– ?Con sal de litio? -pregunte sin pensar, y enseguida di marcha atras-. No, con aceite de sodio ardiendo en un… No, maldita sea. -Me quede callado. Ningun otro candidato habia tenido que enfrentarse a preguntas como aquellas.

El maestro me corto con un ademan y dijo:

– Ya es suficiente. Hablaremos mas tarde. Elxa Dal.

Tarde un momento en recordar que Elxa Dal era el siguiente maestro. Lo mire. Parecia el arquetipico mago siniestro que nunca falta en las burdas obras de teatro atur. Ojos oscuros de mirada severa, rostro delgado, barba negra y corta. Pese a todo eso, su expresion era muy cordial.

– ?Cuales son las palabras del primer vinculo cinetico en paralelo?

Las recite de un tiron.

El maestro no se mostro sorprendido.

– ?Que vinculo ha utilizado el maestro Kilvin hace un momento?

– Luminosidad cinetica capacatorial.

– ?Cual es el periodo sinodico?

Lo mire con extraneza.

– ?De la luna? -La pregunta no sintonizaba con las otras dos.

El maestro asintio.

– Setenta y dos dias y un tercio, senor. Mas o menos.

Se encogio de hombros y me lanzo una sonrisa ironica, como si hubiera esperado pillarme con su ultima pregunta.

– ?Maestro Hemme?

Hemme me miro por encima de las manos, unidas por las yemas de los dedos.

– ?Cuanto mercurio haria falta para reducir dos cuarterones de azufre blanco? -Me pregunto con ostentacion, como si yo ya hubiera dado una respuesta incorrecta.

Una de las cosas que habia aprendido en la hora previa de silenciosa observacion era esta: el maestro Hemme era el mas cabronazo de todos. Disfrutaba viendo sufrir a los alumnos y hacia todo lo posible para fastidiarlos y ponerlos nerviosos. Y le gustaban las preguntas con trampa.

Afortunadamente, ya le habia visto utilizar esa pregunta con otros estudiantes. Vereis, es que no se puede reducir el azufre blanco con mercurio.

– Bueno -dije despacio, fingiendo que cavilaba la respuesta. La petulante sonrisa de Hemme iba ensanchandose por momentos-. Suponiendo que haya querido usted decir azufre rojo, harian falta unas cuarenta y una onzas. Senor. -Le dedique una radiante sonrisa.

– Nombra las nueve falacias principales -me espeto.

– Simplificacion. Generalizacion. Circularidad. Reduccion. Analogia. Falsa causalidad. Semantismo. Irrelevancia… -Hice una pausa, porque no conseguia acordarme del nombre real de la ultima. Ben y yo la llamabamos nalt, derivado del emperador Nal-to. Me fastidiaba no acordarme de su verdadero nombre, porque lo habia leido en Retorica y logica hacia pocos dias.

La irritacion debio de reflejarse en mi cara. Hemme me fulmino con la mirada y dijo:

– Asi que no lo sabes todo. -Se recosto en el asiento, con cara de satisfaccion.

– Si no pensara que todavia tengo algo que aprender, no estaria aqui -dije con mordacidad antes de poder controlar mi lengua otra vez. Al otro lado de la mesa, Kilvin solto una sonora carcajada.

Hemme abrio la boca, pero el rector lo hizo callar con una mirada antes de que dijera nada.

– Muy bien -empezo el rector-. Me parece…

– Yo tambien quiero hacerle algunas preguntas -dijo el hombre que estaba a la derecha del rector. Tenia un acento que no supe identificar. O quiza fuera que su voz tenia una extrana resonancia. Cuando hablo, todos los demas se movieron un poco, y luego se quedaron quietos, como hojas agitadas por el viento.

– Maestro nominador -dijo el rector con deferencia y temor a partes iguales.

Elodin era, como minimo, doce anos mas joven que los otros maestros. Iba afeitado y tenia una mirada profunda. De mediana estatura y mediana corpulencia, no tenia nada que llamara la atencion, salvo su actitud: tan pronto observaba algo atentamente como se mostraba aburrido y dejaba que su mirada se paseara entre las altas vigas del techo. Era casi como un nino al que hubieran obligado a sentarse con los adultos.

Note que el maestro Elodin me miraba. Lo note. Y contuve un escalofrio.

– ?Soheketb ka Siaru krema'tetb tu? -me pregunto. «?Hablas bien el siaru?»

– Rieusa, ta krelar deala tu. -«No muy bien, gracias.»

Levanto una mano, con el dedo indice apuntando hacia arriba.

– ?Cuantos dedos tengo levantados?

Reflexione un momento, aunque en principio la pregunta no lo mereciera.

– Al menos uno -conteste-. Probablemente no mas de seis.

Elodin compuso una amplia sonrisa y saco su otra mano de debajo de la mesa. Tenia dos dedos levantados. Se los mostro a los otros maestros, asintiendo con la cabeza con aire distraido e infantil. Entonces poso las manos encima de la mesa, y de pronto se puso muy serio.

– ?Conoces las siete palabras que haran que una mujer te ame?

Lo mire tratando de decidir si la pregunta tenia continuacion. Como Elodin no dijo nada mas, respondi:

– No.

– Pues existen -me aseguro, y se apoyo en el respaldo, con cara de satisfaccion-. ?Maestro linguista? -dijo mirando al rector.

– Creo que esto cubre los aspectos academicos -dijo el rector como si hablara para si. Tuve la impresion de que algo lo habia alterado, pero estaba demasiado sereno para que yo pudiera decir exactamente que-. ?Te importa que te haga unas preguntas de caracter menos intelectual?

En realidad no tenia alternativa, asi que asenti.

El rector me miro largamente.

– ?Por que no te dio Abenthy una carta de recomendacion?

Titubee. No todos los artistas itinerantes son tan respetables como nuestra troupe, asi que, como es logico, no todo el mundo los respetaba. Pero dudaba que mentir fuera lo mejor que pudiese hacer.

– Dejo mi troupe hace tres anos. No he vuelto a verlo desde entonces.

Todos los maestros me miraban. Casi podia oirlos hacer los calculos mentales para determinar la edad que debia de tener yo entonces.

– Por favor -dijo Hemme con fastidio, e hizo ademan de ponerse en pie.

El rector lo miro con severidad y lo hizo callar.

– ?Por que quieres estudiar en la Universidad?

Me quede atonito. Esa era la unica pregunta para la que no estaba preparado. ?Que podia contestar? «Diez mil libros. Su Archivo. Solia sonar que leia alli cuando era joven.» Cierto, pero demasiado infantil. «Quiero vengarme de los Chandrian.» Demasiado dramatico. «Para ser tan poderoso que nadie pueda volver a hacerme dano jamas.» Demasiado alarmante.

Mire al rector y me di cuenta de que llevaba mucho rato callado. Como no se me ocurrio nada mas, me encogi de hombros y dije:

– No lo se, senor. Creo que eso tambien tendre que aprenderlo aqui.

El rector me miro con extraneza, pero se sobrepuso y dijo:

– ?Quieres anadir algo? -A los otros aspirantes tambien les habia hecho esa pregunta, pero ninguno la habia aprovechado. Parecia casi una pregunta retorica, un ritual antes de que los maestros decidieran la matricula que habia que aplicarle al alumno.

– Si, por favor -dije, y me di cuenta de que habia sorprendido al rector-. Quiero pedirles un favor, aparte de que me admitan. -Inspire hondo y deje que centraran toda su atencion en mi-. He tardado casi tres anos en llegar aqui. Quiza parezca joven, pero tengo tanto derecho, si no mas, como cualquier rico senoritingo que no sabe distinguir la sal del cianuro ni probandola.

Hice una pausa.

– Sin embargo, en este momento solo tengo dos iotas en la bolsa, y ningun sitio de donde sacar mas dinero. No tengo nada de valor que se pueda vender y que no haya vendido ya.

»Si me piden mas de dos iotas, no podre matricularme. Si me piden menos, vendre todos los dias, y por las

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