aguda como el ruido del cristal al romperse.

Al poco rato, el demonio solto la otra mano, pero antes de que pudiera hacer nada mas, Tehlu se lanzo al hoyo; cayo con tanta fuerza que hizo resonar el hierro. Tehlu le agarro las manos al demonio y las apreto contra la rueda.

Encanis grito furioso e incredulo, pues aunque Tehlu volvia a aprisionarlo contra la rueda, y pese a que notaba la fuerza de Tehlu, mayor que las cadenas que Encanis acababa de romper, vio que Tehlu estaba ardiendo.

– ?Estas loco! -grito-. Moriras aqui conmigo. Sueltame y dejame vivir. Sueltame y no te causare mas problemas. -Y la rueda no resono, porque Encanis estaba asustado de verdad.

– No -dijo Tehlu-. Tu castigo es la muerte. Te lo mereces.

– ?Estas loco! -seguia gritando Encanis, sin exito-. ?Estas ardiendo, vas a morir igual que yo!

– Todo vuelve a las cenizas, asi que esta carne tambien ardera. Pero yo soy Tehlu. Hijo de mi mismo. Padre de mi mismo. Yo estaba antes, y estare despues. Si soy un sacrificio, lo soy unicamente a mi mismo. Y si alguien me necesita y me invoca de la forma correcta, volvere para juzgar y castigar.

Tehlu lo sujeto contra la rueda, y ni los gritos ni las amenazas del demonio lograron apartarlo ni un centimetro. Y asi fue como Encanis abandono este mundo, y con el Tehlu, que era Mend. Ambos ardieron hasta quedar reducidos a cenizas en el hoyo de Atur. Por eso los sacerdotes tehlinos llevan tunicas de color gris. Y por eso sabemos que Tehlu nos cuida, nos vigila y nos protege de…

Trapis interrumpio su relato, porque Jaspin empezo a aullar y a agitarse, tensando las cuerdas que lo sujetaban. Como la historia ya no me mantenia despierto, me fui desvaneciendo lentamente.

Despues de aquello, empece a albergar una sospecha que nunca me abandono por completo. ?Era Trapis un sacerdote tehlino? Su tunica estaba sucia y hecha jirones, pero parecia del mismo gris que las tunicas de los tehlinos. Algunos fragmentos de su historia eran torpes e imprecisos, mientras que otros eran solemnes y majestuosos, como si Trapis los recitara tras rescatarlos de una memoria semiolvidada. ?Serian sermones? ?Serian lecturas del Libro del camino?

Nunca se lo pregunte. Y aunque pase por su sotano muchas veces en los meses siguientes, nunca oi a Trapis relatar ninguna otra historia.

24 Como si fueran sombras

Durante mi estancia en Tarbean segui aprendiendo, aunque la mayoria de las lecciones fueron dolorosas y desagradables.

Aprendi a mendigar. Era una pieza de teatro muy sencilla con un publico muy dificil. Lo hacia bien, pero en la Ribera habia poco dinero, y un cuenco vacio significaba una noche de hambre y frio.

Por ensayo y error descubri la forma correcta de rajar una bolsa de dinero y de meter la mano en un bolsillo. Esto ultimo se me daba especialmente bien. Los cierres y los candados de todo tipo pronto me revelaron sus secretos. Utilizaba mis habiles dedos para cosas que ni mis padres ni Abenthy habrian sospechado jamas.

Aprendi a huir de cualquiera que tuviera una sonrisa de un blanco artificial. La resina de denner te blanquea lentamente los dientes; de modo que los consumidores de denner que viven lo suficiente para que sus dientes se vuelvan completamente blancos, lo mas probable es que ya se lo hayan vendido todo. Tarbean esta llena de gente peligrosa, pero nada hay mas peligroso que un adicto al denner con una desesperada necesidad de consumir mas resina. Son capaces de matarte por un par de peniques.

Aprendi a fabricarme zapatos con retales. Los zapatos de verdad se convirtieron en un sueno para mi. Los dos primeros anos, parecia que siempre tuviera los pies frios, o cortados, o ambas cosas. Pero al tercer ano, mis pies eran como el cuero viejo, y podia correr descalzo durante horas por las calles adoquinadas sin sentir ningun dolor.

Aprendi a no esperar ayuda de nadie. En las partes mas peligrosas de Tarbean, una llamada de ayuda atrae a los depredadores como el olor de la sangre transportado por el viento.

Estaba acurrucado en mi escondite, donde confluian los tres tejados. Desperte de un profundo sueno al oir risotadas y pasos en el callejon.

Los pasos se detuvieron; se oyo un desgarron de ropa, seguido de mas risas. Me acerque al borde del tejado y mire hacia abajo. Vi a un grupo de cinco o seis muchachos, casi hombres. Iban vestidos como yo, harapientos y sucios. Entraban y salian de la penumbra, como si fueran sombras. Habian corrido y jadeaban; oia su respiracion desde el tejado.

La victima estaba en medio del callejon: era un nino de apenas ocho anos. Uno de los muchachos lo sujetaba boca abajo contra el suelo. La desnuda piel del nino brillaba palida a la luz de la luna. Se oyo otro desgarron; el nino dio un debil grito que termino en un sollozo ahogado.

Los otros lo miraban y hablaban entre ellos con tono apremiante mientras sonreian con avidez y crueldad.

A mi tambien me habian perseguido por la noche, varias veces. Tambien a mi me habian atrapado, unos meses atras. Mire hacia abajo y me sorprendio ver que tenia una pesada teja roja en la mano, y que estaba dispuesto a lanzarla.

Entonces gire la cabeza y le eche un vistazo a mi escondite. Tenia una manta raida y media hogaza de pan. Alli era donde guardaba mi dinero para los momentos de apuro: ocho peniques de hierro que habia ahorrado por si tenia una racha de mala suerte. Y lo mas valioso de todo: el libro de Ben. Alli estaba a salvo. Aunque le diera a uno de aquellos muchachos con la teja, los otros solo tardarian dos minutos en llegar al tejado. Entonces, aunque lograra escapar, no tendria ningun sitio adonde ir.

Solte la teja. Volvi a lo que se habia convertido en mi hogar y me acurruque en el hueco bajo el alero. Retorci la manta con las manos y aprete los dientes, tratando de no oir el murmullo de la conversacion, salpicada de risotadas y silenciosos y desesperados sollozos.

25 Interludio: avido de explicaciones

Kvothe le hizo senas a Cronista para que dejara la pluma y se desperezo, entrelazando los dedos y estirando los brazos por encima de la cabeza.

– Hacia mucho tiempo que no recordaba todo eso -dijo-. Si te interesa saber por que me converti en el Kvothe del que hablan las historias, supongo que tendrias que buscar ahi.

Cronista arrugo la frente.

– ?Que quieres decir exactamente?

Kvothe hizo una larga pausa y se miro las manos.

– ?Sabes cuantas palizas me han dado en el curso de mi vida?

Cronista nego con la cabeza.

Kvothe levanto la mirada, sonrio y se encogio de hombros con indiferencia.

– Yo tampoco. Parece que esas cosas tengan que grabarse en la memoria. Parece que tuviera que recordar cuantos huesos me han roto. Parece que tuviera que acordarme de todos los puntos y los vendajes. -Sacudio la cabeza-. Pues no. Recuerdo a aquel nino sollozando en la oscuridad. Lo recuerdo como si hubiera sucedido ayer.

Cronista fruncio el ceno.

– Tu mismo has dicho que no podias hacer nada.

– Si podia -dijo Kvothe con seriedad-. Y no lo hice. Tome una decision, y todavia me arrepiento de ella. Los huesos se sueldan. El arrepentimiento perdura para siempre.

Kvothe se aparto de la mesa.

– Bueno, ya he hablado bastante del lado oscuro de Tarbean. -Se levanto y se estiro cuan largo era, con los brazos en alto.

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