Yo no tenia nada de todo eso. Si no conseguia ocho iotas mas para pagar mi matricula, no tendria a donde ir.

La opcion mas sencilla parecia pedirle prestado dinero a algun amigo, pero valoraba demasiado a mi punado de amigos como para arriesgarme a perderlos por dinero. Como decia mi padre: «Hay dos formas infalibles de perder a un amigo: una es pedirle dinero prestado, y la otra, prestarselo».

Ademas, yo hacia todo lo posible para disimular mi pobreza. El orgullo es absurdo, pero es una fuerza poderosa. Solo les habria pedido dinero a mis amigos como ultimo recurso.

Me plantee brevemente robar ese dinero, pero sabia que no era una buena idea. Si me sorprendian con la mano en algun bolsillo, me llevaria algo mas que un bofeton. Con suerte, me meterian en la carcel y me obligarian a someterme a la ley del hierro. Y sin suerte, acabaria ante las astas del toro y me expulsarian por conducta impropia de un miembro del Arcano. No podia correr ese riesgo.

Necesitaba un renovero, uno de esos peligrosos personajes que prestaban dinero a la gente desesperada. Quiza los hayais oido llamar de otra forma mas romantica, «halcones de cobre», pero generalmente se los llama buitres o urracas. Estan en todas partes, se los llame como se los llame. Lo dificil es encontrarlos. Suelen ser muy reservados, porque su negocio es semilegal, como mucho.

Pero vivir en Tarbean me habia ensenado una o dos cosas. Pase un par de horas visitando las tabernas mas sordidas de los alrededores de la Universidad, entablando conversaciones superficiales y haciendo preguntas tontas. Luego visite una casa de empeno llamada El Penique Doblado, e hice algunas preguntas mas intencionadas. Por fin me entere de donde tenia que ir. Al otro lado del rio, a Imre.

50 Negociaciones

Imre estaba a un poco mas de tres kilometros de la Universidad, en la orilla este del rio Omethi. Como solo estaba a dos dias de Tarbean en coche rapido, muchos nobles, politicos y cortesanos adinerados vivian alli. Quedaba cerca del centro gubernativo de la Mancomunidad, pero a la vez a una comoda distancia del olor a pescado podrido, a brea caliente y a vomito de marinero borracho.

Imre era un refugio para los artistas. Habia musicos, dramaturgos, escultores, bailarines y practicantes de un centenar de otras artes menores, incluso de la mas modesta de todas: la poesia. Los actores acudian a Imre porque esta ofrecia lo que mas ansia todo artista: un publico apreciativo y acomodado.

Imre tambien se beneficiaba de su proximidad a la Universidad. El acceso a instalaciones de agua y a lamparas simpaticas mejoraba la calidad de la atmosfera de la ciudad. Era facil conseguir buen cristal, de modo que en muchas casas habia ventanas y espejos. Las lentes y las gafas, aunque caras, eran faciles de conseguir.

Pese a todo eso, las dos poblaciones no se tenian mucho carino. A la mayoria de los ciudadanos de Imre no les gustaba la idea de un millar de mentes que jugueteaban con fuerzas oscuras que era mejor dejar en paz. Oyendo hablar al ciudadano medio, era facil olvidar que en ese rincon del mundo no habian visto quemar a ningun arcanista desde hacia casi trescientos anos.

En honor a la verdad, hay que mencionar que la Universidad tambien sentia un vago desprecio por la poblacion de Imre, pues la calificaba de autocompasiva y decadente. Las artes que tan elevadas se consideraban en Imre se tenian por frivolas en la Universidad. Muchas veces, se decia que los estudiantes que dejaban la Universidad «habian cruzado el rio»; implicitamente eso significaba que las mentes que eran demasiado debiles para los estudios academicos tenian que dedicarse a juguetear con las artes.

En realidad, la gente era hipocrita a ambas orillas del rio. Los estudiantes universitarios despotricaban de los frivolos musicos y de los informales actores, y luego hacian largas colas y pagaban para ver sus actuaciones. Los vecinos de Imre protestaban de las artes antinaturales que se practicaban a tres kilometros de la ciudad, pero cuando un acueducto se derrumbaba o alguien caia de pronto enfermo, no dudaban en llamar a ingenieros y a medicos educados en la Universidad.

En general, era una tregua molesta y que venia de largo, en la que ambas partes se quejaban al mismo tiempo que mantenian una reacia tolerancia. Al fin y al cabo, aquella gente tenia sus utilidades, solo que no te gustaria que tu hija se casara con uno de ellos…

Dado que Imre era un refugio para la musica y el teatro, quiza penseis que yo pasaba mucho tiempo alli, pero nada podria estar mas lejos de la verdad. Solo habia estado en Imre una vez. Wilem y Simmon me habian llevado a una posada donde tocaba un trio de habiles musicos: laud, flauta y tambor. Pedi una jarra de cerveza pequena que me costo medio penique y me relaje, dispuesto a disfrutar de una velada con mis amigos…

Pero no pude. Apenas unos minutos despues de que empezara a sonar la musica, casi sali corriendo del local. Dudo mucho que podais entender por que, pero supongo que si quiero que esto tenga algun sentido, tendre que explicaroslo.

No soportaba oir musica y no formar parte de ella. Era como ver a la mujer que amas acostandose con otro hombre. No. No es eso. Era como…

Era como los consumidores de resina que habia visto en Tar-bean. La resina de denner era ilegal, por supuesto, pero habia partes de la ciudad en que eso no importaba. La resina se vendia envuelta en papel encerado, como los pirulis o los tofes. Mascarla te llenaba de euforia. De felicidad. De satisfaccion.

Pero pasadas unas horas estabas temblando, dominado por una desesperada necesidad de consumir mas, y esa ansia empeoraba cuanto mas tiempo llevabas consumiendola. Una vez, en Tarbean, vi a una joven de no mas de dieciseis anos con los reveladores ojos hundidos y los dientes exageradamente blancos de los adictos perdidos. Le estaba pidiendo un «caramelo» de resina a un marinero, que lo sostenia fuera de su alcance, burlandose de ella. Le decia a la chica que se lo daria si se desnudaba y bailaba para el alli mismo, en medio de la calle.

La chica lo hizo, sin importarle quien pudiera estar mirando, sin importarle que fuera casi el Solsticio de Invierno y que en la calle hubiera diez centimetros de nieve. Se quito la ropa y bailo desenfrenadamente; le temblaban las palidas extremidades, y sus movimientos eran pateticos y espasmodicos. Entonces, cuando el marinero rio y nego con la cabeza, ella cayo de rodillas en la nieve, suplicando y sollozando, agarrandose desesperadamente a las piernas del marinero, prometiendole que haria cualquier cosa que le pidiera, cualquier cosa…

Asi era como me sentia yo cuando oia tocar a unos musicos. No podia soportarlo. La ausencia diaria de mi musica era como un dolor de muelas al que me habia acostumbrado. Podia vivir con ello. Pero no soportaba ver como agitaban delante de mi el objeto de mi deseo.

Asi que evite ir a Imre hasta que el problema de mi matricula del segundo bimestre me obligo a cruzar de nuevo el rio. Me habia enterado de que Devi era la persona a la que cualquiera podia pedir un prestamo, por desesperadas que fueran las circunstancias.

Asi que cruce el Omethi por el Puente de Piedra y me encamine hacia Imre. Para llegar al negocio de Devi habia que tomar un callejon y subir por una estrecha escalera que habia detras de una carniceria. Esa parte de Imre me recordo a la Ribera de Tarbean. El empalagoso olor a grasa rancia proveniente de la carniceria me hizo agradecer la fresca brisa otonal.

Al llegar ante la gruesa puerta vacile y otee el callejon. Estaba a punto de meterme en asuntos peligrosos. Un prestamista cealdi-co podia llevarte a juicio si no le devolvias el prestamo. Un renovero sencillamente hacia que te dieran una paliza, o que te robaran, o ambas cosas. Lo que estaba haciendo no era inteligente. Estaba jugando con fuego.

Pero no tenia alternativa. Respire hondo, me cuadre de hombros y llame a la puerta.

Me seque las sudorosas palmas de las manos en la capa, con la esperanza de tenerlas razonablemente secas cuando le estrechara la mano a Devi. En Tarbean habia aprendido que la mejor forma de tratar con esa clase de individuos era aparentar seguridad y confianza. Su trabajo consistia en aprovecharse de la debilidad de los demas.

Oi como descorrian un pesado cerrojo; entonces la puerta se abrio y vi a una joven con el cabello liso y rubio rojizo enmarcando una carita de duendecillo. La chica me sonrio, monisima.

– ?Si?

– Busco a Devi -dije.

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