– Que, que. Ya va, ya va, Tanee. No me he ido, estaba aqui mismo. Ya he vuelto. -Dio unos golpecitos con un pie en el desnudo suelo de piedra. Iba descalzo. Note como la tension se vaciaba lentamente de mi cuerpo. Fuera lo que fuese lo que estaba pasando alli, no parecia tan siniestro como habia pensado al principio.

Al ver aparecer a aquel hombre, el nino dejo de tirar de las cuerdas.

– Eeeeeaah -dijo, y tiro de las cuerdas que lo sujetaban.

– ?Que? -Esa vez si era una pregunta.

– Eeeeeaah.

– ?Hmmm? -El anciano miro alrededor y me vio-. Ah, hola. -Volvio a mirar al nino que estaba en el catre-. ?Que despabilado estas hoy! ?Tanee me ha llamado para que vea que tenemos visita! -Tanee compuso una macabra sonrisa y dio un sonoro graznido. El sonido que emitio no se parecia en nada a aquel lastimero gemido; era evidente que estaba riendo.

El anciano se volvio hacia mi y dijo:

– No te reconozco. ?Habias estado aqui antes?

Negue con la cabeza.

– Bueno, tengo un poco de pan de hace solo dos dias. Si me llenas un cubo de agua, puedes llevarte todo el pan que puedas comerte. -Me miro-. ?Te parece bien?

Asenti. Aparte de los catres, los unicos muebles que habia en la habitacion eran una silla, una mesa y un barril abierto junto a una de las puertas. Encima de la mesa habia amontonadas cuatro grandes hogazas de pan.

El anciano asintio tambien, y luego empezo a avanzar con cuidado hacia la silla. Andaba con cautela, como si le dolieran los pies al pisar.

Llego a la silla, se sento y senalo el barril que estaba junto a la puerta.

– Detras de la puerta hay una bomba y un cubo. No hace falta que corras, no es ninguna carrera. -Mientras hablaba, cruzo distraidamente las piernas y empezo a frotarse un pie.

«Mala circulacion -penso una parte de mi mente que llevaba tiempo sin utilizar-. Riesgo de infeccion y molestias considerables. Deberia tener los pies y las piernas en alto, darse masajes y banarlos en una infusion caliente de corteza de sauce, alcanfor y arrurruz.»

– No llenes demasiado el cubo. No quiero que te lastimes ni que te mojes. Aqui abajo ya hay bastante humedad. -Puso el pie en el suelo y se agacho para coger en brazos a uno de los bebes que empezaba a moverse, inquieto, en la manta.

Mientras llenaba el barril, yo miraba de reojo al anciano. Tenia el pelo gris, pero a pesar de eso, y de sus andares lentos y comedidos, vi que no era muy viejo. Tendria unos cuarenta anos, quiza menos. Llevaba una larga tunica, remendada hasta tal punto que no se distinguian la forma ni el color originales. Aunque iba casi tan harapiento como yo, iba mas limpio. Lo cual no quiere decir que fuera precisamente limpio, sino mas limpio que yo. No era dificil.

Se llamaba Trapis. La tunica remendada era la unica prenda que tenia. Pasaba casi todas las horas del dia en aquel humedo sotano cuidando a los desesperados que no le importaban a nadie mas. La mayoria eran ninos. Algunos, como Tanee, tenian que estar atados para que no se lastimaran ni se cayeran de la cama. Otros, como Jaspin, que habia enloquecido dos anos atras, tenian que estar atados para que no lastimaran a los demas.

Paraliticos, tullidos, catatonicos, espasticos… Trapis los cuidaba a todos con la misma paciencia infinita. Jamas le oi quejarse de nada, ni siquiera de sus pies descalzos, que estaban siempre hinchados y que debian de producirle un dolor constante.

Nos ofrecia a los ninos toda la ayuda que podia, un poco de comida cuando la tenia. A cambio, nosotros le llevabamos agua, le fregabamos el suelo, le haciamos encargos y cogiamos a los bebes en brazos para que no lloraran. Haciamos todo lo que nos pedia, y cuando no habia comida, al menos siempre habia un poco de agua, una sonrisa cansada y alguien que nos miraba como si fueramos humanos y no animales vestidos con harapos.

A veces daba la impresion de que Trapis se encargaba el solo de todas las criaturas desesperadas de aquella zona de Tarbean. Nosotros, a cambio, lo queriamos con una ferocidad de que solo son capaces los animales. Si alguien le hubiera levantado una mano a Trapis, un centenar de ninos enfurecidos lo habrian hecho trizas en medio de la calle.

Esos primeros meses fui con frecuencia a su sotano, y luego cada vez menos. Trapis y Tanee eran buenos companeros. Ninguno de nosotros sentia la necesidad de hablar demasiado, y eso me gustaba. Pero los otros ninos de la calle me ponian muy nervioso, asi que solo iba por alli cuando estaba desesperado y necesitaba ayuda, o cuando tenia algo que compartir.

Pese a que casi nunca estaba alli, era agradable saber que habia un sitio en la ciudad donde no me darian patadas, no me perseguirian ni me escupirian. Saber que existian Trapis y su sotano me ayudaba cuando estaba solo en los tejados. Era casi como un hogar al que siempre podias regresar. Casi.

22 Tiempo de demonios

Esos primeros meses en Tarbean aprendi muchas cosas. Aprendi que posadas y que restaurantes tiraban la mejor comida, y lo podrida que tenia que estar la comida para ponerte enfermo si te la comias.

Aprendi que el complejo de edificios, cercado por una tapia,

que habia cerca de los muelles era el templo de Tehlu. A veces los

tehlinos nos daban pan, pero antes de coger nuestra hogaza tenia

mos que rezar unas oraciones. No me importaba; era mas facil

que mendigar. A veces, los sacerdotes de tunica gris intentaban que

entrara en la iglesia para rezar las oraciones, pero yo habia oido

rumores, y cuando me lo pedian me escapaba, tanto si ya me ha

bian dado la hogaza como si no.

Aprendi a esconderme. Tenia un sitio secreto encima de una vieja curtiduria, donde confluian tres tejados proporcionandome abrigo del viento y de la lluvia. Escondi el libro de Ben bajo las vigas, envuelto en una lona. Solo lo sacaba de alli de vez en cuando, como si fuera una reliquia sagrada. El libro era el unico objeto solido de mi pasado que conservaba, y tomaba todo tipo de precauciones para protegerlo.

Aprendi que Tarbean es enorme. Si no la has visto con tus propios ojos, no puedes imaginarlo. Es como el oceano. Por mucho que te hayan hablado del agua y de las olas, no te haces una idea de su tamano hasta que te plantas en la orilla. No comprendes realmente el oceano hasta que te hallas en medio de el, rodeado de agua por todos los lados extendiendose hasta el infinito.

Solo entonces comprendes lo pequeno y lo impotente que eres.

Parte de la inmensidad de Tarbean se debe a que esta dividida en un millar de barrios, cada uno con su propia personalidad. El Conejal, Arrieros, Lavanderas, Centro, Cererias, Toneleros, el Puerto, La Brea, Sastrerias… Podias pasar una vida entera en Tarbean sin llegar a conocer todos sus barrios.

Sin embargo, a efectos practicos Tarbean tenia dos sectores: la Ribera y la Colina. En la Ribera vivian los pobres: mendigos, ladrones y prostitutas. En la Colina vivian los ricos: abogados, politicos y cortesanos.

Llevaba dos meses en Tarbean cuando se me ocurrio probar

suerte en la Colina. El invierno se habia apoderado con firmeza de

la ciudad, y las Fiestas del Solsticio de Invierno hacian que las calles fueran mas peligrosas que de costumbre.

Eso me sorprendio. Todos los inviernos, desde que yo tenia uso de razon, nuestra troupe habia organizado las Fiestas del Solsticio de Invierno en algun pueblo. Disfrazados con mascaras de demonios, aterrorizabamos a los habitantes durante los siete dias del Gran Duelo, para gran regocijo de todos. Mi padre estaba tan convincente interpretando a Encanis que parecia que lo hubieramos conjurado. Lo mas importante es que dabamos miedo y al mismo tiempo teniamos cuidado. Nadie resulto jamas herido cuando nuestra troupe se encargaba de los festejos.

Pero en Tarbean era diferente. Bueno, los elementos de la fiesta eran los mismos. Habia hombres con mascaras de demonio pintadas con colores chillones merodeando por la ciudad y haciendo trastadas. Tambien

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