Hubo un momento de silencio; mis dos amigos bebieron un poco, sin dirigir la mirada a ningun sitio en particular. Yo queria pedirles mas detalles, pero comprendi que se trataba de un asunto delicado.
– En fin -dijo Sim en voz baja-. He oido decir que no lo soltaron de las Gavias. Dicen que se escapo.
– A ningun arcanista que se precie se lo puede tener encerrado en una celda -dije-. Eso no me sorprende.
– ?Has estado en las Gavias? -me pregunto Simmon-. Esta disenada para tener a los arcanistas encerrados. Es un edificio de piedra enmallada. Hay protecciones en puertas y ventanas. -Sacudio la cabeza-. No me imagino como alguien podria salir de alli, ni siquiera uno de los maestros.
– Nos estamos yendo por las ramas -dijo Wilem con firmeza-. Kilvin te ha aceptado en la Factoria. Si consigues impresionarlo, quiza llegues a Re'lar. -Nos miro a uno y a otro-. ?De acuerdo?
– De acuerdo -dijo Simmon.
Asenti, pero mi cerebro funcionaba a toda velocidad. Pensaba en Taborlin el Grande, que conocia los nombres de todas las cosas. Pensaba en las historias que Skarpi contaba en Tarbean. El no habia hablado de arcanistas, solo de nominadores.
Y pensaba en Elodin, el maestro nominador, y en que podia hacer para acercarme a el.
45 Interludio: cuentos de taberna
Kvothe hizo una senal, y Cronista limpio el plumin de su pluma y sacudio la mano. Bast se desperezo aparatosamente, sin levantarse de la silla y estirando los brazos por detras del respaldo.
– Casi habia olvidado lo deprisa que paso todo -cavilo Kvothe-. Esas fueron, seguramente, las primeras historias que se contaron de mi.
– En la Universidad todavia siguen contandolas -dijo Cronista-. He oido tres versiones diferentes de esa clase que diste. Y tambien de los latigazos. ?Fue entonces cuando empezaron a llamarte Kvothe el Sin Sangre?
Kvothe asintio.
– Es probable.
– Ya que preguntamos, Reshi -dijo Bast timidamente-. Me preguntaba por que no fuiste a buscar a Skarpi.
– ?Que querias que hiciera, Bast? ?Que me tiznara la cara con hollin y que protagonizara un audaz rescate nocturno? -Kvothe solto una risita-. Lo habian detenido por hereje. Lo unico que podia hacer yo era confiar en que fuera verdad que tenia amigos en la iglesia.
Kvothe inspiro hondo y suspiro.
– Pero la razon mas sencilla es la menos satisfactoria, supongo. La verdad es esta: yo no vivia en un cuento.
– Perdona, pero no te entiendo, Reshi -dijo Bast, desconcertado.
– Piensa en todas las historias que has oido, Bast. Tienes a un muchacho, el heroe. Asesinan a sus padres. El muchacho decide vengarse. ?Que pasa despues?
Bast titubeo. Cronista se le adelanto y contesto:
– Encuentra ayuda. Una ardilla que habla. Un espadachin viejo y borracho. Un ermitano loco que vive en el bosque. Algo asi.
Kvothe asintio.
– Exacto. Encuentra al ermitano loco del bosque, demuestra su valia y aprende los nombres de todas las cosas, igual que Taborlin el Grande. Luego, cuando ya domina esa poderosa magia, ?que hace?
Cronista se encogio de hombros.
– Encuentra a los villanos y los mata.
– Por supuesto -dijo Kvothe grandiosamente-. Limpio, rapido y facil como mentir. Sabemos como termina antes de que empiece. Por eso nos gustan las historias. Nos ofrecen la claridad y la sencillez de que carece nuestra vida real.
Kvothe se inclino hacia delante.
– Si esto fuera un cuento de taberna, lleno de medias verdades y de aventuras absurdas, os contaria que en la Universidad fui un alumno muy aplicado. Que aprendi el cambiante nombre del viento y que me vengue de los Chandrian. -Kvothe chasco los dedos-. Asi de sencillo.
»Pero si bien esa seria una historia entretenida, no seria la verdad. La verdad es esta. Habia llorado la muerte de mis padres durante tres anos, y el dolor habia quedado reducido a una sorda molestia.
Kvothe hizo un ademan conciliador y esbozo una tensa sonrisa.
– No voy a mentiros. Habia veces, a altas horas de la noche, cuando estaba acostado, insomne y desesperadamente solo en mi camastro de las Dependencias, en que me asaltaba una pena tan infinita y vacia que creia que me asfixiaria.
»Habia veces en que veia a una mujer con su pequeno en brazos, o a un padre riendo con su hijo, y ardia en mi una llama de ira, furiosa por el recuerdo de la sangre y el olor a pelo quemado.
Kvothe se encogio de hombros.
– Pero en mi vida habia otras cosas, ademas de venganza. Tenia obstaculos muy reales que superar. Mi pobreza. Mi humilde cuna. Mis enemigos de la Universidad eran mas peligrosos para mi que los Chandrian.
Le hizo una sena a Cronista para que cogiera la pluma.
– Pese a todo eso, comprobaremos que hasta las historias mas fantasiosas esconden una pizca de verdad, porque es verdad que encontre algo muy parecido al ermitano loco del bosque. -Kvo-the sonrio-. Y estaba decidido a aprender el nombre del viento.
46 El viento, siempre variable
Encontrar a Elodin no era tarea facil. Tenia un despacho en el Auditorio, pero por lo visto no lo utilizaba nunca. Fui a Registros y Horarios y descubri que solo ensenaba una asignatura: Matematicas Improbables. Sin embargo, eso no me ayudo a localizarlo, pues segun el registro, la hora de la clase era «ahora» y el lugar, «en todas partes».
Al final lo vi por pura chiripa en un patio concurrido. Llevaba su tunica negra de maestro, lo cual no era muy habitual. Me dirigia a una clase de Observacion en la Clinica, pero decidi que preferia llegar tarde a mi clase que desaprovechar la ocasion de hablar con el.
Para cuando logre abrirme paso entre la multitud y lo alcance, estabamos en la zona norte de la Universidad, en un ancho camino de tierra que se adentraba en el bosque.
– Maestro Elodin -lo llame-. Esperaba poder hablar con usted.
– Una modesta esperanza -repuso el sin aminorar el paso y sin mirarme-. Deberias apuntar mas alto. Los jovenes deberian arder de ambicion.
– Pues entonces, tengo la esperanza de estudiar nominacion -dije cuando estuve a su altura.
– Demasiado alto -replico el con naturalidad-. Vuelve a intentarlo. Ha de ser algo intermedio. -El camino describia una curva, y los arboles tapaban los edificios de la Universidad, que quedaban a nuestras espaldas.
– ?Puedo tener esperanzas de que me acepte usted como alumno? -probe-. ?Y de que me ensene lo que le parezca?
Elodin se paro en seco y se volvio hacia mi.
– Muy bien -dijo-. Ve a buscarme tres pinas. -Trazo un circulo con el pulgar y el indice-. De este tamano, y que no les falte ninguna escama. -Se sento en medio del camino y me invito a marcharme con un ademan-: Vete. Corre.
Eche a correr hacia los arboles. Tarde unos cinco minutos en encontrar tres pinas del tamano apropiado. Cuando volvi al camino, estaba despeinado y cubierto de aranazos. No se veia a Elodin por ninguna parte.
Mire alrededor, embobado; maldije en voz alta, solte las pinas y eche a correr hacia el norte por el camino. No tarde mucho en alcanzar al maestro, que paseaba tranquilamente contemplando los arboles.