senal que veia de que hubiera otros alumnos en el Archivo. Di un paso hacia atras y espere para preguntarle a la persona que venia que habia detras de esa puerta. Y que significaba «Valaritas».
La luz roja aumento y vi a dos secretarios que doblaban una esquina. Se detuvieron, y entonces uno de ellos corrio hacia donde estaba yo y me arrebato la vela, derramando cera caliente en mis manos al apagarla. Si yo hubiera llevado en la mano una cabeza recien cortada, creo que el secretario no se habria mostrado mas horrorizado.
– ?Que haces aqui con una vela encendida? -me pregunto con el susurro mas intenso que jamas habia oido. Bajo la voz y agito la vela, apagada, ante mi cara-. Por el cuerpo calcinado de Dios, ?que demonios te pasa?
Me frote la cera caliente del dorso de la mano. Trate de pensar con claridad en medio de la niebla de dolor y agotamiento. «Claro», pense, y recorde la sonrisa de Ambrose al ponerme la vela en las manos y hacerme entrar a toda prisa en Estanterias. «'Nuestro secreto.*' Claro.» Que tonto habia sido.
Uno de los secretarios me saco de Estanterias mientras el otro iba a buscar al maestro Lorren. Cuando salimos al vestibulo, Ambrose puso cara de desconcierto y conmocion. Exagero mucho su interpretacion, pero logro convencer al secretario que me acompanaba.
– ?Que hace ese aqui?
– Lo hemos encontrado paseandose -explico el secretario-. ?Con una vela!
– ?Que? -Ambrose parecia horrorizado-. Pues yo no lo he dejado entrar -mintio, y abrio uno de los libros de registro-. Mira. Compruebalo tu mismo.
Antes de que pudieramos decir nada mas, Lorren irrumpio en el vestibulo. Su semblante, normalmente placido, reflejaba dureza y ferocidad. Me entro un sudor frio y pense en lo que Teccam escribio en su
Lorren se acerco al mostrador.
– Explicate -le dijo con rabia contenida al secretario que tenia mas cerca.
– Micah y yo hemos visto una luz parpadeante en Estanterias y hemos ido a ver si alguien tenia problemas con su lampara. Lo hemos encontrado cerca de la escalera sudeste con esto. -El secretario levanto la vela. Le temblo un poco la mano bajo la furiosa mirada de Lorren.
Lorren se volvio hacia el mostrador, tras el que estaba Ambrose.
– ?Como ha podido pasar esto, Re'lar?
Ambrose levanto ambas manos en un gesto de impotencia.
– Ha venido hace un rato y yo no lo he dejado entrar porque no esta en el registro. Hemos discutido un poco; Fela estaba aqui y lo ha visto. -Me miro-. Al final le he dicho que tenia que irse. Debe de haberse colado cuando he ido a buscar mas tinta. -Se encogio de hombros-. O quiza haya pasado por el mostrador de Volumenes.
Me quede estupefacto. La pequena parte de mi mente que todavia no estaba aturdida por la fatiga estaba entretenida con mi dolor de espalda.
– Eso… eso no es cierto. -Mire a Lorren-. El me ha dejado entrar. Le ha ordenado a Fela que se marchara y me ha dejado entrar.
– ?Que? -Ambrose me miro boquiabierto; por un momento, se habia quedado sin habla. Pese a lo mal que me caia, tengo que reconocer que hizo una interpretacion magistral-. ?Por que demonios iba a hacer eso?
– Porque te he puesto en evidencia delante de Fela -conteste-. Y tambien me ha vendido la vela. -Sacudi la cabeza tratando de aclarar mis ideas-. No, me la ha regalado.
Ambrose seguia poniendo cara de perplejidad.
– Mirelo. -Rio-. Ese gallito esta borracho, o drogado.
– ?Me acaban de azotar! -proteste. Mi voz sono estridente en mis propios oidos.
– ?Basta! -grito Lorren cerniendose sobre nosotros como una columna de ira. Al oirlo, los secretarios palidecieron.
Lorren se aparto de mi e hizo un breve gesto de desden en direccion al mostrador.
– Re'lar Ambrose, queda formalmente acusado de negligencia en el deber.
– ?Como? -Esa vez, la indignacion de Ambrose no era fingida.
Lorren lo miro con el ceno fruncido, y Ambrose cerro la boca. El maestro se volvio hacia mi y dijo:
– E'lir Kvothe, le queda vedada la entrada en el Archivo. -Hizo un ademan con la mano extendida, como si cortara el aire.
Intente decir algo en mi defensa.
– Maestro, yo no pretendia…
Lorren se volvio bruscamente hacia mi. Su expresion, por lo habitual tan calmada, reflejaba una ira tan fria y tan terrible que, sin querer, di un paso hacia atras.
– ?Queno pretendias? -dijo-. No me interesan tus intenciones, E'lir Kvothe, ni si estabas equivocado o no. Lo unico que importan son los hechos. Tu mano sujetaba la vela encendida. Tu eres el responsable. Esa es la leccion que deben aprender los adultos.
Me mire los pies y, desesperado, intente dar con algo que decir. Alguna prueba que ofrecer. Mi fangoso cerebro todavia intentaba encontrar una solucion cuando Lorren salio a grandes zancadas del vestibulo.
– No entiendo por que tienen que castigarme por su estupidez -refunfuno Ambrose dirigiendose a los otros secretarios mientras yo me encaminaba, aturdido, hacia la puerta. Cometi el error de darme la vuelta y mirarlo. Tenia una expresion seria, cuidadosamente controlada.
Pero en sus ojos se adivinaba la risa.
– La verdad, chico -me dijo-. No se en que estarias pensando. Un miembro del Arcano deberia tener mas sentido comun.
Fui a la Cantina caminando pesadamente. Los engranajes de mi pensamiento giraban despacio. Puse mi vale de comidas en una de las bandejas de laton y me servi una racion de pudin, una salchicha y judias, que nunca faltaban. Mire sin animo alrededor de la habitacion hasta que vi a Simmon y a Manet sentados donde siempre, en el rincon noreste de la sala.
Atraje muchas miradas mientras me dirigia hacia la mesa. Es logico, pues hacia apenas dos horas estaba atado a un poste y me estaban azotando publicamente. Oi a alguien susurrar: «… no ha sangrado cuando le han dado los latigazos. Lo he visto con mis propios ojos. Ni una sola gota».
Lo que habia hecho que no sangrara era el nahlrout, por supuesto. En su momento me habia parecido muy buena idea. Ahora, en cambio, parecia nimia y estupida. Ambrose no habria conseguido enganarme tan facilmente si mi caracter desconfiado por naturaleza no hubiera estado adormecido. Si hubiera estado en pleno uso de mis facultades, estoy seguro de que habria encontrado la forma de explicarle lo ocurrido a Lorren.
Mientras me dirigia al rincon de la sala, comprendi la situacion. Habia cambiado mi acceso al Archivo por un poco de notoriedad.
Sin embargo, lo unico que podia hacer era poner al mal tiempo buena cara. Si lo unico que me quedaba despues de esa debacle era un poco de fama, tendria que hacer todo lo posible por conservarla. Cuadre los hombros mientras caminaba hacia donde estaban Simmon y Manet y puse mi bandeja en la mesa.
– La cuota de Estanterias no existe, ?verdad? -pregunte en voz baja al mismo tiempo que me sentaba, tratando de no hacer muecas de dolor.
Sim me miro sin comprender.
– ?Cuota de Estanterias?
Manet rio sobre su cuenco de judias.
– Llevaba anos sin oir eso. Cuando trabajaba de secretario, enganabamos a los alumnos de primer curso y les haciamos darnos un penique para entrar en el Archivo. Lo llamabamos cuota de Estanterias.
Sim le lanzo una mirada de desaprobacion.
– Eso esta muy mal hecho.
Manet levanto ambas manos en un ademan defensivo.
– Solo lo haciamos para divertirnos un poco. -Me miro-. ?Por eso tienes esa cara tan larga? ?Te han timado un cobre?
Negue con la cabeza. No queria proclamar que Ambrose me habia timado un talento.
– A ver si adivinais a quien han prohibido la entrada en el Archivo -pregunte mientras echaba la corteza del