que habia hecho despues era diferente. Habia llamado al viento, y el viento habia acudido. Eso era magia, magia de la de verdad. La clase de magia de la que yo habia oido hablar en las historias sobre Taborlin el Grande. La clase de magia en que no creia desde que tenia seis anos. Ya no sabia que creer.

Asi que lo invite a unirse a nuestra troupe, con la esperanza de encontrar respuestas a mis preguntas. Aunque entonces no lo sabia, yo estaba buscando el nombre del viento.

9 En el carromato de Ben

Abenthy fue el primer arcanista que conoci, una figura extrana y emocionante para un nino tan pequeno como yo. Dominaba todas las ciencias: botanica, astronomia, psicologia, anatomia, alquimia, geologia, quimica…

Era corpulento, con unos ojos chispeantes que no paraban de moverse en todas direcciones. Tenia una franja horizontal de pelo gris oscuro en la parte de atras de la cabeza, pero (y eso es lo que mejor recuerdo de el) no tenia cejas. O mejor dicho, las tenia, pero en un estado perpetuo de renacimiento, porque se las quemaba continuamente durante sus experimentos de alquimia. Esa peculiaridad le daba un aire de sorpresa y burla.

Hablaba con dulzura, reia a menudo y nunca ejercitaba su ingenio a costa de los demas. Maldecia como un marinero borracho con una pierna rota, pero solo a sus asnos. Los animales se llamaban Alfa y Beta, y Abenthy les daba zanahorias y terrones de azucar cuando creia que nadie lo veia. La quimica era su disciplina favorita, y mi padre aseguraba que jamas habia conocido a nadie que manejara mejor el alambique.

Cuando Abenthy solo llevaba un par de dias en la troupe, yo ya tenia por costumbre viajar en su carromato. Le hacia preguntas y el me las contestaba. Luego el me pedia que le cantara canciones, y yo las tocaba con un

Вы читаете El Nombre Del Viento
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату