– Veo que os impresiona -sonrio Francisco, muy ufano-, mas deberiamos tomar asiento pues la historia es larga.

Obedecimos su consejo y, plantando la antorcha en el centro del camino, los perros y nosotros tres nos acomodamos a su alrededor. Los animales estaban tranquilos. Si alguien se acercaba, ladrarian.

– La familia Curvo -siguio contando Francisco, ajeno ya a la tenebrosa selva que le rodeaba- ha consumado una buena politica de matrimonios. Si Fernando, el mayor, caso con Belisa de Cabra, la segunda hermana de los cinco, Juana, es la esposa de Lujan de Coa, al que tampoco conocereis, ?verdad?

Negamos con la cabeza.

– Lujan de Coa es el prior del Consulado de Sevilla [44]. ?Habeis oido hablar del Consulado de Sevilla?

Yo asenti, mas Sando quedo en suspenso.

– Entonces, senor, si conoceis el Consulado no os costara trabajo atar algunos cabos con los negocios de los hermanos Curvo aqui, en Tierra Firme.

?Naturalmente que no me costaba! Juana Curvo era la fuente de su privilegiada informacion, de su conocimiento acerca de las flotas y las mercaderias, y de su gobierno del siempre mal abastecido mercado de Tierra Firme. ?Que no podria conseguir la esposa del prior del Consulado? Tal y como habiamos supuesto Rodrigo y yo en La Borburata tras conversar con Hilario Diaz, Fernando Curvo conocia toda la informacion sobre las flotas, solo que no podiamos figurarnos que este conocimiento se producia a traves de una hermana casada con el propio prior del Consulado.

Aun no habia terminado de digerir aquello cuando Francisco empezo a hablar del tercero de los hermanos Curvo:

– Despues de Fernando y Juana viene Arias, mi amo… mi antiguo amo. Arias llego al Nuevo Mundo hace veinte anos. Era solo un mozo cuando abandono Sevilla para trabajar como encomendero de cierto importante mercader de Mexico, en la Nueva Espana, primo lejano de su madre, que le favorecio para que aprendiera los secretos de la carrera comercial. Realizo de este modo, en nombre de su protector, tres o cuatro viajes entre Sevilla y Nueva Espana, cultivando amistades y estableciendo relaciones personales con los cargadores que compraban y vendian por grueso, no por menudeo. Se creo una buena reputacion y conocio a fondo los entresijos del negocio y todos los mercados del Nuevo Mundo. Ayudado por el primo de su madre, se prometio y mas tarde caso con Marcela Lopez de Pinedo, hija de una acaudalada familia de comerciantes de Nueva Espana que aporto una gran dote al matrimonio. Con esta dote, se mudo a Cartagena y se establecio por su cuenta, convirtiendose en el factor de su hermano Fernando.

– ?Que buenas bodas las de todos los Curvos! -exclame.

– No lo sabeis bien, senor -admitio Francisco, asintiendo con la cabeza-. Pero aun mejor fue la cuarta, la de Isabel, que caso con Jeronimo de Moncada, juez oficial y contador mayor de la Casa de Contratacion de Sevilla, al frente del Tribunal de la Contaduria de la Averia… ?Sabeis lo que es la averia? -pregunto al ver nuestras caras de desconcierto-, ?no?, pues el impuesto que pagan los cargadores para costear entre todos ellos los gastos de los galeones que protegen las flotas y de las armadas que defienden la navegacion a las Indias. Mas, volviendo a Jeronimo de Moncada -continuo-, puedo deciros que entrego poderes a sus cunados para que estos le representaran en todos los asuntos y negocios que tiene en el Nuevo Mundo, que son muchos. Como vereis, la trama de intereses y lazos familiares de los hermanos Curvo es demasiado grande para ser conocida en su totalidad. El oficio de Jeronimo de Moncada en la Casa de Contratacion esta estrechamente relacionado con el de Lujan de Coa al frente del Consulado de Mercaderes y, sin duda, tambien con el de Baltasar de Cabra, el banquero que presta los caudales para las flotas. Entre los tres reunen mas poder efectivo que cualquier ministro del rey, mas son pocos, o ninguno, los que aqui conocen tal circunstancia.

– ?Que me maten! -proferi, abrumada. ?Si Rodrigo supiera todo esto!, pense.

Me imaginaba a Fernando y a Belisa reuniendose en su casa de Sevilla con Lujan y Juana y con Isabel y Jeronimo. Los seis comiendo o cenando en torno a una lujosa mesa y, entre trago de vino y trago de vino, tomando terribles decisiones que afectaban a todas las pobres gentes del Nuevo Mundo: que y cuantas mercaderias se cargarian en las tantas naos que podrian salir en las proximas flotas y cuales no serian cargadas para que, asi, Arias y Diego, rapidamente informados mediante cartas enviadas en los veloces navios de aviso de la propia Casa de Contratacion, pudieran acumularlas en sus establecimientos para venderlas a fuertes precios cuando faltaran.

– Pues bien -siguio diciendo Francisco, ajeno a mis reflexiones-, queda por casar el hermano pequeno, Diego Curvo, tambien factor en Cartagena de la casa de comercio de Fernando. Siendo yo mozo de camara de Arias y conociendo, por tanto, su mas intima vida familiar, tiempo ha supe que se estaban fraguando ambiciosos planes de boda para Diego, una boda que llevara a la familia Curvo a cimas aun mas altas. Hay una hermosa joven de dieciseis anos llamada Josefa, hija del difunto conde de Riaza, que es la prometida secreta de Diego. Secreta porque el compromiso y la boda dependen, por decision de la madre de la joven, la condesa viuda Beatriz de Barbolla, de que Diego Curvo presente ante la Real Audiencia de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada una Ejecutoria de Hidalguia y Limpieza de Sangre para que, una vez vistas y reconocidas ambas, la joven Josefa, al casarse, tenga opcion al mayorazgo y al titulo, cuyos derechos perderia de no ejecutarse tal diligencia. Aqui el asunto esta en que las de Riaza no tienen caudales, pues nada les dejo el senor conde al morir, mas permitir que una joven noble case con un simple mercader requiere, a lo menos, que este sea cristiano viejo, sin mezcla de sangre mora, judia o negra, y que tambien, por linaje, sea hijodalgo.

– ?Y…? -le urgi. A Francisco le encantaban las historias que estaba contando y se recreaba en detalles que no me parecian importantes. Hablaba de los Curvos con el orgullo de un miembro de la familia y no con el odio natural de un esclavo. Tanto relumbre y oropel parecian engrandecerle a el tambien.

– Pues que los Curvos, senor, ni son hidalgos ni tampoco cristianos viejos pues, por lo que tengo oido en la casa, algunos de sus antepasados fueron judios.

– ?Tramposos! -repuse riendo-. Esta si que es buena.

– Si que lo es, senor, y debeis conocer que los Curvos, para resolver este problema que los aleja de la nobleza, su ultima y mas grande ambicion, han requerido los servicios de un tal Pedro de Salazar y Mendoza, celebre genealogista castellano acusado en varias ocasiones de linajudo, es decir, de falsificador de linajes y genealogias a trueco de buenas cantidades de dineros. A traves de Fernando, el mayor, han requerido el auxilio del tal Pedro de Salazar para que aporte las pruebas y documentos falsos que precisan para convertir a Diego en hidalgo y demostrar su limpieza de sangre. Asi, Diego, en cuanto reciba la Ejecutoria, podra presentarla en la Real Audiencia de Santa Fe y acceder, por matrimonio, al mayorazgo y al titulo nobiliario de su esposa, encumbrando a la familia a una nueva posicion social.

Me quede pensativa. Los Curvos tenian mucho poder e incontables dineros mas no dejaban de ser unos simples plebeyos. Acceder a la nobleza a traves del hermano pequeno era el ultimo y definitivo salto para llevarlos hasta los circulos que hoy, por ser quienes eran, les estaban vedados. Para ellos debia tratarse de una operacion muy importante, un negocio en el que, de seguro, estaria involucrada toda la familia, con sus muchos recursos economicos, sus contactos y conocidos, y, como no, sus acostumbradas trapacerias y bribonadas.

– Ahi radica la debilidad de los Curvos -dije en voz alta-. Siendo tan evidente su pretension por encumbrarse en la sociedad, cualquier escandalo que manchase su honor destruiria sus posibilidades de convertir a Diego en conde.

– Y la familia lo lamentaria mucho, senor -anadio Francisco-, pues con este matrimonio nobiliario se les abririan nuevas puertas y ganarian importantes relaciones con gentes que ahora no se dignan ni a mirarlos. Se que estan concibiendo ambiciosos propositos para el futuro, una vez que Diego haya matrimoniado con la joven Josefa, mas no se cuales. Solo escuche decir a mi amo… a mi antiguo amo, en cierta ocasion, que esta boda era como uno de esos canones que los piratas esconden en las islas desiertas.

– ?Los piratas esconden canones en las islas desiertas? -se sorprendio Sando. Mi boca estaba sellada por el asombro. Como mi amigo, no sabia de que hablaba Francisco, mas recordaba perfectamente el dia en que, estando en la gruta de los murcielagos, en la cumbre del monte de mi isla, me lastime al caer sobre cuatro viejos falcones de bronce-. ?Con que pretension?

– ?No han oido nunca vuestras mercedes el dicho «Todo lo que tengo lo doy por un canon pirata»?

Sando y yo sacudimos la cabeza para decir que no. Francisco nos miro con lastima y tengo para mi que empezo a sospechar que la libertad junto a gentes tan ignorantes y zafias no era lo que el, mozo de camara de una casa principal, se habia figurado cuando sonaba con escapar.

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