– La noche de Abatida.

Wilem sacudio la cabeza y mascullo algo en siaru.

Simmon parecia horrorizado.

– Manet, ayer fue Prendido. ?Llevas dos dias sin dormir?

– No creo -dijo Manet con incertidumbre-. Siempre me hago un lio durante las admisiones. Como no hay clases, pierdo la nocion del tiempo. Ademas, estoy liado con un proyecto en la Factoria. -Se froto la cara con ambas manos y luego me miro-. Teneis razon. Hoy estoy un poco quisquilloso. La septologia de Teccam, el folclore y todo eso… Es un poco libresco para mi, pero es una materia interesante para el estudio. No era mi intencion ofenderte.

– No pasa nada -dije. Senale la bandeja de Sovoy-. Acercame eso, ?quieres? Si nuestro joven noble no piensa volver, me comere su pan.

Simmon me llevo a apuntarme a las clases, y luego me fui al Archivo, ansioso por verlo tras tantos anos sonando con el.

Esa vez, cuando entre en el Archivo, habia un joven caballero sentado detras del mostrador, dando golpecitos con una pluma en una hoja de papel con muchas correcciones y tachaduras. Mientras me acercaba a el, fruncio el ceno y tacho otra linea. Tenia una cara hecha para fruncir el ceno, y las manos blandas y palidas. Su camisa de lino, de un blanco cegador, y su chaleco de color azul apestaban a dinero. Esa parte de mi que todavia no se habia marchado de Tarbean quiso echarle mano a su bolsillo.

El joven siguio golpeando con la pluma en la hoja; al final la dejo sobre el mostrador con un suspiro de profundo fastidio.

– Nombre -dijo sin mirarme.

– Kvothe.

Hojeo el registro hasta que encontro una pagina determinada y arrugo la frente.

– No estas en el libro. -Me miro un momento y volvio a fruncir el ceno; luego volvio a concentrarse en el verso en que estaba trabajando. Como yo no daba senales de marcharme, chasqueo los dedos como si ahuyentara a un bicho-. Puedes largarte cuando quieras.

– Acabo de…

Ambrose volvio a dejar la pluma.

– Mira, no estas en el libro -me dijo muy despacio, como si hablara con un retrasado mental. Senalo el registro de forma exagerada, con ambas manos-. Asi que no entras. -Volvio a senalar, esa vez la puerta interior-. Fin de la historia.

– Acabo de pasar por Admisiones…

Alzo las manos, exasperado.

– Entonces claro que no estas en el libro.

Me meti la mano en el bolsillo para sacar el recibo que me habian dado.

– El maestro Lorren me ha dado esto.

– Por mi como si te ha llevado en brazos -dijo Ambrose mojando su pluma en el tintero-. Y ahora, no me hagas perder mas tiempo. Tengo cosas que hacer.

– ?Que no te haga perder mas tiempo? -pregunte; se me estaba acabando la paciencia-. ?Tienes idea de lo que he tenido que hacer para llegar hasta aqui?

Ambrose me miro; de pronto parecia que la situacion le hiciera mucha gracia.

– Espera, a ver si lo adivino -dijo posando ambas manos sobre el mostrador y poniendose en pie-. Siempre fuiste mas listo que los otros ninos en Villazoquete, o como quiera que se llame el pueblo de mala muerte de donde eres. Tu habilidad para leer y contar dejaba anonadados a tus convecinos.

Oi que la puerta que daba al exterior se abria y se cerraba detras de mi, pero Ambrose no le presto atencion; salio de detras del mostrador y se apoyo en la parte delantera, donde estaba yo.

– Tus padres sabian que eras especial, asi que ahorraron durante un par de anos, te compraron unos zapatos y te hicieron una camisa con la manta del cerdo. -Estiro un brazo y froto la tela de mi ropa nueva.

»Anduviste durante meses, recorriste cientos de kilometros en carros tirados por muias. Pero al final… -Hizo un amplio ademan con ambas manos-. ?Alabados sean Tehlu y todos sus angeles! ?Aqui estas! ?Emocionado y rebosante de ilusion!

Oi una risa y me volvi. Mientras Ambrose soltaba su diatriba, habian entrado dos hombres y una joven.

– Por el cuerpo de Dios, Ambrose. ?Por que te pones asi?

– Son estos malditos novatos -gruno Ambrose mientras volvia detras del mostrador-. Entran aqui vestidos con harapos y se comportan como si fueran los amos del lugar.

Los tres recien llegados fueron hacia la puerta con el letrero que rezaba estanterias. Tuve que sofocar mi bochorno cuando me miraron de arriba abajo.

– Esta noche vamos al Eolio, ?no?

Ambrose asintio con la cabeza.

– Por supuesto. Al sonar la sexta campanada.

– ?No vas a comprobar si estan en el libro? -pregunte cuando la puerta se cerro detras de ellos.

Ambrose se volvio y me miro con una radiante sonrisa que no tenia nada de amistoso.

– Mira, voy a darte un consejo gratis. En tu pueblo eras alguien especial. Aqui no eres mas que otro crio bocazas. Asi que llamame Re'lar, vuelve a tu litera y da gracias a cualquiera que sea el dios pagano al que rezas de que no estemos en Vintas. Mi padre y yo te encadenariamos a un poste como si fueras un perro rabioso.

Se encogio de hombros.

– O no. Quedate aqui. Monta un numerito. Ponte a llorar. Mejor aun, pegame un punetazo. -Sonrio-. Te dare una paliza y te pondran de patitas en la calle. -Cogio de nuevo la pluma y siguio con lo que estaba escribiendo.

Me marche.

Quiza penseis que ese encontronazo me desanimo. Quiza penseis que me senti traicionado, y que todos mis suenos infantiles sobre la Universidad quedaron cruelmente destrozados.

Pues no, todo lo contrario. Me tranquilizo. Me habia sentido fuera de mi elemento hasta que Ambrose me hizo comprender, a su manera, que entre la Universidad y las calles de Tarbean no habia mucha diferencia. Estes donde estes, la gente es basicamente la misma.

Ademas, la rabia puede calentarte por la noche, y el orgullo herido puede alentar a un hombre a hacer cosas maravillosas.

38 Simpatia en la Principalia

La Principalia era el edificio mas antiguo de la Universidad. Con el paso de los siglos, habia ido creciendo lentamente en todas direcciones, absorbiendo los edificios mas pequenos y los patios que iba encontrando. Parecia una variedad arquitectonica de liquen que intentara ocupar tantas hectareas como pudiera.

No era facil orientarse en la Principalia. Los pasillos hacian giros imprevisibles, terminaban inesperadamente o daban largos y complicados rodeos. Podias tardar veinte minutos en ir de una estancia a otra, aunque solo estuvieran a quince metros. Los alumnos con mas experiencia conocian los atajos y sabian por que talleres o salas de conferencias tenias que pasar para llegar a tu destino.

Al menos uno de los patios habia quedado completamente aislado y solo podia accederse a el trepando por una ventana. Circulaba el rumor de que habia habitaciones completamente tapiadas, algunas con alumnos dentro. Decian que sus fantasmas recorrian los pasillos por la noche, lamentandose de su destino y quejandose de la comida que servian en la Cantina.

La primera clase a la que asisti se daba en la Principalia. Afortunadamente, mis companeros de litera me habian advertido que era dificil orientarse por la Principalia, asi que, pese a que me perdi, llegue con tiempo de sobra.

Cuando por fin encontre la sala donde se daba mi primera clase, me sorprendio ver que parecia un pequeno anfiteatro. Los asientos estaban dispuestos en gradas alrededor de un pequeno escenario elevado. En las ciudades

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