Cene en la Cantina: pan moreno con mantequilla, estofado y judias. Manet estaba en mi mesa; con aquella mata de pelo parecia un enorme lobo blanco. Simmon y Sovoy se quejaban, por hacer algo, de la comida y especulaban sobre que clase de carne debia de ser la del estofado. Para mi, que llevaba menos de un ciclo lejos de las calles de Tarbean, era una comida maravillosa.
Sin embargo, lo que estaban diciendo mis amigos me estaba haciendo perder el apetito rapidamente.
– No me interpretes mal -dijo Sovoy-. Los tienes bien puestos. Eso nunca lo pondria en duda. Pero aun asi… -hizo un gesto con la cuchara- te van a colgar por esto.
– Eso, si tienes suerte -intervino Simmon-. Porque se trata de un caso de felonia, ?no?
– No hay para tanto -dije con mas conviccion de la que tenia-. Lo unico que he hecho ha sido calentarle un poco el pie.
– Todo acto de simpatia danino entra en la categoria de felonia. -Manet me apunto con su trozo de pan y arqueo sus alborotadas y entrecanas cejas con gesto serio-. Tienes que escoger mejor tus batallas, chico. Mantente al margen de los maestros. Si te cogen mania, pueden hacer de tu vida un infierno.
– Empezo el -dije con resentimiento y con la boca llena de judias.
Un joven se acerco corriendo a la mesa. Estaba jadeando.
– ?Eres Kvothe? -me pregunto mirandome de arriba abajo.
Asenti, y se pronto se me hizo un nudo en el estomago.
– Tienes que presentarte en la sala de profesores.
– ?Donde esta eso? -pregunte-. Solo llevo un par de dias aqui.
– ?Podeis ensenarselo vosotros? -pregunto el chico mirando a mis companeros-. Yo tengo que ir a decirle a Jamison que lo he encontrado.
– Yo lo acompanare -dijo Simmon apartando su cuenco-. De todas formas no tengo hambre.
El chico se marcho, y Simmon hizo ademan de levantarse de la mesa.
– Espera -dije senalando mi bandeja con la cuchara-. Todavia no he terminado.
Simmon me miro con cara de preocupacion.
– No puedo creer que estes comiendo -dijo-. Si yo no puedo comer, ?como puedes hacerlo tu?
– Tengo hambre -conteste-. No se que me espera en la sala de profesores, pero seguro que lo afrontare mejor con el estomago lleno.
– Te van a poner ante las astas del toro -explico Manet-. Esa es la unica razon por la que te ordenarian ir alli a estas horas de la noche.
Yo no sabia que queria decir con eso, pero no estaba dispuesto a hacer publica mi ignorancia.
– Podran esperar a que acabe de cenar, ?no? -dije, y segui comiendome el estofado.
Simmon volvio a sentarse y se puso a remover la comida de su bandeja. La verdad es que yo ya no tenia apetito, pero me fastidiaba tener que interrumpir una comida despues del hambre que habia pasado en Tarbean.
Cuando Simmon y yo nos pusimos por fin en pie, el ruido que generalmente habia en la Cantina se redujo y todos giraron la cabeza para mirarnos. Todos sabian a donde iba.
Ya fuera, Simmon metio las manos en los bolsillos y echo a andar hacia el Auditorio a buen paso.
– Bromas aparte, estas metido en un buen lio, ?sabes?
– Confiaba en que Hemme se avergonzara y no lo contara -admiti-. ?Expulsan a muchos alumnos? -Intente adoptar un tono jocoso.
– Este bimestre todavia no han expulsado a nadie -dijo Sim mirandome con sus azules ojos y esbozando una timida sonrisa-. Pero solo llevamos dos dias de clase. Podrias establecer un record.
– No tiene gracia -replique, pero me sorprendi sonriendo. Simmon siempre conseguia hacerme sonreir, pasara lo que pasase.
Sim iba delante, y llegamos al Auditorio mucho mas deprisa de lo que a mi me habria gustado. Simmon levanto una mano y, vacilante, me dijo adios cuando abri la puerta y entre en el edificio.
Me recibio Jamison, el encargado de supervisar todo lo que no controlaban directamente los maestros: las cocinas, la lavanderia, los establos, los almacenes… Era un tipo nervioso y con aspecto de pajaro. Un hombre con cuerpo de gorrion y ojos de halcon.
Jamison me acompano a una habitacion, enorme y sin ventanas, en la que habia una mesa con forma de media luna que me resulto familiar. El rector estaba sentado en el centro, como durante el proceso de admisiones. La unica diferencia real era que esa mesa no estaba elevada, de modo que los maestros y yo nos encontrabamos mas o menos a la misma altura.
Los ojos que me miraron no expresaban cordialidad. Jamison me condujo ante la mesa. Al verla desde ese angulo, comprendi por que los alumnos hablaban de «estar ante las astas del toro».
Jamison se retiro a otra mesa mas pequena y mojo la pluma en el tintero.
El rector junto las yemas de los dedos y hablo sin preambulos:
– El dia dos de Caitelyn, Hemme reune a los maestros. -Jamison tomaba nota en una hoja de papel, y de vez en cuando volvia a mojar la pluma en el tintero que tenia en la mesa. El rector continuo con tono formal-: ?Se hallan presentes todos los maestros?
– Maestro fisiologo -dijo Arwyl.
– Maestro archivero -dijo Lorren, tan imperturbable como siempre.
– Maestro aritmetico -dijo Brandeur haciendo crujir los nudillos sin darse cuenta.
– Maestro artifice -mascullo Kilvin sin levantar la vista del tablero de la mesa.
– Maestro alquimista -dijo Mandrag.
– Maestro retorico -dijo Hemme, que tenia el rostro colorado y enojado.
– Maestro simpatista -dijo Elxa Dal.
– Maestro nominador. -Elodin me sonrio. No fue una mueca mecanica, sino una sonrisa calida, con todas las de la ley. Di un tembloroso suspiro, aliviado al ver que al menos uno de los presentes no parecia ansioso por colgarme de los pulgares.
– Y maestro linguista -dijo el rector-. Los ochoi… -Fruncio las cejas-. Perdon. Tacha eso. Los nueve maestros se encuentran presentes. Exponga su queja, maestro Hemme.
Hemme no titubeo.
– Hoy, el alumno de primer curso Kvothe, que no es miembro del Arcano, me ha hecho vinculos simpaticos con malas intenciones.
– El maestro Hemme presenta dos acusaciones contra Kvothe -declaro el rector con severidad, sin dejar de mirarme-. Primera acusacion: empleo no autorizado de la simpatia. ?Que castigo se aplica a esa falta, maestro archivero?
– Por empleo no autorizado de la simpatia con resultado de lesiones, el alumno infractor sera atado y recibira cierto numero de latigazos, no menos de dos ni mas de diez, con latigo simple, en la espalda. -Lorren hablo como si leyera las instrucciones de una receta.
– ?Numero de latigazos propuestos? -El rector miro a Hemme.
Hemme se lo penso un momento.
– Cinco.
Note que palidecia y me obligue a respirar hondo y despacio, por la nariz, para tranquilizarme.
– ?Algun maestro se opone a este castigo? -El rector miro al resto de maestros, pero todos permanecieron callados y con expresion adusta-. Segunda acusacion: felonia. ?Maestro archivero?
– De cuatro a quince latigazos y expulsion de la Universidad -recito Lorren desapasionadamente.
– ?Latigazos propuestos?
Hemme me miro a los ojos.
– Ocho.
Trece latigazos y la expulsion. Me entro un sudor frio y tuve que contener las nauseas. No era la primera vez que sentia miedo. En Tarbean, el miedo nunca estaba muy lejos. El miedo te mantenia vivo. Pero jamas habia sentido una impotencia tan desesperada. Un miedo no solo a que me hicieran dano fisico, sino a que toda mi vida quedara arruinada. Empece a marearme.
– ?Has entendido las acusaciones que se han presentado contra ti? -me pregunto el rector.
Respire hondo.