manera, no habia nada que su corazon temiera de verdad.
Pero los corazones pueden cambiar. Diez anos atras, Bast habia resbalado cuando trepaba a un alto renelo para coger fruta para una muchacha que le gustaba. Despues de resbalar, se quedo colgado durante un minuto, cabeza abajo, antes de caer. En ese largo minuto, un pequeno temor arraigo en el, y no lo habia abandonado desde entonces.
De la misma manera, Bast habia adquirido otro miedo ultimamente. Hacia un ano, era todo lo temerario que puede llegar a ser un hombre sensato, pero ahora Bast le tenia miedo al silencio. No al silencio normal debido, sencillamente, a la ausencia de cosas que se mueven alrededor y que producen ruido. Bast le tenia miedo al hondo y cansado silencio que se producia a veces alrededor de su maestro y que lo envolvia como una invisible mortaja.
Bast volvio a respirar: diecisiete. Se controlo para no retorcerse las manos mientras esperaba a que aquel hondo silencio invadiera la habitacion. Espero a que cristalizara y ensenara los dientes junto al borde de la fria quietud que se habia acumulado en la Roca de Guia. Sabia de que manera aparecia, como la helada en una madrugada de invierno, endureciendo el agua acumulada en las rodadas de los carromatos.
Pero antes de que Bast pudiera volver a respirar, Kvothe se enderezo en el asiento y le hizo una sena a Cronista para que dejara la pluma. Bast estuvo a punto de llorar al notar que el silencio se dispersaba, como un oscuro pajaro que, asustado, emprende el vuelo.
Kvothe dio un suspiro, entre molesto y resignado.
– Tengo que admitir -dijo- que no estoy seguro de como abordar la siguiente parte de la historia.
Bast, temiendo que el silencio se prolongara demasiado, dijo con voz chirriante:
– ?Por que no te limitas a hablar primero de lo mas importante? Luego puedes retroceder y mencionar otras cosas, si lo crees necesario.
– Como si fuera sencillo -dijo Kvothe con aspereza-. ?Que es lo mas importante? ?Mi magia o mi musica? ?Mis triunfos o mis delirios?
Bast se ruborizo y se mordio los labios.
Kvothe solto el aire de golpe.
– Perdoname, Bast. Es un buen consejo, como suelen serlo todos tus consejos aparentemente estupidos. - Aparto la mesa de la silla-. Pero antes de continuar, el mundo real me impone ciertas obligaciones que no puedo seguir eludiendo. ?Quereis disculparme un momento?
Cronista y Bast se levantaron tambien, estiraron las piernas y atendieron tambien sus necesidades. Bast encendio las lamparas. Kvothe saco mas queso, pan y unas salchichas muy especiadas. Comieron e hicieron algun debil intento de entablar una conversacion superficial, pero estaban distraidos, pensando en la historia.
Bast se comio la mitad de todo. Cronista tambien comio, pero no tanto. Kvothe dio un par de bocados antes de decir:
– Adelante, pues. Musica y magia. Triunfo y delirio. Pensad. ?Que necesita nuestra historia? ?Que elemento vital le falta?
– Mujeres, Reshi -salto Bast-. Hay una escasez tremenda de mujeres.
Kvothe sonrio.
– «Mujeres» no, Bast. Una mujer. La mujer. -Kvothe miro a Cronista-. Has oido cosas sueltas, no lo dudo. Yo te contare la verdad sobre ella. Aunque temo no estar a la altura del reto.
Cronista cogio la pluma, pero antes de que la mojara en el tintero, Kvothe levanto una mano.
– Antes de empezar, dejadme decir una cosa. He relatado historias en el pasado, he pintado imagenes con palabras, he contado grandes mentiras y verdades aun mas duras. Una vez le cante los colores a un ciego. Toque durante siete horas, pero al final me dijo que los veia: verde, rojo y dorado. Creo que eso fue mas facil que lo que intento hacer ahora. Tratar de que la entendais describiendola solo con palabras. Vosotros nunca la habeis visto ni habeis oido su voz. No podeis entenderlo.
Kvothe le hizo una sena a Cronista para que cogiera la pluma.
– Aun asi, lo intentare. Ella esta ahora en los bastidores, a punto de salir a escena. Preparemos el escenario para su entrada…
49 La naturaleza de las criaturas salvajes
Para aproximarse a una criatura salvaje es necesario tener cuidado. El sigilo no sirve de nada. Las criaturas salvajes reconocen el sigilo y saben que es una mentira y una trampa. Si bien a veces las criaturas salvajes juegan a juegos de sigilo y, al hacerlo, en ocasiones son presa del sigilo, en realidad el sigilo nunca las atrapa.
Pues bien. Con lento cuidado, mas que con sigilo, es como debemos aproximarnos a determinada mujer. Una mujer salvaje hasta tal punto que temo abordarla demasiado deprisa incluso en una historia. Si me moviera de modo imprudente, podria asustar a la idea de esa mujer y hacerla salir volando precipitadamente.
Asi que, con lento cuidado, hablare de como la conoci. Y para eso debo hablar de los sucesos que me llevaron, a reganadientes, al otro lado del rio y a Imre.
Termine mi primer bimestre con tres talentos de plata y una sola iota. Hacia poco tiempo, eso me habria parecido una fortuna. Ahora solo esperaba que fuera suficiente para pagar la matricula de otro bimestre y una cama en las Dependencias.
En la Universidad, el ultimo ciclo de cada bimestre estaba reservado a los examenes de admision. Se cancelaban las clases y los maestros pasaban varias horas todos los dias examinando a los alumnos. Tu matricula del bimestre siguiente dependia del resultado de ese examen. Un sorteo determinaba que dia y a que hora te presentarias en Admisiones.
De esa breve entrevista dependian muchas cosas. Si fallabas unas cuantas preguntas, el precio de tu matricula podia duplicarse. Todos los alumnos querian examinarse lo mas tarde que fuera posible, porque asi tenian mas tiempo para estudiar y prepararse. Una vez celebrado el sorteo, se iniciaba un intenso trueque de horas de examen. Se intercambiaban dinero y favores, puesto que todos pugnaban por conseguir una hora que les fuera bien.
Yo tuve la suerte de que me tocara una hora a media manana en Prendido, el ultimo dia de admisiones. Si hubiera querido, habria podido vender mi hora, pero preferi aprovechar ese tiempo extra para estudiar. Sabia que mi examen tenia que ser brillante, porque a varios de los maestros ya no los impresionaba tanto. El truco de espiar a los otros alumnos estaba descartado esta vez: sabia que era motivo de expulsion, y no podia correr ese riesgo.
Habia estudiado mucho con Wil y con Sim, pero los examenes de admision eran dificiles. La mayoria de las preguntas me resultaron un paseo, aunque Hemme adopto una actitud abiertamente hostil y me hizo preguntas con mas de una respuesta, de modo que nada de lo que yo decia era correcto. Brandeur tambien me lo puso dificil; era evidente que estaba ayudando a Hemme a vengarse de mi. Las preguntas de Lorren eran indescifrables, pero mas que ver la desaprobacion en su cara, la sentia.
Despues espere, nervioso, a que los maestros estipularan mi matricula. Al principio hablaban en voz baja y con calma, pero al poco rato subieron el tono de voz. Al final, Kilvin se levanto y apunto a Hemme con un dedo, gritando y golpeando la mesa con la otra mano. Hemme guardo la compostura mejor de lo que habria hecho yo si me hubiera enfrentado a ciento veinte kilos de enfurecido y rugiente artifice.
Cuando el rector consiguio recuperar las riendas de la situacion, me llamaron y me entregaron mi recibo. «E'lir Kvothe. Bimestre de otono. Matricula: 3 Tin. 9 It. 7 Fe.»
Ocho iotas mas de lo que tenia. Sali de la sala de profesores, aparque el vacio que sentia en las entranas e intente pensar en como podia hacerme con mas dinero antes del mediodia del dia siguiente.
Pase por los dos cambistas cealdicos de ese lado del rio. Tal como sospechaba, no quisieron prestarme ni un solo ardite. Aunque no me sorprendio, la experiencia fue aleccionadora, y volvio a recordarme lo diferente que era yo de los otros estudiantes. Ellos tenian familias que les pagaban la matricula y que les daban asignaciones para cubrir sus gastos. Tenian nombres honrosos a los que podian recurrir en caso de apuro. Tenian objetos que podian empenar o vender. Y si la cosa se ponia muy fea, tenian casas a las que volver.