se mataran entre ellos y se llevaba a los ninos de sus camas por la noche.

Pasados siete anos, Tehlu habia recorrido el mundo entero. Habia echado a los demonios que nos atormentaban. A todos excepto a uno. Encanis seguia en libertad y hacia el trabajo de un millar de demonios, destruyendolo y saqueandolo todo a su paso.

Tehlu perseguia a Encanis, y Encanis huia. Pronto Tehlu estuvo a solo un ciclo del demonio, y luego a dos dias, y luego a medio dia. Por fin estaba tan cerca que sentia el frio que dejaba Encanis a su paso, y veia sitios donde habia puesto las manos y los pies, porque estaban marcados con una fria y negra escarcha.

Encanis sabia que lo perseguian, y se dirigio a una gran ciudad. El Senor de los Demonios empleo todo su poder y la ciudad quedo arrasada. Lo hizo con la esperanza de retrasar a Tehlu y escapar, pero el Dios Andante solo se detuvo para encargar a unos sacerdotes que se ocuparan de la gente de la ciudad en ruinas.

Encanis huyo durante seis dias, y seis grandes ciudades quedaron destruidas. Pero al septimo dia, Tehlu llego antes de que Encanis pudiera emplear su poder, y la septima ciudad se salvo. Por eso el siete es el numero de la suerte, y por eso celebramos el Chaen.

Encanis se hallaba en apuros, y concentro todas sus fuerzas en escapar de Tehlu. Pero al octavo dia Tehlu no se entretuvo comiendo ni durmiendo. Y asi fue como, al final de la Abatida, Tehlu atrapo a Encanis. Se abalanzo sobre el demonio y lo golpeo con su martillo de forja. Encanis cayo como una piedra, pero el martillo de Tehlu se hizo pedazos, y los pedazos quedaron esparcidos por el polvoriento camino.

Tehlu se cargo el cuerpo inerte del demonio a la espalda y camino toda la noche, y en la manana del noveno dia llego a la ciudad de Atur. Cuando la gente vio a Tehlu llevando el cuerpo inerte del demonio, creyeron que Encanis estaba muerto. Pero Tehlu sabia que matar a Encanis no era facil. Ninguna espada normal ni ningun golpe normal podian matarlo. Y ninguna celda con barrotes podia retenerlo.

Asi que Tehlu llevo a Encanis a la herreria. Pidio que le llevaran hierro, y la gente le trajo todo el hierro que tenia. Pese a que no habia descansado ni un momento ni habia comido nada, Tehlu trabajo durante todo el noveno dia. Diez hombres manejaban el fuelle, y Tehlu forjo la gran rueda de hierro.

Trabajo sin descanso toda la noche, y al despuntar el alba del decimo dia, Tehlu le dio un ultimo golpe a la rueda, que quedo terminada. Era una rueda de hierro negro, mas alta que un hombre. Tenia seis rayos mas gruesos que el mango de un martillo, y el aro media un palmo de ancho. Pesaba como cuarenta hombres, y estaba fria. El sonido de su nombre era terrible, y nadie podia pronunciarlo.

Tehlu escogio a un sacerdote de entre la gente que se habia acercado a curiosear. Entonces los puso a todos a cavar un gran hoyo de cuatro metros de ancho y seis de profundidad en medio del pueblo.

Mientras salia el sol, Tehlu puso el cuerpo del demonio sobre la rueda. Al tocar el hierro, Encanis, dormido, empezo a agitarse. Pero Tehlu lo ato con unas cadenas a la rueda, uniendo los eslabones a golpe de martillo y sellandolas hasta que fueron mas seguras que cualquier candado.

Entonces Tehlu se aparto, y todos vieron como Encanis se rebullia, como si tuviera una pesadilla. Se sacudio y desperto del todo. Encanis tiro de las cadenas, arqueando el cuerpo. Donde el hierro le tocaba los pies, notaba como si le clavaran cuchillos, agujas y clavos; era un dolor punzante como la quemazon del hielo, como la picadura de un centenar de tabanos. Encanis no paraba de sacudirse sobre la rueda y empezo a aullar, porque el hierro lo quemaba, lo mordia y lo congelaba.

Ese sonido era como dulce musica para Tehlu. Se tumbo en el suelo junto a la rueda y durmio profundamente, porque estaba muy cansado.

Desperto la noche del decimo dia. Encanis seguia encadenado a la rueda, pero ya no bramaba ni forcejeaba como un animal atrapado. Tehlu se agacho y, haciendo un gran esfuerzo, levanto la rueda y la apoyo contra un arbol. En cuanto se acerco a el, Encanis lo maldijo en lenguas que nadie conocia, aranando y mordiendo.

– Tu lo has querido -dijo Tehlu.

Esa noche celebraron una gran fiesta. Tehlu envio a unos hombres a cortar una docena de troncos y les mando encender una hoguera en el fondo del profundo hoyo que habian cavado.

Los vecinos del pueblo bailaron y cantaron toda la noche alrededor del fuego. Sabian que por fin habian capturado al ultimo y el mas peligroso demonio que quedaba en el mundo.

Y toda la noche Encanis colgo de su rueda y los observo, inmovil como una serpiente.

Al amanecer del undecimo dia, Tehlu se acerco a Encanis por tercera y ultima vez. El demonio parecia feroz y agotado. Estaba amarillento y los huesos se le marcaban bajo la piel. Pero su poder todavia lo rodeaba como un oscuro manto, ocultando su rostro en sombras.

– Encanis -dijo Tehlu-, esta es tu ultima oportunidad para hablar. Hazlo, porque se que tienes poder para hacerlo.

– No soy Encanis, senor Tehlu -dijo el demonio con voz lastimera, y todos los que lo oyeron sintieron pena por el. Pero luego se oyo un ruido de hierro al enfriarse, y la rueda resono como una campana. El cuerpo de Encanis se arqueo, dolorido, al oir aquel ruido, y luego quedo inerte, colgando de las munecas, mientras se extinguia el zumbido de la rueda.

– Basta de trucos, criatura tenebrosa. No mientas mas -dijo Tehlu con severidad; sus ojos eran tan duros y oscuros como el hierro de la rueda.

– ?Que quieres, pues? -mascullo Encanis. Su voz era aspera como el roce de una piedra contra otra-. ?Que? Maldito seas, ?que quieres de mi?

– Tu camino es muy corto, Encanis. Pero todavia puedes elegir por que lado quieres viajar.

Encanis solto una risotada.

– ?Me vas a ofrecer la misma eleccion que le ofreces al ganado? De acuerdo, cruzare a tu lado del camino, me arrepiento y…

La rueda volvio a sonar produciendo un sonido parecido al largo y grave tanido de una campana. Encanis volvio a tensar el cuerpo contra las cadenas, y su grito agito la tierra y sacudio las piedras en un radio de un kilometro.

Cuando se extinguieron los gritos y el sonido de la rueda, Encanis quedo colgando, jadeando y temblando.

– Ya te he advertido que no mintieras -dijo Tehlu, implacable.

– ?Entonces elijo mi camino! -grito Encanis-. ?No me arrepiento! Si pudiera elegir otra vez, solo cambiaria lo rapido que puedo correr. ?Tu gente es como el ganado del que se alimentan los de mi clase! ?Asi te pudras! Si me concedieras media hora, haria cosas tales que esos malditos campesinos ignorantes enloquecerian de miedo. Me beberia la sangre de sus hijos y me banaria en las lagrimas de sus mujeres. -Habria seguido hablando, pero no paraba de forcejear y de tirar de las cadenas que lo sujetaban, y le faltaba el aliento.

– Muy bien -dijo Tehlu, y se acerco mas a la rueda. Por un instante parecio que fuera a abrazar a Encanis, pero solo estaba asiendo los rayos de hierro de la rueda. Entonces Tehlu levanto la rueda por encima de su cabeza. Con ambos brazos estirados, la llevo hacia el hoyo y arrojo en el a Encanis.

Durante las largas horas de la noche, una docena de troncos habian alimentado el fuego. Las llamas se habian apagado al amanecer, dejando una gruesa capa de brasas que relucian cuando las acariciaba el viento.

La rueda cayo plana en el fondo del hoyo, con Encanis encadenado a ella. Se hundio varios centimetros en las brasas ardientes, y hubo una explosion de chispas y ceniza. Encanis quedo tendido sobre las brasas, sujeto al hierro que se le clavaba y lo quemaba.

Aunque no estaba en contacto directo con el fuego, el calor era tan intenso que la ropa de Encanis se chamusco y empezo a desmenuzarse sin llegar a prender. El demonio se sacudia y tiraba de las cadenas, y al hacerlo hundia aun mas la rueda en las brasas.

Encanis gritaba, porque sabia que el fuego y el hierro mataban a los demonios. Y aunque tenia grandes poderes, estaba encadenado y ardia. Notaba el metal de la rueda calentandose bajo su cuerpo, chamuscandole la piel de los brazos y las piernas. Encanis chillaba, e incluso cuando su piel empezo a desprender humo y a quemarse, su rostro seguia envuelto en una sombra que surgia de el como una lengua de oscuro fuego.

Entonces Encanis se callo, y lo unico que se oyo fue el sonido sibilante del sudor y la sangre que goteaban del cuerpo del demonio. Se produjo un largo silencio. Encanis tiro de las cadenas que lo sujetaban a la rueda; parecia que fuera a tirar de ellas hasta que los musculos se le desprendieran del hueso y de los tendones.

Entonces se oyo un fuerte ruido, como una campana al romperse, y uno de los brazos del demonio se solto de la rueda. Varios eslabones de la cadena, al rojo vivo, salieron despedidos hacia arriba y fueron a parar, humeando, a los pies de la gente que estaba al borde del hoyo. Solo se oyo la subita y salvaje risa de Encanis,

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