No os confundais: ya no era yo mismo. Al menos no era la misma persona que un ciclo atras. En todo lo que hacia empleaba por entero mi cerebro, para que no quedara ninguna parte desocupada, libre para recordar.

Adelgace y mi aspecto fisico empeoro. Dormia bajo la lluvia o bajo el sol, sobre la blanda hierba, sobre la humeda tierra o sobre las piedras con una indiferencia que solo el sufrimiento puede proporcionar. Unicamente me fijaba en mi entorno cuando llovia, porque entonces no podia sacar mi laud para tocar, y eso me dolia.

Claro que tocaba. Tocar era mi unico consuelo.

Hacia finales del primer mes, se me habian formado unos callos duros como piedras en los dedos y podia tocar durante horas seguidas. Tocaba y volvia a tocar todas las canciones que sabia de memoria. Luego empece a tocar tambien las canciones que recordaba a medias, llenando como podia las partes que habia olvidado.

Al final podia tocar desde que despertaba hasta que me dormia. Deje de tocar las canciones que ya sabia y empece a inventarme otras. Antes ya habia compuesto canciones; incluso habia ayudado a mi padre a componer un verso o dos. Pero ahora le dedique toda mi atencion. Algunas de esas canciones me han acompanado hasta hoy.

Poco despues empece a tocar… ?como podria describirlo?

Empece a tocar otra cosa que no eran canciones. Cuando el sol calienta la hierba y la brisa te refresca, sientes algo especial, y yo tocaba hasta que conseguia expresar ese sentimiento. Tocaba hasta que la musica sonaba a «Hierba tibia y brisa fresca».

Tocaba para mi mismo, pero era un publico muy exigente. Recuerdo que pase casi tres dias enteros tratando de capturar «El viento al girar una hoja».

Hacia finales del segundo mes, podia tocar cosas casi con la misma facilidad con que las veia y las sentia: «El sol poniendose detras de las nubes», «Un pajaro bebiendo», «El rocio en los he-lechos».

Hacia mediados del tercer mes deje de buscar fuera y empece a buscar temas en mi interior. Aprendi a tocar «Viajar en el carromato con Ben», «Cantar con padre junto al fuego», «Ver bailar a Shandi», «Moler hojas cuando hace buen tiempo», «La sonrisa de madre»…

Tocar esas cosas me dolia, por supuesto; pero era un dolor como el de los dedos tiernos sobre las cuerdas del laud. Sangraba un poco, pero confiaba en que pronto me saldria el callo.

Hacia finales del verano, se rompio una cuerda del laud. No habia forma de repararla. Me pase casi todo el dia sumido en un mudo estupor, sin saber que hacer. Todavia tenia la mente adormecida. Rescate los vestigios de mi inteligencia y me concentre en el problema. Tras comprender que no podia fabricar una cuerda ni conseguir una nueva, volvi a sentarme y me propuse aprender a tocar con solo seis cuerdas.

Al cabo de un ciclo, tocaba tan bien con seis cuerdas como con siete. Tres ciclos mas tarde, cuando intentaba tocar «Esperando mientras llueve», se rompio otra cuerda.

Esa vez no lo dude: quite la cuerda rota y segui tocando.

Hacia mediados de Siega se rompio la tercera cuerda. Despues de intentarlo durante casi medio dia, comprendi que tres cuerdas rotas eran demasiado. Asi que meti el cuchillo romo, el ovillo de cuerda y el libro de Ben en el andrajoso saco de lona. Luego me colgue el laud de mi padre del hombro y me puse a andar.

Intente tararear «Nieve que cae con las ultimas hojas del otono», «Dedos encallecidos» y «Un laud de cuatro cuerdas», pero no era lo mismo que tocar.

Mi plan consistia en encontrar un camino y seguirlo hasta llegar a un pueblo. No tenia ni idea de a que distancia podian estar el pueblo ni el camino mas cercanos, ni de como podian llamarse. Sabia que me encontraba en el sur de la Mancomunidad, pero mi ubicacion exacta estaba enterrada y enredada con otros recuerdos que no queria desenterrar.

El clima me ayudo a decidirme. El frescor otonal se estaba convirtiendo en frio invernal. Sabia que el tiempo seria mas calido en el sur. Asi que, a falta de otro plan mejor, me situe con el sol sobre mi hombro izquierdo y me propuse recorrer tanta distancia como pudiera.

El siguiente ciclo fue un suplicio. Pronto se me acabo la poca comida que me habia llevado, y tenia que parar y buscar alimento cuando tenia hambre. Habia dias en que no encontraba agua, y cuando la encontraba, no tenia nada con que llevarmela. El pequeno camino de carro desemboco en un camino mas ancho, que a su vez me condujo hasta otro aun mas ancho. Tenia los pies rozados y llenos de ampollas. Algunas noches hacia un frio tremendo.

Encontraba posadas, pero por lo general las evitaba y solo ocasionalmente me limitaba a beber un trago en el abrevadero de los caballos. Tambien encontre algunas aldeas, pero yo necesitaba una poblacion mas grande. A los campesinos no les hacen falta cuerdas de laud.

Al principio, cada vez que oia acercarse un carromato o un caballo, me escondia, cojeando, en el margen del camino. No habia hablado con ningun ser humano desde la noche que mataron a mi familia. Parecia mas un animal salvaje que un nino de doce anos. Pero al final el camino se hizo demasiado ancho y concurrido, y pasaba mas tiempo escondiendome que caminando. Acabe quedandome en el camino, y senti alivio al ver que la mayoria de la gente me ignoraba.

Una manana, cuando llevaba menos de una hora caminando, oi una carreta que venia detras de mi. El camino era lo bastante ancho para que pasaran dos carromatos a la vez, pero de todas formas me aparte y me quede en la hierba del margen.

– ?Eh, muchacho! -grito una aspera voz masculina. No me di la vuelta-. ?Eh, muchacho!

Me aparte un poco mas de la calzada, sin mirar atras. Mantuve la cabeza agachada, mirandome los pies.

La carreta se detuvo a mi lado. La voz sono mucho mas fuerte que antes:

– ?Muchacho! ?Eh, muchacho!

Levante la cabeza y vi a un anciano de rostro curtido que me miraba con los ojos entornados para protegerse del sol. Podia tener entre cuarenta y setenta anos. Sentado a su lado iba un joven de hombros anchos y rostro feucho. Supuse que debian de ser padre e hijo.

– ?Estas sordo, hijo? -me pregunto el anciano.

Negue con la cabeza.

– Entonces, ?eres mudo?

Volvi a negar con la cabeza.

– No. -Resultaba extrano hablar con alguien. Mi voz sono rara, aspera y oxidada.

Me miro con los ojos entornados.

– ?Vas a la ciudad?

Asenti. No queria volver a hablar.

– Sube. -Senalo con la cabeza hacia la parte trasera de la carreta-. A Sam no le importara tirar de un chiquillo como tu. -Le dio unas palmadas en la grupa al mulo.

Era mas facil obedecer que huir. Y el sudor acumulado en mis zapatos hacia que me dolieran aun mas las ampollas. Fui hacia la parte de atras de la carreta descubierta y monte en ella con mi laud. Estaba llena de grandes bolsas de arpillera. De uno de los sacos, abierto, se habian caido unas cuantas calabazas, redondas y nudosas, que rodaron por el suelo.

El anciano sacudio las riendas, grito «?Arre!», y el mulo se puso en marcha con desgana. Recogi las calabazas sueltas y las meti en el saco que se habia abierto. El granjero me sonrio por encima del hombro.

– Gracias, chico. Me llamo Seth, y este es Jake. Sera mejor que te sientes. Si pillamos un bache, podrias caerte de la carreta.

Me sente encima de un saco; me sentia inexplicablemente tenso y no sabia que podia esperar.

El anciano granjero le paso las riendas a su hijo y saco una gran hogaza de pan de una bolsa que tenia a los pies. Arranco un gran pedazo, lo unto con abundante mantequilla y me lo dio.

Esa muestra de generosidad tan natural me produjo una punzada de dolor en el pecho. Hacia medio ano que no probaba el pan; estaba blando y caliente, y la mantequilla era dulce. Reserve un trozo para mas tarde y lo guarde en mi saco de lona.

Al cabo de un cuarto de hora, el anciano se volvio.

– ?Sabes tocar eso, chico? -Senalo el estuche del laud, y yo lo aprete contra mi cuerpo.

– Esta roto -dije.

– Ah -repuso el, desilusionado. Crei que iba a pedirme que me apeara, pero me sonrio e hizo un gesto con la

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