– Si, maestro Kilvin.
El maestro asintio.
– Estupendo. Los jovenes de tu edad no deben preocuparse por esas nimiedades. Pronto volveras a estar fuerte como una roca.
Estaba pensando una respuesta educada cuando me llamo la atencion algo que habia sobre nuestras cabezas.
Kilvin siguio la direccion de mi mirada. Al ver lo que yo estaba mirando, una sonrisa ilumino su enorme y barbuda cara.
– ?Ah! -dijo con orgullo paternal-. ?Mis pequenas!
Habia medio centenar de esferas de cristal colgadas con cadenas de las altas vigas del taller. Eran de diferentes tamanos, aunque ninguna superaba el de la cabeza de un hombre.
Y ardian.
Al ver mi expresion, Kilvin me hizo una sena.
– Ven. -Me guio hasta una angosta escalera de hierro forjado.
Una vez arriba, pasamos por una serie de estrechas pasarelas de hierro, a ocho metros del suelo, que serpenteaban entre las gruesas vigas que sostenian el tejado. Tras recorrer el laberinto de madera y hierro, llegamos a la hilera de esferas de cristal colgantes con fuego en el interior.
– Son mis lamparas -dijo Kilvin senalandolas.
Entonces entendi que eran. Unas estaban llenas de liquido y mecha, como las lamparas normales, pero la mayoria eran muy extranas. Una solo contenia un humo gris y burbujeante que parpadeaba esporadicamente. Otra esfera contenia una mecha que colgaba de un hilo de plata y quedaba suspendida en el aire, y ardia con una llama blanca e inmovil pese a la aparente ausencia de combustible.
Otras dos, colgadas lado a lado, eran gemelas, salvo que una tenia la llama azul y la otra, de color naranja intenso. Unas eran pequenas como ciruelas, y otras, grandes como melones. En una habia una cosa que parecia un trozo de carbon negro y un pedazo de tiza blanca, y del sitio donde las dos piezas se juntaban salia, ardiendo en todas direcciones, una intensa llamarada roja.
Kilvin me dejo contemplarlas largo rato, y luego nos acercamos mas.
– Los cealdaros tienen leyendas de lamparas perpetuas. Creo que hubo un tiempo que eso estaba dentro del alcance de nuestro arte. Llevo diez anos buscando. He fabricado muchas lamparas; algunas son muy buenas, y arden mucho tiempo. -Me miro-. Pero ninguna es eterna.
Camino por la pasarela y senalo una de las esferas colgantes.
– ?Conoces esa, E'lir Kvothe? -Dentro solo habia un trocito de cera de color verde grisaceo que ardia con una llama del mismo color. Negue con la cabeza-. Hmmm. Deberias conocerla. Sal blanca de litio. Se me ocurrio tres ciclos antes de que llegaras tu. De momento funciona bien; lleva veinticuatro dias encendida, y espero que siga asi muchos mas. -Me miro-. Me sorprendio que se te ocurriera, porque yo tarde diez anos en tener esa idea. Tu segunda sugerencia, la del aceite de sodio, no fue tan buena. Lo intente hace anos. Duro once dias.
Siguio hasta el final de la hilera, y senalo la esfera vacia con la llama blanca e inmovil.
– Setenta dias -dijo con orgullo-. Pero no espero que esa sea la definitiva, porque la esperanza es un juego estupido. Aun asi, si sigue ardiendo seis dias mas, sera la mejor lampara que haya fabricado en estos diez anos.
Se quedo un rato mirandola con una extrana expresion de indulgencia.
– Pero no deposito en ella excesivas esperanzas -dijo con decision-. Fabrico nuevas lamparas y tomo mis mediciones. Esa es la unica forma de progresar.
Me guio, en silencio, hasta la planta baja del taller. Una vez alli, se volvio hacia mi y dijo con tono imperioso:
– Manos. -Alzo sus enormes manos, expectante.
Como no sabia que queria, levante las manos. El me las cogio con una suavidad sorprendente. Les dio la vuelta y las examino.
– Tienes manos de cealdaro -dijo con elogioso resentimiento. Me mostro las suyas. Tenia los dedos gruesos y las palmas anchas. Las cerro formando dos punos que parecian mazas-. Mis manos tardaron muchos anos en aprender a ser manos de cealdaro. Eres afortunado. Trabajaras aqui. -Ladeo la cabeza con gesto inquisitivo, y ese gesto fue lo unico que convirtio su afirmacion, un tanto brusca, en una invitacion.
– Oh, si. Es decir, gracias, senor. Es para mi un honor que…
Kilvin me interrumpio con un gesto de impaciencia.
– Ven a verme si se te ocurre algo sobre la lampara perpetua. Si tu cabeza es tan habil como lo parecen tus manos… -Lo que podria haber sido una sonrisa quedo escondido bajo su poblada barba, pero le brillaron los oscuros ojos cuando vacilo socarrona-mente, casi jugueton-: Si -repitio levantando un dedo cuya yema era del tamano de la bola de la cabeza de un martillo-. En ese caso, me gustaria ensenarte ciertas cosas.
– Tienes que decidir a quien vas a hacerle la pelota -dijo Sim-mon-. Para que te asciendan a Re'lar, tienes que tener a un maestro de padrino. Tienes que elegir a uno y pegarte a el como la mierda a la suela de su zapato.
– Maravilloso -dijo Sovoy con aspereza.
Sovoy, Wilem, Simmon y yo estabamos sentados a una mesa apartada del fondo de Anker's, aislados de los clientes de la noche de Abatida que llenaban el local con el continuo rugido de su conversacion. Los puntos me habian saltado dos dias atras y estabamos celebrando mi primer ciclo en el Arcano.
Ninguno de nosotros estaba demasiado borracho. Tampoco ninguno de nosotros estaba demasiado sobrio. Nuestro posicio-namiento exacto entre esos dos puntos es un asunto de vanas conjeturas, y no perdere tiempo con el.
– Yo me concentro solo en ser brillante -intervino Sovoy-. Y luego espero a que los maestros se den cuenta.
– ?De que le sirvio eso a Mandrag? -dijo Wilem esbozando una inusual sonrisa.
Sovoy miro a Wilem con mala cara.
– Mandrag es un penco.
– Ahora entiendo por que lo amenazaste con tu fusta de montar -repuso Wilem.
Me tape la boca para sofocar la risa.
– ?Eso hiciste?
– No te lo estan contando todo -dijo Sovoy, ofendido-. Ascendio a otro alumno en lugar de a mi. Prefirio dejarme a mi tal como estaba para poder utilizarme como aprendiz, en lugar de ascenderme a Re'lar.
– Y tu lo amenazaste con la fusta.
– Discutimos -dijo Sovoy con calma-. Y resulto que tenia la fusta en la mano.
– La blandiste contra el -insistio Wilem.
– ?Venia de montar! -dijo Sovoy acaloradamente-. ?Si antes de la clase hubiera estado en un prostibulo y hubiera enarbolado un corse ante el, nadie le habria dado importancia!
Hubo un momento de silencio en nuestra mesa.
– No quiero ni imaginarmelo -dijo Simmon, y se puso a reir a carcajadas con Wilem.
Sovoy reprimio una sonrisa y me miro.
– Sim tiene razon en una cosa. Deberias concentrar tus esfuerzos en una asignatura. Si no, te pasara como a Manet, el eterno E'lir. -Se levanto y se arreglo la ropa-. Bueno, ?que tal estoy?
En sentido estricto, Sovoy no iba vestido a la moda, pues seguia el estilo de Modegan y no el local. Pero no podia negarse que le sentaban bien los colores tenues de sus prendas de seda y de ante.
– ?Que mas da? -pregunto Wilem-. ?Acaso piensas invitar a Sim a salir contigo?
Sovoy sonrio.
– Desgraciadamente, tengo que dejaros. Tengo una cita con una dama, y dudo mucho que esta noche nos acerquemos por esta zona de la ciudad.
– No nos habias dicho que tenias una cita -protesto Sim-. Si somos solo tres no podremos jugar a esquinas.
En realidad era una concesion que Sovoy estuviera alli con nosotros. Habia resoplado un poco al entrar en la taberna que habian elegido Wil y Sim. Anker's era lo bastante de clase baja para que las bebidas fueran baratas,