Imre hay muchos y que se ganan bien la vida.

Volvi a llevar la conversacion hacia Reta.

– No quiero que Roent se enfade con ella. Me ha parecido que se toma muy en serio su dinero.

Derrik rio.

– ?Y ella no?

– Yo le pague a Roent -aclare-. Si el hubiera querido devolverme parte del dinero, creo que lo habria hecho el mismo.

Derrik asintio.

– Ellos no funcionan asi. Los hombres no dan dinero.

– A eso mismo me referia -dije-. No quiero que Reta tenga problemas por mi culpa.

Derrik me corto con un ademan.

– Ya veo que no me estoy explicando bien -dijo-. Roent lo sabe. Hasta es posible que haya enviado a Reta a darte ese dinero. Pero los varones cealdicos no dan dinero. Lo consideran un comportamiento femenino. Ni siquiera compran cosas, si pueden evitarlo. ?No te fijaste en que, hace unos dias, fue Reta quien negocio el precio de nuestras habitaciones y nuestra cena en la posada?

Si, me acordaba, ahora que Derrik lo mencionaba.

– Pero ?por que? -pregunte.

Derrik se encogio de hombros.

– No hay ningun motivo. Es como hacen ellos las cosas. Por eso hay tantas caravanas cealdicas dirigidas por un equipo formado por un matrimonio.

– ?Derrik! -La voz de Roent provenia de detras de los carromatos.

Derrik se levanto exhalando un suspiro.

– El deber me llama -dijo-. Nos vemos.

Me guarde la iota en el bolsillo y reflexione sobre lo que me habia dicho Derrik. La verdad era que mi troupe nunca habia llegado tan al norte como para entrar en el Shald. Era desconcertante pensar que yo no tenia tanto mundo como creia.

Me colgue el macuto del hombro y mire alrededor por ultima vez, pensando que quiza fuera mejor que me marchara sin molestas despedidas. No veia a Denna por ninguna parte, asi que me decidi. Me di la vuelta…

… y la encontre de pie detras de mi. Ella me sonrio con cierta torpeza, con las manos entrelazadas detras de la espalda. Era hermosa como una flor, y no tenia la menor conciencia de su hermosura. De pronto me quede sin aliento y me olvide de mi enfado, de mi pena, de todo.

– ?Te marchas? -me pregunto.

Asenti con la cabeza.

– ?Por que no nos acompanas a Anilin? -propuso-. Dicen que alli las calles estan pavimentadas con oro. Podrias ensenar a Josn a tocar ese laud que tiene. -Sonrio-. Se lo he preguntado, y me ha dicho que no le importaria.

Me lo plantee. Por un instante estuve a punto de abandonar todos mis planes solo para estar un poco mas con ella. Pero ese momento paso, y negue con la cabeza.

– No pongas esa cara -me dijo con una sonrisa-. Me quedare un tiempo alli, si las cosas no te salen bien aqui. -Se quedo callada, expectante.

Yo no sabia que iba a hacer si las cosas no me salian bien. Habia depositado todas mis esperanzas en la Universidad. Ademas, Anilin estaba a cientos de kilometros. No tenia mas que lo que llevaba puesto. ?Como iba a encontrar a Denna?

Denna debio de ver mis pensamientos reflejados en mi semblante. Sonrio y dijo:

– Ya veo que tendre que ir a buscarte yo a ti.

Los Ruh somos viajeros. Nuestra vida se compone de encuentros y despedidas, con breves e intensas relaciones entremedias. Por eso yo sabia la verdad. La sentia, pesada y certera en el fondo de mi estomago: nunca volveria a ver a Denna.

Antes de que yo pudiera decir nada, ella miro nerviosa hacia atras.

– Tengo que irme. Buscame. -Volvio a esbozar su picara sonrisa, se dio la vuelta y se marcho.

– Lo hare -le dije-. Nos veremos donde se encuentran los caminos.

Denna giro la cabeza y vacilo un momento. Me dijo adios con la mano y se perdio en la penumbra del ocaso.

36 Menos tres talentos

Pase la noche durmiendo fuera de los limites de la ciudad de Imre, en una blanda cama de brezo. Al dia siguiente me desperte tarde, me lave en un arroyo cercano y me encamine hacia el este, hacia la Universidad.

Mientras andaba, oteaba el horizonte en busca del edificio mas grande de la Universidad. Sabia que aspecto tenia gracias a las descripciones de Ben: era un bloque gris y cuadrado, sin ningun distintivo, alto como cuatro graneros puestos uno encima de otro. Sin ventanas ni ornamentos, y con una sola puerta de piedra. Diez veces diez mil libros. El Archivo.

Habia ido a la Universidad por muchos motivos, pero ese era el principal. El Archivo encerraba respuestas, y yo tenia muchisimas preguntas. Ante todo, queria descubrir la verdad acerca de los Chandrian y los Amyr. Necesitaba saber que habia de cierto en la historia de Skarpi.

Cuando el camino llegaba al rio Omethi, habia un viejo puente de piedra. Seguro que sabeis a que clase de puente me refiero. Era una de esas antiguas y gigantescas obras de arquitectura que hay repartidas por todo el mundo, tan viejas y tan solidamente construidas que se han convertido en parte del paisaje, sin que nadie se pregunte quien las construyo ni por que. Aquel puente era particularmente impresionante; tenia mas de setenta metros de longitud y era lo bastante ancho para que pasaran por el dos carromatos. Se extendia sobre el canon que el Omethi habia labrado en la roca. Cuando llegue a la parte mas alta del puente, divise el Archivo por primera vez en mi vida, alzandose como un gran itinolito por encima de las copas de los arboles, hacia el oeste.

La Universidad estaba en el centro de una pequena ciudad. Aunque pensandolo bien, no se si debo llamarla ciudad. No tenia nada que ver con Tarbean, con sus tortuosos callejones y su olor a basura. Era mas bien una poblacion grande, con calles anchas y una atmosfera limpia. Entre las casitas y las tiendas habia extensiones de cesped y jardines.

Pero como esa poblacion habia crecido para satisfacer las peculiares necesidades de la Universidad, un observador atento podia descubrir pequenas diferencias en los servicios que ofrecia Imre. Habia, por ejemplo, dos sopladores de vidrio, tres boticas muy bien abastecidas, dos talleres de encuademacion, cuatro librerias, dos prostibulos y un numero absolutamente desproporcionado de tabernas. En una de ellas habia un gran letrero de madera clavado en la puerta que rezaba: simpatia no. Me pregunte que pensarian de esa advertencia los visitantes que no tuvieran ninguna relacion con el Arcano.

La Universidad consistia en unos quince edificios que no guardaban mucho parecido unos con otros. Las Dependencias tenian un cubo central circular del que irradiaban ocho alas; recordaba a una rosa de los vientos. El Auditorio era un edificio sencillo y cuadrado, con vidrieras en las que aparecia Teccam en una postura clasica: plantado, descalzo, ante la boca de su cueva, hablando con un grupo de estudiantes. La Principalia era el edificio mas particular: ocupaba media hectarea y parecia que lo hubieran construido a toda prisa a partir de varios edificios desiguales y mas pequenos.

Me acerque al Archivo, y su superficie gris y sin ventanas me recordo a un inmenso itinolito. Me costaba creer que por fin hubiera llegado alli, despues de tantos anos de espera. Rodee el edificio hasta que encontre la entrada, una inmensa puerta de piedra, de doble hoja, abierta de par en par. Sobre la puerta, labrada en la piedra, una inscripcion rezaba: vorfelan rhinata morie. No identifique el idioma. No era siaru. Quiza fuera illico, o temico. Ya tenia otra pregunta mas que necesitaba respuesta.

Por la puerta de piedra se accedia a una pequena antecamara con una puerta de madera, tambien de doble

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