de esa oscuridad que lo invadia todo era, de hecho, un gran ejercito que se acercaba a Myr Tariniel. Y lo peor era que no sonaban las campanas de alerta. Selitos solo podia contemplar como el ejercito se acercaba mas y mas sin que nadie lo advirtiera.

El enemigo masacro e incendio Myr Tariniel; cuanto menos hablemos de lo que sucedio, mejor. Las blancas murallas quedaron calcinadas y de las fuentes brotaba sangre. Durante una noche y un dia, Selitos permanecio alli de pie, impotente, junto a Lanre, sin poder hacer otra cosa que mirar y escuchar los gritos de los moribundos, el resonar del hierro, los crujidos de la piedra al romperse.

A la manana siguiente, cuando la luz del amanecer ilumino las torres ennegrecidas de la ciudad, Selitos comprobo que ya podia moverse. Se volvio hacia Lanre, y esa vez la vision no le fallo. Vio en Lanre una gran oscuridad y un espiritu atormentado. Pero Selitos todavia notaba las cadenas del sortilegio que lo inmovilizaba. Lidiando con la rabia y el desconcierto, dijo:

– ?Que has hecho, Lanre?

Lanre siguio contemplando las ruinas de Myr Tariniel. Estaba encorvado, como si llevara un gran peso sobre los hombros. Con voz cansina, dijo:

– ?Se me consideraba un buen hombre, Selitos?

– Eras de los mejores. Te considerabamos impecable.

– Y sin embargo, mira lo que he hecho.

Selitos no podia mirar su ciudad en ruinas.

– Si, mira lo que has hecho -concedio-. ?Por que?

Lanre hizo una pausa.

– Mi esposa ha muerto -dijo-. He sido victima del engano y de la traicion, pero soy el unico responsable de su muerte. -Trago saliva y giro la cabeza para contemplar el paisaje.

Selitos lo imito. Desde el mirador donde se encontraban, diviso unas columnas de humo negro. Selitos comprendio, con certeza y horror, que Myr Tariniel no era la unica ciudad que habia quedado destruida. Los aliados de Lanre habian devastado los ultimos bastiones del imperio.

Lanre se volvio.

– Y eso que era de los mejores. -Era terrible contemplar el rostro de Lanre; el dolor y la desesperacion habian hecho estragos en el-. ?Yo, un hombre al que todos consideraban sabio y bueno, soy el responsable de todo esto! -Agito los brazos-. Imaginate las infamias que un hombre de menos valia que yo puede ocultar en su corazon. -Lanre contemplo Myr Tariniel, y lo invadio una especie de paz-. Para ellos, al menos, todo ha terminado. Ahora ya estan a salvo. A salvo de las innumerables desgracias de la vida diaria. A salvo de los dolores de un destino injusto.

Selitos dijo en voz baja:

– A salvo del goce y de la maravilla…

– ?No existe el goce! -grito Lanre con una voz espantosa. El sonido de su voz rompio las piedras y reboto hacia ellos con un eco cortante-. Cualquier goce que surja aqui lo asfixian rapidamente las malas hierbas. Yo no soy un monstruo que destruye por puro placer. Si siembro sal es porque tengo que elegir entre las malas hierbas o nada. -Selitos solo veia vacio detras de sus ojos.

Selitos se agacho para coger del suelo una piedra con un canto puntiagudo.

– ?Pretendes matarme con una piedra? -Lanre solto una risotada-. Queria que lo entendieras, que supieras que no era la locura lo que me obligaba a hacer estas cosas.

– Tu no estas loco -admitio Selitos-. No veo locura en ti.

– Confiaba en que quiza quisieras unirte a mi en lo que me propongo hacer. -Lanre hablo con un desesperado anhelo en la voz-. Este mundo es como un amigo con una herida mortal. Una pocima amarga administrada con prisas solo consigue aliviar el dolor.

– ?Destruir el mundo? -murmuro Selitos-. Tu no estas loco, Lanre. Lo que se ha apoderado de ti es algo peor que la locura. Yo no puedo curarte. -Toco la afilada punta de la piedra que tenia en la mano.

– ?Quieres matarme para curarme, viejo amigo? -Lanre volvio a reir; era una risa terrible y salvaje. Entonces miro a Selitos, y una repentina esperanza se reflejo en sus vacios ojos-. ?Puedes hacerlo? -pregunto-. ?Puedes matarme, viejo amigo?

Selitos miro a su amigo a los ojos. Vio que Lanre, casi loco de dolor, habia buscado el poder para devolver a Lyra a la vida. Por amor a Lyra, Lanre habia buscado el conocimiento donde es mejor dejar el conocimiento en paz, y lo habia obtenido pagando un precio terrible.

Sin embargo, incluso con ese poder que tanto le habia costado obtener, no habia podido devolverle la vida a Lyra. Sin ella, para Lanre la vida no era mas que una carga, y el poder que habia adquirido era como un punal caliente en su pensamiento. Para huir de la desesperacion y de la agonia, Lanre se habia suicidado. Habia recurrido al ultimo refugio de los hombres: habia intentado escapar por las puertas de la muerte.

Pero asi como el amor de Lyra lo habia rescatado a el de detras de la ultima puerta, esa vez el poder de Lanre lo habia obligado a regresar del dulce estado de inconsciencia. Su recien adquirido poder lo hizo volver a su cuerpo, obligandolo a vivir.

Selitos miro a Lanre y lo comprendio todo. Ante el poder de su vision, esas revelaciones colgaban en el aire, como oscuros tapices, alrededor de la temblorosa figura de Lanre.

– Puedo matarte -dijo Selitos, y aparto la vista del rostro de Lanre, que reflejaba una repentina esperanza-. Estarias muerto una hora, o un dia. Pero regresarias, atraido como el hierro a una piedra iman. Tu nombre arde con el poder que tienes dentro. No puedo extinguir ese fuego, como tampoco podria lanzar una piedra que alcanzara la luna.

Lanre encorvo los hombros.

– Abrigaba esperanzas -se limito a decir-. Pero sabia la verdad. Ya no soy el Lanre que tu conocias. Mi nombre es nuevo y terrible. Soy Haliax, y ninguna puerta puede cerrarme el paso. Lo he perdido todo: no tengo a Lyra, no tengo el dulce consuelo del sueno, no puedo olvidar, y hasta la locura esta fuera de mi alcance. La muerte es una puerta abierta a mi poder. No tengo forma de huir. Solo tengo la esperanza del olvido despues de que todo haya desaparecido y de que el Aleu se desprenda, innombrable, del cielo. -Y despues de decir eso, Lanre se tapo la cara con ambas manos, y unos silenciosos y bruscos sollozos sacudieron su cuerpo.

Selitos contemplo las tierras que se extendian a sus pies y sintio una debil chispa de esperanza. Seis columnas de humo se alzaban en la lejania. Myr Tariniel habia sido borrada y seis ciudades, arrasadas. Pero eso significaba que no todo estaba perdido. Aun quedaba una ciudad…

A pesar de todo lo que habia ocurrido, Selitos miro a Lanre con compasion, y cuando hablo, su voz denotaba tristeza.

– Entonces, ?no queda nada? ?Ni una pizca de esperanza? -Le puso una mano en el brazo a Lanre-. En la vida hay cosas buenas. Incluso despues de todo esto, yo te ayudare a buscarlas. Si quieres intentarlo.

– No -dijo Lanre. Se irguio cuan largo era, y detras de las arrugas de sufrimiento, su gesto era majestuoso-. No hay nada bueno. Sembrare sal, para que no crezcan las malas hierbas.

– Lo siento -dijo Selitos, y se irguio tambien.

Entonces Selitos hablo con una voz potente:

– Mi vision nunca se habia nublado como ahora. No supe ver la verdad que habia dentro de tu corazon.

Selitos respiro hondo y continuo:

– Mis ojos me enganaron. Que nunca vuelva… -Levanto la piedra y se clavo el canto puntiagudo en un ojo. Su grito resono entre las rocas, y Selitos cayo de rodillas, jadeando-. Que nunca vuelva a estar tan ciego.

Se produjo un terrible silencio, y las cadenas del sortilegio soltaron a Selitos. Lanzo la piedra a los pies de Lanre y dijo:

– Por el poder de mi propia sangre te vinculo. Que tu propio nombre te maldiga.

Selitos pronuncio el largo nombre que habia visto en el corazon de Lanre, y el sol se oscurecio y el viento arranco las piedras de la montana.

Entonces Selitos dijo:

– Caiga sobre ti mi maldicion. Que tu rostro siempre este en sombras, negro como las torres caidas de mi amada Myr Tariniel.

»Caiga sobre ti mi maldicion. Que tu propio nombre se vuelva en tu contra, y que nunca encuentres la paz.

»Caiga sobre ti y sobre todos los que te sigan mi maldicion. Que dure hasta el fin del mundo y hasta que el

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