El juez les hizo senas a los mercenarios.

– Atadlo.

Los mercenarios obedecieron con brusca eficacia. Skarpi soporto todo el proceso sin alterarse y sin articular ni una sola palabra.

El juez vio como sus guardaespaldas empezaban a atarle las munecas a Skarpi; luego se dio un poco la vuelta, como si quisiera apartar al contador de historias de su pensamiento. Recorrio la taberna con la mirada, y su inspeccion termino en el hombre calvo y con delantal que estaba detras de la barra.

– ?Que Te-Tehlu os bendiga! -tartamudeo el dueno del Medio Mastil.

– Que asi sea -se limito a decir el juez. Volvio a recorrer la estancia con la mirada. Por fin se volvio hacia el otro sacerdote, que se aparto de la barra-. Anthony, ?crees que en un local tan bonito como este puede haber herejes?

– Todo es posible, senor juez.

– Ahhh -dijo el juez, y paseo lentamente la vista por toda la estancia; una vez mas, termino inspeccionando al tabernero.

– ?Puedo ofrecerles algo de beber a sus senorias? -se apresuro a decir el tabernero.

Hubo un unico silencio.

– Quiero decir… algo de beber para ustedes y para sus hermanos. ?Un buen barril de vino blanco de Fallows? Para mostrarles mi agradecimiento. Le dejo estar aqui porque al principio sus historias eran interesantes. -Trago saliva y siguio hablando atropella-damente-: Pero entonces empezo a decir cosas escandalosas. No me atrevia a echarlo, porque es evidente que esta loco, y todo el mundo sabe que Dios castiga con dureza a los que maltratan a los locos… -Se interrumpio, y de pronto la estancia quedo en silencio. Trago saliva, y desde donde yo estaba, cerca de la puerta, oi el seco chasquido de su garganta.

– Es un ofrecimiento muy generoso -dijo el juez por fin.

– Muy generoso -repitio el otro sacerdote.

– Sin embargo, a veces los licores tientan a los hombres a cometer perversidades.

– Perversidades -susurro el otro sacerdote.

– Y algunos de nuestros hermanos han hecho votos contra las tentaciones de la carne. Asi pues, debo rechazar tu ofrecimiento. -La voz del juez rezumaba piadoso pesar.

Consegui que Skarpi me mirara y le vi esbozar una discreta sonrisa. Senti un nudo en el estomago. El anciano contador de historias no parecia tener ni idea del aprieto en que se habia metido. Pero al mismo tiempo, en el fondo, mi egoismo me decia: «Si hubieras llegado antes y ya hubieses averiguado lo que necesitabas saber, ahora no te pareceria tan grave, ?no?».

El dueno de la taberna rompio el silencio:

– En ese caso, ya que no pueden llevarselo, ?por que no aceptan el valor del barril?

El juez se quedo pensativo.

– Haganlo por los ninos -anadio el tabernero-. Se que emplearan ese dinero para ayudarlos.

El juez fruncio los labios.

– Esta bien -dijo tras una pausa-. Por los ninos.

El otro sacerdote dijo con un tono desagradable:

– Por los ninos.

El tabernero compuso una debil sonrisa.

Skarpi me miro, puso los ojos en blanco y me lanzo un guino.

– Se diria -dijo Skarpi con su voz melosa- que unos elegantes clerigos como vosotros encontrarian cosas mejores que hacer que detener a contadores de historias y extorsionar a hombres decentes.

El tintineo de las monedas del tabernero se extinguio, y fue como si toda la estancia contuviera la respiracion. Con estudiada tranquilidad, el juez le dio la espalda a Skarpi y hablo por encima del hombro dirigiendose al otro sacerdote:

– ?Por lo visto nos hallamos ante un hereje cortes, Anthony! ?Que cosa tan extrana y maravillosa! Podriamos venderselo a una troupe Ruh; guarda cierto parecido con un perro parlante.

Skarpi hablo con la mirada fija en la espalda del juez:

– No es que espere que salgais en busca de Haliax y los Siete. «Hombres pequenos, actos pequenos», digo yo siempre. Imagino que el problema reside en encontrar un trabajo lo bastante pequeno para unos hombres como vosotros. Pero teneis recursos. Podriais recoger basura, o mirar si hay piojos en las camas de los burdeles cuando los visitais.

El juez se dio la vuelta, agarro la copa de barro cocido de encima de la barra y la estrello contra la cabeza de Skarpi, haciendola anicos.

– ?No hables en mi presencia! -chillo-. ?Tu no sabes nada!

Skarpi sacudio un poco la cabeza, como para despejarse. Un hilillo de sangre empezo a correr por su rostro curtido y se perdio en una de sus cejas de espuma de mar.

– Supongo que en eso tienes razon. Tehlu siempre decia…

– ?No pronuncies su nombre! -bramo el juez, muy colorado-. Tu boca lo mancilla. Es una blasfemia en tu lengua.

– Vamos, Erlus -dijo Skarpi como si hablara con un nino pequeno-. Tehlu te odia mas que el resto de la gente, lo que no es poco.

Un silencio artificial se apodero de la taberna. El juez palidecio.

– Que Dios se apiade de ti -dijo con voz fria y temblorosa.

Skarpi miro un momento al juez sin decir nada. Entonces se puso a reir. Era una risa retumbante y sonora que surgia del fondo de su alma.

Los ojos del juez buscaron a uno de los hombres que habia atado al contador de historias. El mercenario, sin preambulos, golpeo a Skarpi con el puno. Primero en un rinon, y luego en la parte de atras de la cabeza.

Skarpi cayo al suelo. La taberna quedo en silencio. El ruido de su cuerpo al golpear las tablas del suelo parecio apagarse antes que el eco de su risa. El juez hizo una sena, y uno de los guardias levanto al anciano por el pescuezo. Skarpi colgaba como una muneca de trapo, y sus pies rozaban el suelo.

Pero Skarpi no estaba inconsciente, sino solo aturdido. El contador de historias hizo girar los ojos hasta enfocar al juez.

– Que Dios se apiade «de mi». -Emitio un graznido que en otro momento podria haber sido una carcajada-. No sabes la gracia que tiene eso viniendo de ti.

Entonces Skarpi hablo como si se dirigiera al aire:

– Corre, Kvothe. Con esta clase de gente no se consigue nada bueno. Vete a los tejados. Quedate un tiempo donde no puedan verte. Tengo amigos en la iglesia que pueden ayudarme; tu, en cambio, no puedes hacer nada. Vete.

Como no me miraba mientras hablaba, hubo un momento de confusion. Entonces el juez hizo otra sena, y uno de los guardias le asesto un golpe a Skarpi en la cabeza. El anciano puso los ojos en blanco, y se le cayo la cabeza hacia delante. Me escabulli por la puerta y sali a la calle.

Segui el consejo de Skarpi, y antes de que salieran de la taberna yo ya corria por los tejados.

29 Las puertas de mi mente

Subi a los tejados y me refugie en mi escondite; una vez alli, me envolvi en mi manta y llore. Llore como si algo se hubiera roto dentro de mi y todo se desbordara.

Cuando me canse de llorar ya era noche cerrada. Me quede alli tumbado contemplando el cielo, agotado pero sin poder dormir. Pense en mis padres y en la troupe, y me sorprendio comprobar que los recuerdos eran menos amargos que antes.

Por primera vez en todos esos anos, utilice uno de los trucos que me habia ensenado Ben para serenar y agudizar la mente. Me costo mas de lo que recordaba, pero lo consegui.

Cuando duermes toda una noche sin moverte, al despertar por la manana tienes el cuerpo entumecido. Si recordais como es ese primer desperezo, agradable y doloroso, quiza entendais como se sentia mi mente despues

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