grandes, mi troupe habia actuado en sitios parecidos a aquel. Ese pensamiento me relajo mientras buscaba un asiento en las filas de atras.
Estaba muy emocionado. Poco a poco fueron entrando otros alumnos. Todos eran, como minimo, unos anos mayores que yo. Repase mentalmente los treinta primeros vinculos simpaticos mientras el anfiteatro se llenaba de estudiantes nerviosos. En total eramos unos cincuenta y ocupabamos tres cuartas partes de la sala. Algunos tenian papel y pluma, y libros de tapa dura sobre los que escribir. Otros tenian tablillas de cera. Yo no habia llevado nada, pero eso no me preocupaba demasiado, porque siempre he tenido una memoria excelente.
El maestro Hemme entro en la sala, subio a la tarima y se coloco detras de una gran mesa de trabajo de piedra. Ofrecia un aspecto imponente con su negra tunica de maestro, y en apenas unos segundos, los alumnos dejaron de susurrar y de moverse, y el anfiteatro quedo en silencio.
– ?Quereis ser arcanistas? -pregunto Hemme-. Quereis hacer magia como la de los cuentos infantiles. Habeis oido canciones sobre Taborlin el Grande. Rugientes lenguas de fuego, anillos magicos, capas invisibles, espadas que nunca se embotan, pociones que te hacen volar. -Sacudio la cabeza con gesto de desaprobacion-. Pues si eso es lo que buscais, ya podeis marcharos ahora mismo, porque aqui no lo encontrareis. Eso no existe.
Un alumno entro en ese momento en la sala, se dio cuenta de que llegaba tarde y se dirigio rapidamente hacia un asiento vacio. Pero Hemme lo vio.
– Hola, me alegro de que hayas venido. ?Como te llamas?
– Gel -contesto el muchacho, nervioso-. Lo siento. He tenido un pequeno problema con…
– Gel -le corto Hemme-, ?que clase es esta?
Gel se quedo cortado un momento, y luego dijo:
– ?Principios de Simpatia?
– No me gustan los retrasos. Manana me presentaras un trabajo sobre la evolucion del reloj simpatico, sus diferencias respecto a otros relojes anteriores, mas arbitrarios, que empleaban el movimiento armonico, y sus efectos sobre el tratamiento exacto del tiempo.
El chico se retorcio en el asiento.
– Si, senor.
A Hemme parecio satisfacerle la reaccion del alumno.
– Muy bien. ?Que es la simpatia?
Entro otro muchacho con un libro de tapa dura en la mano. Era joven, con lo cual quiero decir que debia de tener un par de anos mas que yo. Hemme lo intercepto antes de que llegara a un asiento.
– Hola -dijo con un tono exageradamente cortes-. ?Como te llamas?
– Basil, senor. -El muchacho se quedo plantado en el pasillo, muerto de verguenza. Lo reconoci: habia espiado su entrevista en Admisiones.
– Por casualidad no seras de Yll, ?verdad, Basil? -le pregunto Hemme componiendo una sonrisa.
– No, senor.
– Ahhh -dijo Hemme fingiendo decepcion-. Tenia entendido que las tribus illicas se guian por el sol para calcular la hora, y que por eso no tienen un concepto claro de la puntualidad. Sin embargo, como no eres illico, no tienes excusa para llegar tarde, ?no es asi?
Basil movio los labios, como si intentara articular alguna excusa, pero por lo visto desistio.
– No, senor -dijo.
– Estupendo. Manana me presentaras un trabajo sobre el calendario lunar de Yll, comparado con el calendario atur, mas exacto y civilizado, con el que ya deberias de estar familiarizado. Sientate.
Sin decir nada, Basil se dejo caer en el primer asiento libre que encontro y puso cara de perro apaleado.
Hemme desistio de empezar la clase y espero a que llegara el siguiente alumno rezagado. El anfiteatro estaba sumido en un tenso silencio cuando entro, vacilante, una muchacha.
Era una joven de unos dieciocho anos. Algo no muy frecuente.
La proporcion de hombres con respecto a mujeres en la Universidad es de diez a una.
El tono de Hemme se ablando un tanto cuando la muchacha entro en la sala. El maestro se acerco rapidamente a los escalones para recibirla.
– Ah, querida mia. Me alegro mucho de que todavia no hayamos iniciado la leccion de hoy. -La sujeto por el codo y la ayudo a bajar unos cuantos escalones hasta el primer asiento libre.
Era evidente que la joven estaba abochornada por la atencion que estaba recibiendo.
– Lo siento, maestro Hemme. La Principalia es mas grande de lo que yo creia.
– No te preocupes -dijo Hemme con gentileza-. Lo que importa es que hayas venido. -Solicito, la ayudo a sacar el papel y el tintero antes de volver a la tarima.
Una vez alli, parecio que fuera a empezar la clase. Pero antes de hacerlo, volvio a mirar a la joven que acababa de entrar.
– Disculpa, senorita. -Ella era la unica mujer que habia en la sala-. Que maleducado soy. ?Como te llamas?
– Ria.
– Ria. ?Es el diminutivo de Rian?
– Si -respondio ella con una sonrisa.
– Por favor, Rian, ?puedes cruzar las piernas?
Hemme formulo ese requerimiento con tanta seriedad que no se oyo ni la mas leve risita. Rian, desconcertada, cruzo las piernas.
– Ahora que las puertas del infierno estan cerradas -dijo Hemme con su tono normal, mas brusco-, ya podemos empezar.
Y eso hizo, ignorando a Ria durante el resto de la clase. Lo cual, en mi opinion, fue un favor involuntario.
La clase duro dos horas y media que se hicieron larguisimas. Escuche con atencion, con la esperanza de que Hemme abordara algun tema que yo no hubiese estudiado con Abenthy. Pero no lo hizo. Enseguida me di cuenta de que Hemme estaba hablando de los principios de la simpatia, ciertamente, pero a un nivel muy basico. Para mi, esa clase era una tremenda perdida de tiempo.
Cuando Hemme dio por terminada la clase, baje la escalera y lo alcance antes de que saliera por una puerta.
– ?Maestro Hemme?
Hemme se dio la vuelta.
– Ah, si, nuestro nino prodigio. No sabia que estuvieras en mi clase. No habre ido demasiado rapido para ti, ?verdad?
No cometi el error de contestar sinceramente esa pregunta.
– Ha repasado usted muy claramente los conceptos basicos, senor. Los principios que ha mencionado hoy formaran una buena base para los otros alumnos de la clase. -Para ser artista itinerante hay que dominar la diplomacia.
Hemme se hincho un poco ante mi cumplido; luego me miro atentamente.
– ?Para los otros alumnos de la clase? -me pregunto.
– Me temo que ya estoy familiarizado con los fundamentos basicos, senor. Conozco las tres leyes y los catorce corolarios. Asi como los noventa primeros…
– Si, si, ya entiendo -me corto-. Ahora estoy muy ocupado. Podemos hablar de esto manana, antes de la clase. -Se dio la vuelta y se alejo a buen paso.
Como media hogaza es mejor que nada, me encogi de hombros y me dirigi al Archivo. Ya que no iba a aprender nada en las clases de Hemme, mejor seria que empezara a educarme yo mismo.
Esa vez, cuando entre en el Archivo, habia una joven sentada detras del mostrador. Era asombrosamente hermosa, con largo cabello castano y unos ojos vivos y relucientes. Una notable mejora en comparacion con Ambrose, desde luego.
Me acerque al mostrador, y la joven sonrio.
– ?Como te llamas?
– Kvothe -conteste-. Hijo de Arliden.
Ella asintio y empezo a hojear el registro.
– ?Y tu? -dije para llenar el silencio.