– No del todo, senor. -No me gusto nada como sono mi voz, tremula y debil.
El rector levanto una mano, y Jamison levanto la pluma del papel.
– Va contra las leyes de la Universidad que un alumno que no es miembro del Arcano emplee la simpatia sin el permiso de un maestro.
Su rostro se ensombrecio.
– Y esta expresamente prohibido causar dano, en cualquier circunstancia, mediante simpatia. Y especialmente a un maestro.
Hace unos centenares de anos, a los arcanistas los perseguian y los quemaban por esas cosas. Aqui no toleramos ese comportamiento.
Percibi un deje de dureza en la voz del rector, y entonces comprendi lo enfadado que estaba. Respiro hondo y continuo:
– ?Me has entendido?
Asenti, tembloroso.
El rector le hizo otra senal a Jamison, que volvio a posar el plu-min sobre el papel.
– Kvothe, ?entiendes las acusaciones que se han presentado contra ti?
– Si, senor -respondi con toda la serenidad de que fui capaz. Lo veia todo muy brillante, y me temblaban un poco las piernas. Trate de controlarlas, pero solo consegui que temblaran aun mas.
– ?Tienes algo que decir en tu defensa? -me pregunto el rector con aspereza.
Lo unico que queria era marcharme de alli. Notaba las miradas de los maestros traspasandome. Tenia las manos humedas y frias. Si el rector no hubiera vuelto a hablar, seguramente habria negado con la cabeza y me habria largado.
– ?Y bien? -insistio el rector-. ?Nada que alegar?
Sus palabras me tocaron la fibra sensible. Eran las mismas palabras que Ben habia utilizado cientos de veces cuando me ensenaba, incansable, a discutir. Recorde sus palabras reprendiendome: «?Que? ?Nada que alegar? Todos mis pupilos deben ser capaces de defender sus ideas. Hagas lo que hagas en la vida, tu ingenio te defendera mas a menudo que una espada. ?Cultivalo!».
Volvi a respirar hondo, cerre los ojos y me concentre. Al cabo de largo rato, note la fria imperturbabilidad del Corazon de Piedra alrededor de mi. Deje de temblar.
Abri los ojos y me oi decir:
– Tenia permiso para emplear la simpatia, senor.
El rector me miro con dureza antes de decir:
– ?Como?
Me envolvi en el Corazon de Piedra como si fuera una manta tranquilizadora.
– Tenia permiso del maestro Hemme, tanto explicito como implicito.
Los maestros, desconcertados, se movieron en sus asientos.
El rector no parecia muy complacido.
– Explicate.
– Despues de la primera clase del maestro Hemme, fui a hablar con el y le dije que ya estaba familiarizado con los conceptos que habia planteado. El me propuso que lo hablaramos al dia siguiente.
»A1 dia siguiente, cuando el maestro Hemme llego a su clase, anuncio que yo daria la leccion para demostrar los principios de la simpatia. Tras comprobar de que materiales disponia, le hice a la clase la primera demostracion que mi maestro me habia hecho a mi. -Falso, por supuesto. Como ya he mencionado, mi primera leccion fue la de los drabines de hierro. Era mentira, pero una mentira plausible.
A juzgar por la cara que pusieron los maestros, Hemme no les habia contado como habia sucedido todo. Abrigado por el Corazon de Piedra, me relaje. Me alegre de que la irritacion del rector se debiera a que Hemme habia ofrecido una version abreviada de lo ocurrido.
– ?Hiciste una demostracion ante la clase? -pregunto el rector antes de que yo pudiera continuar. Miro a Hemme, y luego otra vez a mi.
Me hice el inocente.
– Fue una demostracion muy sencilla. ?Es eso algo inusual?
– Es un poco insolito, si -repuso el rector mirando a Hemme. Volvi a percibir su enojo, pero esa vez no parecia ir dirigido hacia mi.
– Yo crei que eso era lo que hacias para demostrar tu conocimiento de la materia y pasar a una clase de nivel mas avanzado -dije. Otra mentira, pero tambien plausible.
Entonces intervino Elxa Dal:
– ?Que elementos empleaste para la demostracion?
– Un muneco de cera, un pelo de la cabeza de Hemme y una vela. Yo habria escogido otro ejemplo, pero el material de que disponia era limitado. Pense que eso debia de formar parte de la prueba: tenias que ingeniartelas con lo que tuvieras a mano. -Volvi a encogerme de hombros-. No se me ocurrio ninguna otra manera de demostrar las tres leyes con el material que tenia.
El rector miro a Hemme.
– ?Es cierto lo que dice el chico?
Hemme abrio la boca y parecio que fuera a negarlo, pero por lo visto recordo que toda un aula llena de alumnos habia presenciado nuestro dialogo. No dijo nada.
– Maldita sea, Hemme -estallo Elxa Dal-. ?Dejas que el chico haga un modelo de ti y luego lo traes aqui y lo acusas de felonia? -farfullo-. Te mereces algo mucho peor.
– El E'lir Kvothe no habria podido hacerte dano con solo una vela -murmuro Kilvin. Se miro los dedos de las manos con aire ausente, como si estuviera cavilando sobre algo-. ?Con pelo y cera? Imposible. Con sangre y arcilla, quiza, pero…
– Orden. -La voz del rector era demasiado debil para que pueda decirse que grito, pero contenia la misma autoridad que si lo hubiera hecho. Miro a Elxa Dal y a Kilvin-. Contesta al maestro Kilvin, Kvothe.
– Hice un segundo vinculo entre la vela y el brasero para ilustrar la Ley de la Conservacion.
Kilvin no dejo de mirarse las manos.
– ?Cera y pelo? -gruno como si no estuviera del todo satisfecho con mi explicacion.
Lo mire entre desconcertado y avergonzado, y dije:
– Yo tampoco lo entiendo, senor. Como mucho deberia haber conseguido una transferencia del diez por ciento. No deberia haber bastado ni para hacerle una pequena ampolla al maestro Hemme, y menos aun para producirle quemaduras.
Me volvi hacia Hemme.
– Le aseguro que no pretendia hacerle dano, senor -dije fingiendo una profunda consternacion-. Solo esperaba que notara usted algo de calor en el pie. El fuego no llevaba mas de cinco minutos encendido, y no pense que un fuego tan reciente, y al diez por ciento, pudiera causarle dano. -Hasta me retorci un poco las manos; era el vivo retrato del alumno consternado. Fue una buena interpretacion. Mi padre habria estado orgulloso de mi.
– Pues me hiciste dano -repuso Hemme con amargura-. Y por cierto, ?donde esta ese maldito muneco? ?Exijo que me lo devuelvas de inmediato!
– Me temo que no puedo, senor. Lo destrui. Era demasiado peligroso dejarlo por ahi.
Hemme me miro, sagaz, y murmuro:
– Bueno, no tiene importancia.
El rector volvio a tomar las riendas.
– Esto cambia considerablemente las cosas. Hemme, ?todavia quieres presentar acusaciones contra Kvothe?
Hemme me miro con odio y no dijo nada.
– Yo propongo retirar ambas acusaciones -dijo Arwyl. La anciana voz del fisiologo me sorprendio un tanto-. Si Hemme lo puso delante de toda la clase, le dio su permiso. Y si le dio un pelo y vio como lo enganchaba en la cabeza del modelo, no podemos hablar de felonia.
– Creia que controlaria mejor lo que estaba haciendo -argumento Hemme lanzandome una mirada asesina.
– No es felonia -insistio Arwyl mirando con fijeza a Hemme a traves de las lentes de sus gafas; las arrugas de