golpe una puerta en mi pensamiento, y los recuerdos se estaban derramando. Recorde a un hombre con los ojos vacios y con una sonrisa de pesadilla, recorde la sangre de su espada. Ceniza, se llamaba, y su voz era como un viento helado: «?Es este el fuego de tus padres?».
Pero no era el, sino el hombre que tenia detras. El que estaba callado, sentado junto al fuego. El hombre cuya cara estaba oculta en sombras. Haliax. Ese era el recuerdo que se cernia sobre mi conciencia desde que oyera la historia de Skarpi.
Corri a los tejados y me envolvi en mi manta raida. Poco a poco, los fragmentos de la historia y los fragmentos de mi memoria iban encajando. Empece a admitir imposibles verdades. Los Chandrian existian. Haliax existia. Si la historia que habia contado Skarpi era cierta, Lanre y Haliax eran la misma persona. Los Chandrian habian matado a mis padres, a toda mi troupe. ?Por que?
Otros recuerdos ascendieron burbujeando hasta la superficie de mi memoria. Vi al hombre de los ojos negros, Ceniza, arrodillado ante mi. Su rostro inexpresivo, su voz fria y afilada. «Se de unos padres -habia dicho- que han estado cantando unas canciones que no hay que cantar.»
Habian matado a mis padres por recopilar historias sobre los Chandrian. Habian matado a toda mi troupe por una cancion. Me quede toda la noche despierto dando vueltas a esos pensamientos. Poco a poco comprendi que esos pensamientos eran la verdad.
?Que hice entonces? ?Jure que los encontraria, que los mataria a todos por lo que habian hecho? Quiza. Pero aunque lo hiciera, en el fondo sabia que eso era imposible. Tarbean me habia inculcado mucho pragmatismo. ?Matar a los Chandrian? ?Matar a Lanre? ?Por donde iba a empezar? Era mas probable que consiguiera robar la luna. Al menos sabia donde buscar la luna por la noche.
Pero habia una cosa que si podia hacer. Al dia siguiente interrogaria a Skarpi sobre la verdad que habia detras de sus historias.
No era gran cosa, pero era lo unico que podia hacer. Quiza la venganza estuviera fuera de mi alcance, al menos de momento. Pero todavia abrigaba esperanzas de descubrir la verdad.
Me aferre con fuerza a esa esperanza durante toda la noche, hasta que salio el sol y me quede dormido.
28 La vigilante mirada de Tehlu
Al dia siguiente desperte al oir las campanadas que daban la hora. Conte cuatro campanadas, pero no sabia cuantas no habia oido. Parpadee, adormilado, e intente calcular que hora era a partir de la posicion del sol. Cerca de la sexta campanada. Skarpi debia de estar empezando su historia.
Eche a correr por las calles. Mis pies descalzos golpeaban los duros adoquines, pisaban charcos y tomaban atajos por los callejones. Lo veia todo borroso y aspiraba grandes bocanadas del aire humedo y estancado de la ciudad.
Irrumpi en el Medio Mastil casi corriendo y me quede apoyado en la pared del fondo, junto a la puerta. Repare en que en la posada habia mas gente de la habitual a tan temprana hora de la noche. Entonces la historia de Skarpi me capturo, y no pude sino escuchar su grave y cadenciosa voz y contemplar sus chispeantes ojos.
… Selitos el Tuerto se adelanto y dijo:
– Senor, si hago esto, ?se me otorgara el poder para vengar la perdida de la ciudad reluciente? ?Podre desbaratar los planes de Lanre y de sus Chandrian, que mataron a tantos inocentes y que incendiaron mi amada Myr Tariniel?
Aleph dijo:
– No. Todo lo personal debe quedar aparte, y tu solo debes castigar o recompensar lo que tu mismo veas a partir de hoy.
Selitos agacho la cabeza.
– Lo siento -dijo-, pero mi corazon me dice que debo intentar impedir esas cosas antes de que sucedan, y no esperar y castigar mas tarde.
Algunos Ruach murmuraron palabras de aprobacion y se pusieron al lado de Selitos, porque recordaban Myr Tariniel y estaban llenos de rabia y de dolor por la traicion de Lanre.
Selitos se acerco a Aleph y se arrodillo ante el.
– No puedo hacerlo, porque no puedo olvidar. Pero me enfrentare a el con la ayuda de estos fieles Ruach. Veo que sus corazones son puros. Nos llamaremos los Amyr, en memoria de la ciudad devastada. Frustraremos los planes de Lanre y de todos los que lo sigan. Nada nos impedira alcanzar el bien mayor.
Muchos Ruach se apartaron de Selitos. Tenian miedo, y no querian involucrarse en asuntos tan serios.
Pero Tehlu dio un paso adelante y dijo:
– Para mi lo primero es la justicia. Dejare este mundo para servirlo mejor, sirviendote a ti. -Se arrodillo ante Aleph, con la cabeza agachada y las palmas extendidas junto a los costados.
Otros se acercaron. El alto Kirel, al que habian quemado pero que habia sobrevivido entre las cenizas de Myr Tariniel. Deah, que habia perdido a dos esposos en la batalla, y cuyo rostro, boca y corazon eran duros y frios como la piedra. Enlas, que no llevaba espada ni comia carne de animales, y a quien nadie habia oido hablar jamas con dureza. La rubia Geisa, que tenia un centenar de pretendientes en Belen antes de que cayeran las murallas; la primera mujer que fue forzada por un hombre.
Lecelte, que reia a menudo, incluso cuando estaba afligido. Imet, que no era mas que un nino, y que nunca cantaba, y que mataba con rapidez y sin derramar ni una lagrima. Ordal, la mas joven de todos, que nunca habia visto morir a nadie, y que estaba ante Aleph, valiente, con el dorado cabello adornado con cintas. Y a su lado estaba Andan, cuyo rostro era una mascara con ojos llameantes, y cuyo nombre significaba «ira».
Se acercaron todos a Aleph, y el los toco. Les toco las manos, los ojos y los corazones. La ultima vez que los toco sintieron dolor, y les salieron unas alas en la espalda que les permitirian ir a donde quisieran. Alas de fuego y sombra. Alas de hierro y cristal. Alas de piedra y sangre.
Entonces Aleph pronuncio sus largos nombres, y los envolvio un fuego blanco. El fuego recorrio sus alas, y se volvieron rapidos. El fuego les acaricio los ojos, y pudieron ver en lo mas profundo del corazon de los hombres. El fuego les lleno la boca y cantaron canciones de poder. Entonces el fuego se instalo en su frente, como estrellas de plata, y se volvieron de inmediato honrados, sabios y sobrecogedores. Entonces el fuego los consumio, y desaparecieron para siempre de la vista de los mortales.
Solo los mas poderosos pueden verlos, y aun ello solo con gran dificultad y gran peligro. Ellos imponen justicia en el mundo, y Tehlu es el mas poderoso de todos…
– Ya he oido suficiente. -No lo dijo en voz alta, pero fue como si hubiera gritado. Cuando Skarpi contaba una historia, cualquier interrupcion era como masticar un grano de arena en medio de un bocado de pan.
Dos individuos ataviados con capas oscuras que estaban en el fondo de la estancia fueron hacia la barra. Uno era alto y orgulloso, y el otro, bajito y con capucha. Atisbe una tunica gris debajo de sus capas, y supe que eran sacerdotes tehlinos. Peor aun: vi a otros dos hombres que llevaban una coraza debajo de la capa. Mientras estuvieron sentados no me habia fijado en ellos, pero al verlos levantarse comprendi que eran los hombres duros de la iglesia. Tenian el rostro adusto, y la caida de sus capas me hizo sospechar que llevaban espadas.
No fui el unico que lo vio. Los ninos se escabulleron por la puerta. Los mas vivos trataron de aparentar indiferencia, pero algunos echaron a correr antes de llegar a la calle. Solo quedamos tres: un muchacho cealdico que llevaba una camisa con encaje, una nina que iba descalza y yo. Tres insensatos.
– Creo que ya hemos oido todos bastante -dijo el mas alto de los sacerdotes con severidad. Era delgado y tenia unos ojos hundidos con un brillo tenue, como brasas. Una barba muy bien cortada del color del hollin afilaba los bordes de su cara, que parecia la hoja de un cuchillo.
Le dio su capa al otro sacerdote, mas bajito y con capucha. Debajo llevaba la tunica de color gris palido de los tehlinos. Alrededor del cuello llevaba un juego de pesas de plata. Se me cayo el alma a los pies. No era un simple sacerdote, sino un juez. Los otros dos ninos salieron por la puerta.
El juez dijo:
– Bajo la vigilante mirada de Tehlu, te acuso de herejia.
– Doy fe -dijo el otro sacerdote.