Hacia tiempo que habia abandonado la costumbre de contar los dias. En la calle, todos los dias se parecen, solo que la gente esta un poco mas borracha los Hepten, y un poco mas generosa los Duelos.

Pero si estabamos a treinta y ocho, solo tenia cinco dias para llegar a la Universidad. Ben me habia dicho que las admisiones terminaban en Prendido. Si llegaba tarde, tendria que esperar dos meses a que empezara el siguiente bimestre.

Puse la fecha en el recibo y trace una linea para que firmara el librero. Me miro con expresion de desconcierto cuando le puse el papel delante. Es mas, no se fijo en que en el recibo decia «peniques» en lugar de «talentos». Los talentos valian mucho mas. Eso significaba que el librero acababa de comprometerse a devolverme el libro por menos dinero que por el que el lo habia comprado.

Mi satisfaccion disminuyo cuando comprendi que todo aquello era una estupidez. Ya fueran peniques o talentos, yo no iba a tener suficiente dinero para recuperar el libro pasados dos ciclos. Si todo iba bien, ni siquiera estaria en Tarbean al dia siguiente.

Pese a ser inutil, el recibo me ayudo a calmar el dolor que me producia separarme del ultimo objeto de mi infancia que conservaba. Sople sobre el papel, lo doble con cuidado, me lo meti en un bolsillo y cogi mis dos talentos de plata. Me lleve una sorpresa cuando el librero me tendio la mano.

Sonrio con aire arrepentido y dijo:

– Perdona lo de la nota. Es que no me ha parecido que fueras a volver. -Se encogio de hombros-. Toma. -Me puso una iota de cobre en la mano.

Decidi que el tipo no era tan mala persona. Le devolvi la sonrisa y, por un instante, casi me senti culpable por lo que habia escrito en el recibo.

Tambien me senti culpable por las tres plumas que le habia robado, pero el malestar solo me duro unos segundos. Y como no habia ninguna forma conveniente de devolverselas, antes de marcharme le robe un tintero.

31 El caracter de los nobles

El peso de aquellos dos talentos me tranquilizo. Cualquiera que haya pasado una larga temporada sin dinero entendera a que me refiero. Mi primera inversion fue una buena bolsa de cuero para el dinero. La llevaba debajo de la ropa, pegada a la piel.

La siguiente fue un buen desayuno. Un plato de huevos calientes y una loncha de jamon. Pan blando recien hecho, mucha miel y mucha mantequilla, y un vaso de leche recien ordenada. Me costo cinco peniques de hierro. Creo que fue la mejor comida que he tomado jamas.

Resultaba extrano estar sentado a una mesa, comiendo con cuchillo y tenedor. Resultaba extrano estar rodeado de gente. Resultaba extrano que una persona me sirviera la comida.

Mientras rebanaba los restos de mi desayuno con el ultimo trozo de pan, comprendi que tenia un problema.

Incluso en aquella lamentable posada de la Ribera, yo llamaba la atencion. Mi camisa no era mas que un viejo saco de arpillera con agujeros para los brazos y la cabeza. Mis pantalones estaban hechos con lona y me iban enormes. Apestaban a humo, a grasa y a agua estancada de los callejones. Los llevaba atados con un trozo de cuerda que habia encontrado entre la basura. Iba sucio y descalzo, y apestaba.

?Que me convenia mas, comprarme ropa o darme un bano? Si me banaba primero, luego tendria que ponerme la ropa usada. Sin embargo, si intentaba comprarme ropa con el aspecto que tenia, quiza ni siquiera me dejaran entrar en la tienda. Y dudaba mucho que alguien estuviera dispuesto a tomarme medidas.

El posadero vino a recoger mi plato, y decidi que lo primero era el bano, sobre todo porque estaba harto de oler como una rata que lleva muerta una semana. Le sonrei.

– ?Hay por aqui cerca algun sitio donde tomar un bano?

– Aqui mismo, si tienes un par de peniques. -Me miro de arriba abajo-. O a cambio de una hora de trabajo. Una hora de trabajo duro. Hay que limpiar la chimenea.

– Necesitare mucha agua, y jabon.

– Entonces dos horas, porque tambien tengo platos por lavar. Primero la chimenea, luego el bano y por ultimo los platos. ?De acuerdo?

Una hora mas tarde, me dolian los hombros y la chimenea estaba limpia. El posadero me acompano a una habitacion trasera con una gran tina de madera y una rejilla en el suelo. En las paredes habia ganchos para colgar la ropa, y una plancha de estano clavada en la pared hacia las veces de rudimentario espejo.

El posadero me llevo un cepillo, un cubo lleno de agua humeante y una pastilla de jabon de lejia. Me frote el cuerpo hasta que se me quedo la piel rosada y dolorida. El posadero me llevo otro cubo de agua caliente, y luego un tercero. Rece en silencio y agradeci no estar plagado de piojos. Seguramente estaba demasiado sucio para que ningun piojo que se preciara se instalara en mi.

Mientras me aclaraba por ultima vez, me fije en la ropa que acababa de quitarme. Hacia anos que no estaba tan limpio y no queria ni tocar aquella ropa, y mucho menos ponermela. Si intentaba lavarla, se deshilacliaria.

Me seque y utilice el cepillo para desenredarme el pelo. Lo tenia mucho mas largo de lo que parecia cuando lo llevaba sucio. Limpie el vaho del improvisado espejo y me lleve una sorpresa. Parecia mayor. Mayor que antes, en cualquier caso. Y no solo eso: parecia el joven hijo de un noble. Tenia la cara blanca y delgada. A mi pelo le habria venido bien un corte, pero lo tenia liso y largo hasta los hombros, como era la moda. Lo unico que me faltaba era la ropa de noble.

Y entonces se me ocurrio una idea.

Todavia desnudo, me envolvi con una toalla y sali por la puerta trasera. Cogi mi bolsa de dinero, pero la escondi. Faltaba poco para mediodia y habia gente por todas partes. Muchos transeuntes me miraron, por supuesto; yo los ignore y eche a andar con brio, sin tratar de esconderme. Compuse una expresion de enojo e impasibilidad, sin ni rastro de verguenza.

Me acerque a un padre y un hijo que cargaban sacos de arpillera en un carro. El hijo debia de tener cuatro anos mas que yo, y yo le llegaba por los hombros.

– Oye, chico -le espete-, ?donde se puede comprar ropa por aqui? -Mire de forma significativa su camisa y anadi-: Ropa decente.

El muchacho me miro entre confuso y enojado. Su padre se quito rapidamente el sombrero y se puso delante de su hijo.

– Podriais probar en Bentley, senor. Venden ropa sencilla, pero esta a solo un par de calles de aqui.

Puse cara de disgusto.

– ?No hay ningun otro sitio?

Se quedo mirandome.

– Bueno, podria… hay una tienda…

Le hice callar con un ademan de impaciencia.

– ?Donde esta? Limitese a senalar, ya que se ha quedado embobado.

El hombre senalo, y eche a andar a grandes zancadas. Mientras caminaba me acorde de uno de los papeles de joven paje que solia interpretar en la troupe. El paje, un crio insoportablemente pedante con un padre importante, se llamaba Dunstey. Era perfecto. Levante la barbilla, adapte un poco la posicion de los hombros e hice un par de ajustes mentales.

Abri la puerta e irrumpi en la tienda. Habia un hombre con un delantal de cuero; supongo que debia de ser Bentley. Tenia unos cuarenta anos, era delgado y con una calva incipiente. Al golpear la puerta contra la pared, Bentley dio un respingo. Se volvio y me miro con gesto de incredulidad.

– Traeme un batin, inutil. Estoy harto de que me mireis con la boca abierta, tu y todos los otros bobalicones que han decidido ir hoy al mercado. -Me repantingue en una butaca y frunci el ceno. Como el hombre no se movia, le lance una mirada fulminante-. ?Acaso no se me entiende cuando hablo? ?Acaso no son obvias mis necesidades? -Tire del borde de la toalla para que quedara claro.

El hombre seguia alli plantado, boquiabierto.

Baje la voz y, en tono amenazador, dije:

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