– Fela -respondio ella sin levantar la cabeza. Entonces meneo la cabeza y dio unos golpecitos en el registro-. Aqui estas. Puedes entrar.
En la antecamara habia dos puertas, una con el letrero estanterias y otra con el letrero volumenes. Como no sabia que diferencia habia entre las dos, me dirigi a la puerta de estanterias. Eso era lo que yo buscaba: estanterias y mas estanterias llenas de libros. Montanas inmensas de libros.
Tenia la mano en el pomo de la puerta cuando me detuvo la voz de Fela:
– Perdona. Es la primera vez que vienes aqui, ?verdad?
Asenti, pero sin soltar el pomo. Estaba tan cerca… ?Que pasaba ahora?
– El acceso a Estanterias esta reservado para los miembros del Arcano -se disculpo Fela. Se levanto, salio de detras del mostrador y se dirigio a la otra puerta-. Ven, te lo explicare.
Solte el pomo a reganadientes y la segui.
Tiro con ambas manos y abrio una de las pesadas hojas de madera de la puerta, revelando una habitacion enorme, de techo alto, llena de mesas largas. Habia una docena de estudiantes diseminados por la sala, leyendo. La sala estaba bien iluminada con la firme luz de una docena de lamparas simpaticas.
Fela se acerco a mi y me hablo en voz baja.
– Esta es la sala principal de lectura. Aqui encontraras todos los libros necesarios para la mayoria de las clases 'elementales. -Mantuvo la puerta abierta con un pie y senalo a lo largo de una pared hasta una larga seccion de estantes con trescientos o cuatrocientos libros. Mas libros de los que yo jamas habia visto juntos.
Fela siguio hablando en voz baja:
– No se puede hacer ruido. Si hablas, has de hacerlo en voz baja. -Me habia fijado en que en la habitacion reinaba un silencio casi artificial-. Si no encuentras el libro que buscas, puedes presentar una solicitud en el mostrador -y me lo senalo-. Ellos te buscaran el libro y te lo daran.
Me volvi para hacerle una pregunta, y entonces repare en lo cerca que Fela estaba de mi. El que no me hubiera fijado en una de las mujeres mas atractivas de la Universidad, a la que tenia a menos de un palmo, dice mucho de lo entusiasmado que estaba con el Archivo.
– ?Cuanto tardan en encontrar un libro? -pregunte en un susurro, tratando de no mirar a Fela con cara de bobo.
– Depende. -Se echo el largo y negro cabello hacia atras-. A veces tenemos mas trabajo, y a veces, no tanto. Hay personas a las que se les da mejor encontrar un determinado libro. -Se encogio de hombros, y su pelo me rozo ligeramente un brazo-. Pero por lo general, no mas de una hora.
Asenti; estaba decepcionado por no poder curiosear en todo el Archivo, pero tambien emocionado por encontrarme alli dentro. Una vez mas, media hogaza era mejor que nada.
– Gracias, Fela. -Entre; Fela solto la puerta, que se cerro detras de mi.
Pero al cabo de un momento, volvio a abrirla y me dijo:
– Otra cosa. Esta de mas decirlo, pero como es la primera vez que vienes… -Se habia puesto muy seria-. Los libros no salen de aqui. No pueden sacarse del Archivo.
– Claro -dije-. Por supuesto. -No lo sabia.
Fela sonrio y asintio con la cabeza.
– Solo queria asegurarme. Hace un par de anos, vino un joven caballero que estaba acostumbrado a llevarse los libros de la biblioteca de su padre. Yo nunca habia visto a Lorren fruncir el ceno, ni hablar de otra forma que no fuera en susurros. Pero cuando pillo a ese alumno con uno de sus libros… -Sacudio la cabeza, como si no tuviera palabras para explicar lo que habia visto.
Trate de imaginarme al alto y sombrio maestro enfadado, y no lo consegui.
– Gracias por la advertencia.
– De nada. -Fela volvio al vestibulo.
Me acerque al mostrador que Fela me habia senalado.
– ?Que tengo que hacer para pedir un libro? -le pregunte al secretario en voz baja.
El secretario me mostro un gran cuaderno donde estaban anotados los nombres de los alumnos y sus solicitudes. Algunas solicitudes eran titulos de libros o nombres de autores especificos, pero otras eran requerimientos de informacion mas generales. Me llamo la atencion una entrada: «Basil: calendario lunar illico. Historia del calendario atur». Eche un vistazo a la sala y vi al chico de la clase de Hemme encorvado sobre un libro y tomando notas.
Escribi: «Kvothe: historia de los Chandrian. Estudios sobre los Chandrian y sus senales: ojos negros, llamas azules, etc.».
A continuacion me acerque a los estantes y empece a examinar los libros. Reconoci uno o dos que Ben me habia hecho leer. Lo unico que se oia era el rasgueo de una pluma sobre el papel, o el debil sonido, parecido al del ala de un pajaro, de una pagina al pasar. Aquel silencio no resultaba inquietante, sino curiosamente reconfortante. Mas tarde me entere de que a aquella sala la llamaban «la Tumba» por el silencio sepulcral que reinaba en ella.
Al final me llamo la atencion un libro titulado
Estaba leyendo el prologo (donde se explicaba que, con toda probabilidad, el mito del dragon habia evolucionado a partir del draccus, mucho mas terrenal) cuando se me acerco un secretario.
– ?Eres Kvothe?
Asenti, y el secretario me dio un librito con la cubierta de tela azul.
Nada mas abrirlo, me lleve una desilusion. Era una coleccion de cuentos de hadas. Lo hojee con la esperanza de encontrar algo util, pero estaba lleno de empalagosas historias para entretener a los ninos. Ya sabeis: valientes huerfanos que enganan a los Chandrian, amasan una fortuna, se casan con princesas y viven felices comiendo perdices.
Di un suspiro y cerre el libro. En realidad ya me habia imaginado que me pasaria algo asi. Hasta el dia que los Chandrian mataron a mi familia, yo siempre habia pensado que aquellas historias solo eran cuentos para ninos. Esa clase de busqueda no iba a llevarme a ninguna parte.
Me acerque al mostrador y reflexione largo rato antes de hacer otra anotacion en el cuaderno de solicitudes. «Kvothe: historia de la Orden Amyr. Origenes de los Amyr. Practicas de los Amyr.» Llegue al final del renglon y, en lugar de empezar otro, me pare y mire al secretario que estaba detras del mostrador.
– En realidad me interesa cualquier cosa sobre los Amyr -dije.
– Ahora estamos muy ocupados -dijo el senalando la sala. Desde mi llegada, habian entrado otra docena de estudiantes-. Pero te llevaremos algo en cuanto podamos.
Volvi a la mesa y me puse a hojear el libro de cuentos infantiles; luego hice lo mismo con el bestiario. Esa vez tuve que esperar mucho mas; cuando estaba leyendo sobre la extrana hibernacion de verano del susquiniano, note que me daban unos golpecitos en el hombro. Me volvi esperando encontrar a un secretario con un monton de libros, o quiza a Basil, que hubiera venido a saludarme. Me sorprendio ver al maestro Lorren cerniendose sobre mi con su negra tunica de maestro.
– Ven -me dijo en voz baja, y me hizo una sena para que lo siguiera.
No sabia que pasaba, pero segui a Lorren fuera de la sala de lectura. Pasamos por detras del mostrador del secretario y bajamos por una escalera hasta una pequena habitacion con una mesa y dos sillas. En el Archivo habia muchas habitaciones como esa: eran rincones de lectura pensados para que los miembros del Arcano tuvieran un sitio donde estudiar en privado.
Lorren puso el cuaderno de solicitudes de la sala de Volumenes encima de la mesa.
– Estaba ayudando a uno de los nuevos secretarios y he visto tu solicitud -dijo-. ?Te interesan los Chandrian y los Amyr? -pregunto.
Asenti.
– ?Esta tu interes relacionado con alguna tarea que te haya mandado alguno de tus profesores?
Estuve a punto de contarle la verdad. Lo que les habia pasado a mis padres. La historia que habia oido en Tarbean.
Pero me acorde de la reaccion de Manet cuando yo habia mencionado a los Chandrian, y me lo pense mejor. Yo tampoco creia en los Chandrian hasta que los vi con mis propios ojos. Si alguien me hubiera asegurado que los