Perial estaba sorprendida, pero no preocupada, porque sabia que su hijo era un regalo de Dios.

Sin embargo, Perial era una mujer sabia. Ella sabia que la gente no lo entenderia, asi que no se separaba de Mend, y cuando sus amigos y vecinos iban a visitarla, ella los echaba con cualquier pretexto.

Pero esa situacion no podia prolongarse mucho, porque en los pueblos pequenos no se pueden guardar secretos. La gente sabia que Perial no estaba casada. Y aunque en esos tiempos era habitual que nacieran hijos fuera del matrimonio, no lo era que los ninos se convirtieran en hombres en menos de dos meses. La gente temia que Perial se hubiera acostado con un demonio, y que su hijo fuera hijo de un demonio. Esas cosas no eran insolitas en esos oscuros tiempos, y la gente tenia miedo.

Asi que el primer dia del septimo ciclo se reunieron todos y fueron a la casita donde Perial vivia con su hijo. El herrero del pueblo, que se llamaba Rengen, hizo de portavoz.

– Ensenanos al nino -grito. Pero no hubo respuesta-. Trae-nos al nino y demuestranos que es humano, como nosotros.

La casa seguia en silencio, y aunque habia muchos hombres en la calle, nadie queria entrar en la casa donde se sospechaba que habitaba un demonio. Asi que el herrero volvio a gritar:

– Trae al joven Mend, Perial, o quemaremos la casa con vosotros dentro.

Se abrio la puerta y salio un hombre. Nadie lo reconocio, porque aunque solo hacia siete ciclos que habia salido del vientre de su madre, Mend aparentaba diecisiete anos. Se quedo alli plantado, orgulloso, con sus negros ojos y su negro cabello.

– Yo soy el que llamais Mend -dijo con una voz grave y sonora-. ?Que quereis de mi?

Al oir su voz, Perial, que seguia dentro de la casa, dio un grito ahogado. Ademas de ser la primera vez que Mend hablaba, Perial reconocio su voz: era la misma que habia oido en un sueno, meses atras.

– ?Que quieres decir con eso de que te llamamos Mend? -pregunto el herrero asiendo con fuerza su martillo. Sabia que habia demonios que parecian humanos, o que se disfrazaban con su piel, como hacian algunos ocultandose bajo una piel de cordero.

El nino que ya no era un nino dijo:

– Soy el hijo de Perial, pero no soy Mend. Y tampoco soy un demonio.

– Entonces toca el hierro de mi martillo -dijo Rengen, porque sabia que los demonios temian dos cosas: el hierro frio y el fuego limpio. Le tendio su pesado martillo de forja. Le temblaban las manos, pero nadie se lo reprocho.

El que no era Mend dio un paso adelante y puso ambas manos sobre la cabeza de hierro del martillo. No sucedio nada. Perial, que observaba desde el umbral de su casa, rompio a llorar, porque aunque confiaba en Tehlu, en el fondo habia temido por su hijo.

– No soy Mend, aunque ese es el nombre que me puso mi madre. Soy Tehlu, senor de todas las cosas. He venido a liberaros de los demonios y de la maldad de vuestros corazones. Soy Tehlu, hijo de mi mismo. Que los malvados oigan mi voz y tiemblen.

Y todos temblaron. Pero algunos se resistian a creer. Lo llamaron demonio y lo amenazaron. El miedo les hizo pronunciar duras palabras. Algunos le lanzaron piedras y lo maldijeron, y escupieron hacia donde estaban su madre y el.

Entonces Tehlu se enfurecio, y habria podido matarlos a todos, pero Perial se le acerco y le puso una mano en el hombro para retenerlo.

– ?Que se puede esperar de ellos? -le pregunto en voz baja-. De unos hombres que conviven con los demonios. Hasta el mejor de los perros muerde cuando se cansa de que lo maltraten.

Tehlu reflexiono y comprendio que Perial era una mujer sabia. Miro en el corazon de Rengen y dijo:

– Rengen, hijo de Engen, tienes una amante a la que pagas para que se acueste contigo. Enganas y robas a tus empleados. Y aunque rezas en voz alta, no crees que yo, Tehlu, creara el mundo ni que vigile a todos los que vivis en el.

Al oir eso, Rengen palidecio y dejo caer el martillo al suelo. Porque lo que Tehlu acababa de decir era cierto. Tehlu miro a todos los hombres y mujeres que se hallaban alli. Miro dentro de sus corazones y dijo lo que veia. Todos eran indignos, hasta tal punto que Rengen podia considerarse uno de los mejores.

Entonces Tehlu trazo una raya en el suelo que lo separaba de los vecinos.

– Este camino es como el sinuoso curso de una vida. Hay dos caminos paralelos que podeis tomar. Todos vosotros viajais ya por ese lado del camino. Teneis que elegir. Podeis quedaros en vuestro camino, o cruzar y venir al mio.

– Pero el camino es el mismo, ?no? Lleva al mismo sitio -dijo alguien.

– Si.

– ?Adonde lleva el camino?

– A la muerte. Todas las vidas conducen a la muerte, excepto una. Asi son las cosas.

– Entonces, ?que importancia tiene el lado por el que vayamos? -pregunto Rengen. Era corpulento, uno de los pocos que superaban en estatura a Tehlu. Pero estaba impresionado por todo lo que habia visto y oido en las horas pasadas-. ?Que hay en nuestro lado del camino?

– Dolor -respondio Tehlu con una voz dura y fria como la piedra-. Castigo.

– ?Y en tu lado?

– Dolor ahora -dijo Tehlu con la misma voz-. Castigo ahora, por todo lo que habeis hecho. Eso no se puede eludir. Pero yo tambien estoy aqui, este es mi camino.

– ?Que tengo que hacer para cruzar?

– Arrepentirte y venir a mi lado.

Rengen cruzo la raya y se situo al lado de su Dios. Entonces Tehlu se agacho y recogio el martillo que el herrero habia dejado caer al suelo. Pero en lugar de devolverselo, golpeo a Rengen con el como si fuera un latigo. Una vez. Dos veces. Tres. Y el tercer golpe hizo caer a Rengen de rodillas, sollozando y chillando de dolor. Pero despues del tercer golpe, Tehlu dejo el martillo y se arrodillo para mirar a Rengen a los ojos.

– Has sido el primero en cruzar -dijo en voz baja, para que solo lo oyera el herrero-. Hacia falta valor; no era facil. Estoy orgulloso de ti. Ya no te llamas Rengen; ahora te llamas Wereth, el forjador del camino. -Tehlu lo abrazo, y el contacto con sus brazos alivio gran parte del dolor de Rengen, que ya se llamaba Wereth. Pero no todo, porque Tehlu hablaba en serio cuando decia que el castigo no podia eludirse.

Fueron cruzando la raya uno a uno, y uno a uno Tehlu los golpeo con el martillo. Pero cuando caian arrodillados, Tehlu se arrodillaba a su lado y hablaba con ellos; les daba un nuevo nombre y aliviaba parte de su dolor.

Muchos de aquellos hombres y mujeres tenian demonios escondidos dentro que huian chillando cuando los tocaba el martillo. A ellos Tehlu les dedicaba mas tiempo, pero al final siempre los abrazaba, y todos se mostraban agradecidos. Algunos se ponian a bailar de felicidad al sentirse liberados de esos seres tan terribles que habitaban en su interior.

Al final solo quedaron siete personas al otro lado de la linea. Tehlu les pregunto tres veces si querian cruzar, y ellos se negaron tres veces. Despues de la tercera vez, Tehlu salto al otro lado de la raya y les asesto a cada uno un fuerte golpe, haciendolos caer al suelo.

Pero no todos eran hombres. Cuando Tehlu golpeo al cuarto, se oyo un ruido parecido al del hierro al enfriarse y olio a cuero quemado. Porque el cuarto hombre no era un hombre, sino un demonio con piel de hombre. Tehlu agarro al demonio y lo despedazo con las manos, maldiciendolo y lanzandolo a la oscuridad exterior, donde habitan los de su clase.

Los otros tres se dejaron golpear. Ninguno era un demonio, aunque de los cuerpos de algunos de los que habian caido salieron huyendo demonios. Cuando hubo terminado, Tehlu no hablo con los seis que no habian cruzado, ni se arrodillo para abrazarlos y aliviar su dolor.

Al dia siguiente, Tehlu se puso en camino para terminar lo que habia empezado. Fue de pueblo en pueblo ofreciendo a sus habitantes la misma eleccion que les habia planteado a los convecinos de Perial. El resultado siempre era el mismo: algunos cruzaban, y algunos se quedaban; algunos no eran hombres, sino demonios, y a esos Tehlu los destruia.

Pero habia un demonio que seguia eludiendo a Tehlu: Encanis, que tenia la cara en sombras. Encanis, cuya voz era como un cuchillo en la mente de los humanos.

Siempre que Tehlu paraba en un pueblo para ofrecer a sus habitantes la posibilidad de elegir su camino, Encanis habia estado alli antes, destrozando los cultivos y envenenando los pozos. Encanis hacia que los hombres

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