?Que te hace pensar que yo se llamar al viento?
– Lo he deducido por eliminacion -respondi-. Ninguno de los otros maestros hace esas cosas, de modo que debe de ser su especialidad.
– Segun tu razonamiento, entonces tambien deberia ensenar danzas del Solsticio de Verano, labores de aguja y robo de caballos.
Llegamos al final del pasillo. A medio deslizamiento, Elodin estuvo a punto de derribar a un individuo enorme, de anchas espaldas, que llevaba un libro en la mano.
– Perdoneme, senor -dijo el tipo, aunque evidentemente el no habia tenido la culpa.
– Hola, Timothy -dijo Elodin senalandolo con un largo dedo-. Ven con nosotros.
Elodin nos guio por una serie de pasillos mas cortos, y al final llegamos ante una gruesa puerta de madera con un panel deslizante a la altura de los ojos. Elodin lo abrio y se asomo por el.
– ?Como esta? -pregunto.
– Tranquilo -respondio Timothy-. Me parece que no ha dormido mucho.
Elodin intento abrir la puerta; entonces se volvio hacia Timothy, se puso serio y dijo:
– ?Lo habeis encerrado?
Timothy le sacaba una cabeza a Elodin, y seguramente pesaba el doble que el, pero palidecio de golpe cuando el maestro en calcetines le sostuvo la mirada.
– No he sido yo, maestro Elodin. Es que…
Elodin lo interrumpio con un brusco ademan.
– Abre la puerta.
Timothy saco un llavero.
Elodin siguio fulminandolo con la mirada.
– A Alder Whin no hay que encerrarlo. Puede ir y venir como se le antoje. No hay que ponerle nada en la comida a menos que el lo pida expresamente. Te hago responsable de esto, Timothy Gene-roy. -Elodin le hinco un largo dedo en el pecho-. Si me entero de que han sedado o atado a Whin, te paseare desnudo por las calles de Imre como si fueras un pony rosa. -Lo miro con fijeza-. Vete.
Timothy se marcho tan aprisa como pudo sin echar a correr.
Elodin se volvio hacia mi.
– Puedes entrar, pero no hagas ruido ni movimientos bruscos. No hables a menos que el se dirija a ti. Y si hablas, hazlo en voz baja. ?Entendido?
Asenti, y Elodin abrio la puerta.
La habitacion no era lo que yo esperaba. Unas altas ventanas dejaban entrar la luz, revelando una gran cama y una mesa con sillas. Las paredes, el techo y el suelo estaban forrados de gruesa tela blanca, amortiguando hasta los mas debiles ruidos provenientes del pasillo. Las mantas habian sido retiradas de la cama, y un hombre delgado de unos treinta anos estaba envuelto en ellas, acurrucado contra la pared.
Elodin cerro la puerta, y el hombre, muy menudo, se sobresalto un poco.
– ?Whin! -dijo Elodin en voz baja, y se acerco a el-. ?Que ha pasado?
Alder Whin lo miro con los ojos muy abiertos. Era un hombre muy flaco; llevaba el torso desnudo bajo la manta y el cabello despeinado. Hablo en voz baja y un poco cascada.
– Estaba bien. Todo me iba bien. Pero la gente hablando, los perros, los adoquines… Ahora mismo no lo soporto.
Whin se pego a la pared, y la manta resbalo de sus hombros huesudos. Vi que llevaba un florin de plomo colgado del cuello. Ese hombre era un arcanista con todas las de la ley.
– ?Que haces en el suelo? -le pregunto Elodin.
Whin miro la cama; el panico se reflejaba en sus ojos.
– Me caere -dijo con un hilo de voz, con un tono entre horrorizado y avergonzado-. Y hay muelles y listones. Clavos.
– ?Como te encuentras ahora? -pregunto Elodin con amabilidad-. ?Quieres volver conmigo?
– ?Nooooo! -Whin dio un grito de desesperacion, cerro fuertemente los ojos y se cino la manta. Su fina y aflautada voz hizo que su suplica sonara mas desgarradora que si hubiera dado un alarido.
– Tranquilo. Puedes quedarte aqui -dijo Elodin-. Ya vendre a visitarte otro dia.
Al oir eso, Whin abrio los ojos, nervioso.
– No traigas el trueno -dijo con tono angustiado. Saco una delgada mano de debajo de la manta y agarro a Elodin por la camisa-. Pero necesito un cazagatos y plumazul, y tambien huesos. -Hablaba con apremio-. Huesos de palo.
– Te los traere -lo tranquilizo Elodin, y me indico por senas que saliera de la habitacion. Obedeci.
Salimos, y Elodin cerro la puerta. Estaba muy serio.
– Whin sabia donde se metia cuando se convirtio en mi guiler. -Se dio la vuelta y empezo a caminar por el pasillo-. Tu no lo sabes. No sabes nada de la Universidad. Los peligros que encierra. Crees que este sitio es un cuento de hadas, un parque infantil. Pero no lo es.
– Exacto -dije con brusquedad-. Es un parque infantil y todos los otros ninos estan celosos porque a mi me dejaron jugar a «recibir latigazos y ser expulsado del Archivo», y a ellos no.
Elodin dejo de andar y se volvio hacia mi.
– De acuerdo. Demuestrame que estoy equivocado. Demuestrame que lo has pensado bien. ?Por que una Universidad con menos de mil quinientos alumnos necesita un manicomio del tamano del palacio real?
Pense a toda velocidad.
– La mayoria de los alumnos provienen de familias adineradas -respondi-. Han llevado una vida facil. Cuando se ven obligados a…
– No -me interrumpio Elodin con desden, y echo a andar por el pasillo-. Es por lo que estudiamos. Por como ensenamos a funcionar a nuestra mente.
– Entonces, la gramatica y los mensajes cifrados hacen enloquecer a la gente -dije, cuidando de enunciar la frase como una afirmacion.
Elodin se paro y abrio la puerta que tenia mas cerca. El pasillo se lleno de gritos de panico. «?… DENTRO DE MI! ?DENTRO DE Mi! ?ESTAN DENTRO DE MI! ?ESTAN DENTRO DE MI!» Me asome por la puerta y vi a un joven retorciendose en una cama; estaba atado con correas de cuero por las munecas, la cintura, el cuello y los tobillos.
– La trigonometria y la logica diagramada no provocan esto -dijo Elodin mirandome a los ojos.
– ?ESTAN DENTRO DE MI! ?ESTAN DENTRO DE MI! ?ESTAN DENTRO DE…! -Los gritos continuaron. Eran como una salmodia, como el interminable y mecanico ladrido de un perro por la noche-. ?… MI! ?ESTAN DENTRO DE MI! ?ESTAN DENTRO DE MI! ?ESTAN DENTRO…!
Elodin cerro la puerta. Aunque yo todavia oia los gritos debilmente a traves de la gruesa puerta, el silencio era asombroso.
– ?Sabes por que llaman a esto la Choza? -me pregunto el maestro.
Negue con la cabeza.
– Porque es a donde te llevan si estas como una cho-ta. -Compuso una amplia sonrisa, y a continuacion solto una terrible risotada.
Elodin me guio por una serie de largos pasillos hasta otra ala de las Gavias. Al final doblamos una esquina y vimos algo nuevo: una puerta de cobre.
Elodin se saco una llave del bolsillo y abrio la puerta.
– Me gusta pasar por aqui cuando vuelvo por el barrio -dijo con tono indiferente mientras abria-. Recojo el correo, riego las plantas y esas cosas.
Se quito un calcetin, le hizo un nudo y lo utilizo para ponerle un calce a la puerta, impidiendo que se cerrara.
– Es agradable volver de visita, pero… -Empujo un poco la puerta para asegurarse de que no se cerraria-. Otra vez, no.
Lo primero que me llamo la atencion de la habitacion fue que habia una atmosfera extrana. Al principio crei que quiza estuviera insonorizada, como la de Alder Whin, pero mire alrededor y vi que las paredes y el techo eran de piedra gris. Entonces pense que quiza el aire estuviera viciado, pero cuando aspire oli a lavanda y a ropa de