laud que habia tomado prestado del carromato de mi padre.
De vez en cuando, incluso cantaba. Tenia una potente voz de tenor y siempre desafinaba, buscando las notas donde no correspondia. Casi siempre que pasaba eso, paraba y se reia de si mismo. Era un buen hombre, y nada engreido.
Un dia, poco despues de conocerlo, le pregunte a Abenthy que se sentia cuando se era un arcanista.
Me miro atentamente.
– ?Conoces a algun arcanista? -pregunto.
– Una vez pagamos a uno que encontramos en el camino para que nos arreglara un eje roto. -Hice una pausa para pensar-. Se dirigia al interior con una caravana de pescado.
Abenthy hizo un ademan de desden.
– No, no, chico. Me refiero a un arcanista de verdad, y no a un pobre hechicero de tres al cuarto que se gana la vida por las rutas de las caravanas tratando de impedir que la carne se pudra.
– ?Que diferencia hay? -pregunte intuyendo que eso era lo que se esperaba de mi.
– Bueno -repuso el-, me llevaria tiempo explicartelo…
– Tengo todo el tiempo del mundo.
Abenthy me miro como evaluandome. Yo estaba esperando esa mirada. Era la clase de mirada que decia: «Hablas como si fueras mayor de lo que aparentas». Confiaba en que lo asumiera deprisa. Resulta tedioso que te hablen como si fueras un nino, aunque lo seas.
Abenthy respiro hondo.
– El que uno sepa hacer un par de trucos no significa que sea un arcanista. Hay gente que sabe arreglar un hueso roto o leer vin-tico eldico. Quiza hasta practiquen un poco de simpatia, pero…
– ?Simpatia? -le interrumpi con todo el respeto de que fui capaz.
– Supongo que tu lo llamas magia -dijo Abenthy de mala gana-. Pero en realidad no lo es. -Se encogio de hombros y continuo-: Pero aunque practiques la simpatia, eso no te convierte en arcanista. Un verdadero arcanista es el que ha estudiado el Arcano en la Universidad.
Cuando menciono el Arcano, se me ocurrieron una docena de preguntas mas. Quiza pienses que no son muchas, pero si las anades a las cincuenta preguntas que yo llevaba conmigo a todas partes, comprenderas que estaba a punto de explotar. Hice un gran esfuerzo para permanecer callado, porque queria que Abenthy continuara el solo.
Abenthy, sin embargo, se percato de mi reaccion.
– Veo que has oido hablar del Arcano, ?no? -Parecia hacerle gracia-. A ver, explicame lo que te han contado.
Ese pequeno apunte era la unica excusa que yo necesitaba.
– Un nino de Temper Glen me conto que si te cortas un brazo te lo pueden coser en la Universidad. ?Es verdad? Hay historias que dicen que Taborlin el Grande fue a la Universidad a aprender los nombres de todas las cosas. Hay una biblioteca con mil libros. ?De verdad hay tantos?
Abenthy contesto mi ultima pregunta; las otras las habia formulado demasiado deprisa y no le habia dejado responder.
– Hay mas de mil. Diez veces diez mil libros. O mas. Mas libros de los que jamas podrias leer. -La voz de Abenthy adquirio un deje nostalgico.
?Mas libros de los que jamas podria leer? Eso no acababa de creermelo.
Ben continuo:
– La gente que ves viajando en las caravanas, como hechiceros que hacen que la comida no se estropee, zahories, adivinos, embaucadores, ellos no son verdaderos arcanistas, igual que todos los artistas itinerantes no son del Edena Ruh. Quiza sepan un poco de alquimia, un poco de simpatia, un poco de medicina. -Sacudio la cabeza-. Pero no son arcanistas de verdad.
»Hay mucha gente que asegura serlo. Llevan tunica y se dan muchos aires para aprovecharse de los ignorantes y de los ingenuos. Pero te voy a decir como puedes reconocer a un verdadero arcanista.
Abenthy se quito una fina cadena que llevaba colgada del cuello y me la dio. Era la primera vez que yo veia un florin del Arcano. No llamaba mucho la atencion; solo era un trozo plano de plomo con una extrana inscripcion grabada.
– Eso es un verdadero
Me aguante y asenti con la cabeza. La mano con que habia cogido el florin se me habia dormido. Sentia curiosidad por examinar las inscripciones del anverso y el reverso, pero pasados unos segundos se me habia dormido el brazo hasta el hombro, como si me hubiera recostado toda la noche sobre el. Me pregunte si se me dormiria todo el cuerpo si seguia sujetandolo.
No tuve ocasion de comprobarlo, porque el carromato paso por un bache y se me cayo el florin de Abenthy de la mano. El anciano lo atrapo al vuelo y volvio a colgarselo del cuello, riendo.
– ?Como lo soporta? -pregunte, y me frote la mano entumecida para recuperar la sensibilidad.
– Solo le produce ese efecto a los demas -me explico-. Su propietario solo nota calor. Asi es como se diferencia a un arcanista de alguien que tiene un don para encontrar agua o para predecir el tiempo.
– Trip tiene algo parecido -dije-. En todas las tiradas saca sietes.
– Eso es un poco diferente -dijo Abenthy riendo-. No es tan inexplicable como un don. -Se recosto un poco mas en el asiento-. Y probablemente sea tambien mas seguro. Hace doscientos anos, uno podia darse por muerto si la gente sospechaba que tenia un don. Los tehlinos los consideraban senales diabolicas, y quemaban a la gente que los tenia. -Se puso serio.
– Nosotros hemos tenido que sacar a Trip de la carcel un par de veces -dije tratando de aligerar el tono de la conversacion-. Pero nadie ha intentado nunca quemarlo.
Abenthy esbozo una sonrisa cansada.
– Sospecho que Trip tiene un par de dados muy especiales, o una habilidad muy especial que seguramente exhibe tambien cuando juega a cartas. Te agradezco mucho tu oportuno comentario, pero un don es algo completamente distinto.
No soporto que me traten con condescendencia.
– Trip no haria trampas ni para salvar el cuello -dije con mas aspereza de la que pretendia-. Y todos los miembros de la troupe saben distinguir unos dados buenos de unos dados amanados. Trip saca sietes. No importa que dados use: siempre saca sietes. Si hace una apuesta con alguien, saca sietes. Si tropieza con una mesa sobre la que hay unos dados, marcan un siete.
– Hmmm. -Abenthy asintio-. Te pido disculpas. Eso si parece un don. Me gustaria verlo.
Asenti.
– Coja sus propios dados. Hace anos que no le dejamos jugar. -Entonces se me ocurrio una cosa-. Quiza ya no funcione.
Abenthy se encogio de hombros.
– Los dones no desaparecen asi como asi. Cuando vivia en Staup, conoci a un joven que tenia un don. Era excepcional con las plantas. -La sonrisa de Abenthy se esfumo mientras el anciano contemplaba algo que yo no podia ver-. Sus tomates estaban rojos cuando las tomateras de todos los demas todavia estaban creciendo. Sus calabazas eran mas grandes y mas dulces, sus uvas, nada mas prensarlas y embotellarlas, enseguida se convertian en vino. -Se quedo callado, con la mirada perdida.
– ?Lo quemaron? -pregunte con la morbosa curiosidad propia de los jovenes.
– ?Que? No, claro que no. No soy tan viejo. -Me miro con el ceno fruncido, fingiendo severidad-. Hubo una sequia y el tipo tuvo que huir de la ciudad. A su pobre madre se le rompio el corazon.
Hubo un momento de silencio. Oi a Teren y a Shandi, que viajaban dos carromatos mas adelante, ensayar unos versos de
Abenthy tambien los escuchaba, distraidamente. Despues de que Teren se perdiera a medio monologo del jardin de Fain, me volvi y mire al anciano.
– ?En la Universidad ensenan teatro? -pregunte.
Abenthy nego con la cabeza, y me miro como si le hiciera gracia mi pregunta.