pan en las judias.
Me miraron sin comprender. Al cabo de un rato, Simmon hizo la deduccion correcta:
– Hmmm… ?A ti?
Asenti y empece a comerme las judias. No tenia hambre, pero confiaba en que llenarme un poco el estomago me ayudara a librarme del aletargamiento producido por el nahlrout. Ademas, yo nunca desaprovechaba la oportunidad de comer algo.
– ?Te han expulsado temporalmente el primer dia? -pregunto Simmon-. Ahora te va a costar mucho mas estudiar el folclore relacionado con los Chandrian.
Suspire.
– Si, supongo que si.
– ?Por cuanto tiempo te ha expulsado?
– Me ha vedado la entrada -aclare-. No ha mencionado ningun periodo de tiempo.
– ?Que te ha vedado la entrada? -se extrano Manet-. Hacia doce anos que no le imponia esa sancion a nadie. ?Que has hecho? ?Mearte encima de un libro?
– Unos secretarios me encontraron dentro con una vela.
– Tehlu misericordioso. -Manet dejo el tenedor y se puso serio por primera vez-. El viejo Lore debe de haberse puesto furioso.
– Furioso es la palabra exacta -confirme.
– ?Como se te ha ocurrido entrar alli con una vela encendida? -pregunto Simmon.
– No podia pagar una lampara de mano -conteste-. El secretario que estaba en el mostrador me dio una vela.
– No puede ser -dijo Sim-. Ningun secre…
– Espera un momento -lo corto Manet-. ?Era un tipo moreno? ?Bien vestido? ?Con cara de malas pulgas? - Fruncio exageradamente el ceno.
Asenti cansinamente.
– Si, Ambrose. Nos conocimos ayer. Empezamos con mal pie.
– No es facil evitarlo -dijo Manet en voz baja y echando un vistazo a los alumnos que estaban sentados alrededor de nosotros. Me fije en que mas de uno estaba escuchando con disimulo nuestra conversacion-. Se nos paso advertirte que no debias acercarte a el -anadio.
– Madre de Dios -dijo Simmon-. De todas las personas con las que no te conviene estar a malas…
– Pues ya estoy a malas -dije. Empezaba a encontrarme un poco mejor. Ya no me sentia tan cansado ni notaba la cabeza llena de algodon. O se estaban pasando los efectos secundarios del nahlrout, o la rabia estaba disipando poco a poco la neblina del agotamiento-. Le demostrare que puedo plantarle cara a cualquiera. Deseara no haberme conocido nunca y no haberse inmiscuido en mis asuntos.
Simmon parecia un poco nervioso.
– No deberias amenazar a otros alumnos -dijo con una risita, como si tratara de quitarle importancia a mi comentario. Bajo un poco la voz y anadio-: No lo entiendes. Ambrose es el heredero de una baronia de Vintas. - Titubeo un poco mirando a Manet-. Ay, Senor, ?por donde empiezo?
Manet se inclino hacia delante y bajo tambien la voz:
– El no es de esos nobles que vienen a tontear por aqui un par de bimestres y luego se marchan. Lleva anos aqui, ha ido ascendiendo poco a poco hasta llegar a Re'lar. Y tampoco es el septimo hijo de la familia. Es el primogenito. Y su padre es uno de los doce hombres mas poderosos de Vintas.
– De hecho es el numero dieciseis de la nobleza -dijo Sim con naturalidad-. Primero esta la familia real, luego los principes regentes, Maer Alveron, la duquesa Samista, Aculeus y Meluan Lackless… -Se interrumpio al ver como lo miraba Manet.
– Tiene dinero -resumio Manet-. Y amigos que se compran con dinero.
– Y gente que trata de ganarse el favor de su padre -anadio Simmon.
– Lo importante -prosiguio Manet con seriedad- es que no lo provoques. En su primer ano aqui, un alquimista se enemisto con Ambrose. Ambrose le compro su deuda al prestamista de Imre. Cuando el tipo no pudo pagar, lo metieron en la carcel de los deudores. -Manet partio un trozo de pan por la mitad y empezo a untarlo con mantequilla-. Para cuando su familia consiguio sacarlo de la carcel, el tipo ya tenia tuberculosis. Se habia quedado hecho una piltrafa. No siguio estudiando.
– ?Y los maestros lo permitieron? -pregunte.
– Todo era perfectamente legal -repuso Manet en voz baja-. Aun asi, Ambrose no fue tan necio como para comprar el mismo la deuda de ese tipo. -Manet hizo un ademan de desden-. Hizo que la comprara otro, pero se aseguro de que todo el mundo supiera que el responsable era el.
– ?Y Tabetha? -anadio Sim, compungido-. Iba por ahi contandole a todo el mundo que Ambrose habia prometido casarse con ella. Y un buen dia desaparecio.
Eso explicaba por que Fela no habia querido ofender a Ambrose. Le hice un ademan tranquilizador a Sim.
– Yo no amenazo a nadie -dije con aire inocente subiendo el tono de voz para que pudiera oirme quien me estuviera escuchando-. Solo cito una de mis obras literarias favoritas. Es del cuarto acto de
Sobre el vertere el hambre y el fuego
hasta que la desolacion lo aturda
y todos los demonios de la oscuridad exterior
miren asombrados y reconozcan
que la especialidad del hombre es la venganza.
Se produjo un extrano silencio alrededor de mi, que se extendio por la Cantina un poco mas de lo que yo esperaba. Al parecer, habia calculado mal el numero de personas que nos estaban escuchando. Volvi a concentrarme en la comida y decidi dejarlo de momento. Estaba cansado, me dolia la espalda y ya tenia suficientes problemas.
– De momento no necesitas esta informacion para nada -dijo Manet en voz baja tras un largo silencio-. Puesto que te han vedado el acceso al Archivo… Aun asi, supongo que te conviene saberlo. -Carraspeo un poco-. No necesitas comprar una lampara. Solo tienes que firmar en el mostrador y devolverla cuando has terminado. -Me miro como nervioso, a la espera de la reaccion que esa informacion pudiera provocar en mi.
Asenti con desgana. Tenia razon cuando habia pensado que quiza Ambrose no fuera tan cabronazo como yo creia. Era diez veces mas cabronazo.
44 El cristal ardiente
La Factoria era donde se hacian la mayoria de los trabajos manuales de la Universidad. En el edificio habia talleres de sopladores de vidrio, de carpinteros, alfareros y cristaleros. Tambien habia una forja y una fundicion que habrian sido la envidia de cualquier metalurgico.
El taller de Kilvin se encontraba en la Artefactoria, comunmente llamada la Factoria. Era tan grande como un granero, y albergaba como minimo dos docenas de mesas de trabajo de madera gruesa, todas ellas cubiertas de innumerables e indescriptibles herramientas y proyectos en ejecucion. El taller era el corazon de la Factoria, y Kilvin era el corazon del taller.
Cuando llegue, Kilvin estaba doblando una barra retorcida de hierro para darle forma mas deseable. Al verme, dejo la barra firmemente sujeta con unas abrazaderas a la mesa y fue a recibirme, limpiandose las manos en la camisa.
Me miro con ojo critico.
– ?Te encuentras bien, E'lir Kvothe?
Yo habia estado paseando y habia buscado un poco de corteza de sauce para mascar. Todavia me dolia y picaba la espalda, pero el dolor era soportable.