Esboce una timida sonrisa y respondi:
– Los habria instado a que no se fijaran en ella.
Hubo un breve silencio. El rector inspiro hondo y se recosto en el respaldo de su asiento.
– Muy bien. Tenemos unas cuantas preguntas para ti. ?Quiere empezar usted, maestro Brandeur? -Senalo hacia uno de los extremos de la mesa.
Mire a Brandeur, un hombre corpulento y con calva incipiente. Era el maestro aritmetico de la Universidad.
– ?Cuantos granos hay en trece onzas?
– Seis mil doscientos cuarenta -conteste inmediatamente.
Brandeur arqueo un poco las cejas.
– Si tuviera cincuenta talentos de plata y los convirtiera a la moneda vintica y luego al reves, ?cuanto tendria si el cealdimo se quedara el cuatro por ciento cada vez?
Empece a calcular la lenta y pesada conversion de moneda, pero entonces sonrei porque me di cuenta de que no era necesaria.
– Cuarenta y seis talentos con ocho drabines, si es honrado. Cuarenta y seis justos, si no lo es.
El maestro volvio a inclinar la cabeza, y esa vez me miro con mas atencion.
– Tienes un triangulo -dijo despacio-. Un lado mide siete pies. Otro lado, tres pies. Un angulo mide sesenta grados. ?Cuanto mide el otro lado?
– ?Esta ese angulo entre esos dos lados? -El maestro asintio. Cerre los ojos una milesima de segundo y volvi a abrirlos-. Seis pies y seis pulgadas. Justos.
El maestro dio un resoplido de sorpresa.
– Muy bien, muy bien. ?Maestro Arwyl?
Arwyl formulo su pregunta antes de que yo tuviera tiempo de volverme hacia el.
– ?Cuales son las propiedades medicinales del eleboro?
– Antiinflamatorias, antisepticas, ligeramente sedantes, ligeramente analgesicas. Purifica la sangre -conteste mirando al anciano con gafas y cara de abuelo-. Ingerido con exceso tiene efectos toxicos. Es peligroso para las mujeres embarazadas.
– Enumera las estructuras componentes de la mano.
Nombre los veintisiete huesos por orden alfabetico. A continuacion nombre los musculos, de mayor a menor. Los enumere deprisa, con desenvoltura, senalando su ubicacion en mi propia mano.
La velocidad y la precision de mis respuestas los impresionaron. Algunos lo disimularon, pero a otros se les notaba en la cara. La verdad era que necesitaba impresionarlos. Sabia, por mis anteriores discusiones con Ben, que para entrar en la Universidad necesitabas dinero o inteligencia. Cuanto mas tenias de una cosa, menos necesitabas de la otra.
Si, habia hecho trampa. Me habia colado en el Auditorio por una puerta trasera, haciendome pasar por un chico de los recados. Habia forzado dos cerraduras y habia pasado mas de una hora observando las entrevistas de otros estudiantes. Oi cientos de preguntas y miles de respuestas.
Tambien oi el precio que ponian a las matriculas de otros alumnos. La mas baja habia sido de cuatro talentos y seis iotas, pero la mayoria costaban el doble. A un estudiante le habian cobrado mas de treinta talentos por la matricula. A mi me habria resultado mas facil conseguir un pedazo de luna que esa cantidad de dinero.
Tenia dos iotas de cobre en el bolsillo y ninguna forma de conseguir ni un solo penique mas. De modo que necesitaba impresionarlos. Mas que eso: necesitaba desconcertarlos con mi inteligencia. Deslumhrarlos.
Termine de enumerar los musculos de la mano y empece con los ligamentos cuando Arwyl me hizo callar con un ademan y formulo su siguiente pregunta:
– ?Cuando hay que sangrar a un paciente?
La pregunta me pillo desprevenido.
– ?Cuando queremos que muera? -pregunte, titubeante.
Arwyl asintio y dijo:
– ?Maestro Lorren?
El maestro Lorren era un individuo palido y exageradamente alto, incluso estando sentado.
– ?Quien fue el primer rey declarado de Tarvintas?
– ?A titulo postumo? Feyda Calanthis. Si no a titulo postumo, su hermano Jarvis.
– ?Por que se derrumbo el imperio de Atur?
La amplitud de la pregunta me sorprendio. A ningun otro alumno le habian formulado una pregunta tan extensa.
– Pues bien -dije despacio para ganar un poco de tiempo y ordenar mis pensamientos-, en parte porque lord Nalto era un inepto y un egolatra. En parte porque la iglesia se rebelo y denuncio a la Orden Amyr, que era, en gran medida, la fuerza de Atur. En parte porque el ejercito estaba librando tres guerras de conquista a la vez, y los elevados impuestos fomentaron la rebelion en territorios que ya formaban parte del imperio.
Observe la expresion del maestro, con la esperanza de ver en ella alguna senal cuando ya hubiera oido suficiente.
– Tambien alteraron su moneda, redujeron la universalidad de la ley del hierro y suscitaron el antagonismo de los Adem. -Me encogi de hombros-. Pero es mas complicado que eso, por supuesto.
El maestro Lorren seguia sin mudar la expresion, pero dio un cabezazo.
– ?Quien es el hombre mas grande de todos los tiempos?
Otra pregunta insolita. Cavile un minuto y respondi:
– Illien.
El maestro Lorren parpadeo una vez, pero su rostro seguia sin expresar nada.
– ?Maestro Mandrag? -dijo.
Mandrag tenia el cutis liso y bien rasurado, y las manos descarnadas manchadas de medio centenar de colores diferentes.
– Si necesitaras fosforo, ?donde lo buscarias?
Su forma de hablar me recordo tanto a Abenthy que olvide donde estaba y respondi sin pensar:
– ?En una botica?
Uno de los maestros del otro lado de la mesa solto una carcajada, y lamente mi precipitacion.
Mandrag esbozo una sonrisa, y suspire de alivio.
– Suponiendo que no tuvieras acceso a ninguna botica.
– Podria obtenerlo a partir de la orina -me apresure a decir-. Suponiendo que tuviera un horno y tiempo suficiente.
– ?Cuanta orina necesitarias para obtener dos onzas de fosforo puro? -Hizo crujir los nudillos, distraido.
Hice una pausa para pensar, pues esa pregunta tambien era nueva.
– Por lo menos cuarenta galones, maestro Mandrag, dependiendo de la calidad del material.
Hubo una larga pausa, y Mandrag hizo crujir sus nudillos uno a uno.
– ?Cuales son las tres leyes mas importantes del quimico?
Eso si me lo habia ensenado Ben.
– Etiquetar con claridad. Medir dos veces. Comer en otro sitio.
El maestro asintio sin dejar de sonreir.
– ?Maestro Kilvin?
Kilvin era cealdico. Sus gruesos hombros y su pinchuda y negra barba me recordaron a un oso.
– Bueno -dijo con voz resonante, juntando las manos encima de la mesa-. ?Como fabricarias una lampara de llama perpetua?
Cada uno de los otros ocho maestros hizo algun ruidito o algun gesto de exasperacion.
– ?Que pasa? -pregunto Kilvin mirandolos con gesto de fastidio-. Es mi pregunta. Puedo preguntar lo que quiera. -Volvio a mirarme-. A ver, ?como la fabricarias?
– Bueno -dije despacio-, seguramente empezaria con algun tipo de pendulo. Entonces lo vincularia a…
–