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Las marismas de Romney, a unos setenta kilometros al sudeste de Londres, en la costa de Kent, es una zona de unos quinientos kilometros cuadrados ganados al mar gracias a un sistema de diques y canales cuya construccion se inicio en epocas tan lejanas como la de los romanos. Buena parte de esa zona se halla por debajo del nivel del mar y solo la existencia de numerosas zanjas de drenaje impide que vuelva a su estado natural.

Charbury no era ni siquiera un pueblo. Se trataba apenas de un caserio compuesto por no mas de quince casas, una iglesia y una tienda. Ni tan solo contaba con un pub, y la mitad de las casas de campo estaban vacias; en las habitadas solo vivian viejos. La gente joven se habia marchado hacia tiempo para efectuar trabajos de guerra o ingresar en las fuerzas armadas.

Estaba lloviendo esa manana, cuando sir Maxwell Shaw camino por la calle del pueblo, seguido de cerca por un perro del*Labrador negro. Era un hombre de constitucion pesada y estatura media, rostro nudoso, que indicaba la costumbre de darse a la bebida, y un bigote negro que no le ayudaba en nada a mejorar su aspecto, un aspecto taciturno y malhumorado la mayor parte del tiempo, siempre dispuesto a plantear problemas, por lo que la gente preferia evitarle.

Llevaba un sombrero de tweed, con la visera vuelta hacia abajo, una cazadora impermeable y wellingtons. Bajo uno de los brazos sostenia una escopeta de dos canones y doce cartuchos. Al llegar ante la tienda, se inclino y acaricio al perro del Labrador entre las orejas, suavizando la expresion de su rostro.

– Buena chica,Nell. Quedate quieta aqui.

Al entrar en la tienda, sono una campanilla. Habia un anciano de unos setenta anos apoyado sobre el mostrador, hablando con una mujer que parecia aun mas vieja y que estaba detras del mostrador.

– Buenos dias, Tinker -saludo Shaw

– Buenos dias, sir Maxwell.

– Me prometio usted unos cigarrillos, senora Dawon.

La anciana saco un paquete de cigarrillos de debajo del mostrador.

– Le he conseguido doscientos Players de mi marido en Dymchurch, sir Maxwell. Pero son del mercado negro y me temo que un poco caros.

– ?No lo es todo en estos tiempos que corren? Anotelo en mi cuenta.

Se guardo el paquete en el bolsillo de la cazadora y salio de la tienda. Al cerrar la puerta, escucho decir a Tinker:

– Pobre diablo.

Respiro profundamente para contener la colera y toco ligeramente al perro del Labrador.

– Vamos, muchacha -dijo y echo a caminar por la unica calle del pueblo.

Habia sido el abuelo de Maxwell Shaw quien hiciera la fortuna de la familia, como dueno de una fundicion en Sheffield, que habia progresado gracias a la industrializacion victoriana. Fue el quien adquirio la propiedad, la rebautizo con el nombre de Shaw Place y se retiro a ella, en 1885, millonario y con una baronia. Su hijo no habia demostrado ningun interes por la empresa familiar, que habia pasado a otras manos. Militar de carrera, habia muerto al frente de sus hombres en la batalla de Spion Kop, durante la guerra de los boers.

Maxwell Shaw, nacido en 1890, habia seguido los pasos de su padre. Paso por Eton, la academia militar de Sandhurst, y obtuvo un nombramiento de oficial en el ejercito de la India. Sirvio en Mesopotamia durante la Primera Guerra Mundial y regreso a la patria en 1916, para ser transferido a un regimiento de infanteria. Su madre aun vivia y su hermana Lavinia, diez anos menor que el, estaba casada con un piloto del Royal Flying Corps y ella misma actuo como enfermera. En 1917, Maxwell regreso de Francia gravea mente herido y con la Cruz Militar. Durante su convalecencia conocio a la joven que se convertiria en su esposa en el baile local de cazadores, y contrajo matrimonio con ella antes de regresar a Francia.

Fue en 1918, el ultimo ano de la guerra, cuando todo parecio suceder de pronto. Su madre murio.

Poco despues tambien murio su joven esposa a consecuencia de una mala caida durante una caceria. Estuvo en cama durante diez dias, tiempo suficiente para que Shaw obtuviera permiso para regresar y estuviera con ella en el momento de su muerte Fue Lavinia la que le apoyo en aquella situacion y lo sostuvo ante la tumba. Un mes mas tarde, ella misma se quedo viuda cuando su esposo fue derribado en el frente occidental.

Despues de la guerra, lo que ambos heredaron fue un mundo diferente, como todos los demas, pero a Shaw no le gusto. Al menos, el y Lavinia se tenian el uno al otro, y tenian Shaw Place aunque, a medida que fueron transcurriendo los anos y disminuyendo el dinero, las cosas empezaron a ser cada vez mas dificiles. El fue miembro conservador del Parlamento durante un tiempo y luego perdio su escano, de forma humillante, a manos de un socialista. Como muchos de los de su clase, era violentamente antisemita y eso, exacerbado por la aplastante derrota politica sufrida, le llevo a relacionarse con sir Oswald Mosley y el Movimiento Fascista Britanico.

En todas estas actividades se vio apoyado por Lavinia, aunque el principal interes de su hermana consistiera en tratar de mantener la cabeza por encima del agua y conservar la propiedad. Desencantados con la forma en que habia cambiado la sociedad y el lugar que les habia correspondido ocupar en ella, terminaron por considerar a Hitler, al igual que otros muchos, como un gobernante modelico, y admiraron k) que estaba haciendo por Alemania.

Y entonces, durante el transcurso de una cena en enero de 1939, fueron presentados a un mayor llamado Werner Keitel, agregado militar en la embajada alemana. Lavinia disfruto durante varios meses de una relacion amorosa apasionada y el mayor se convirtio en un visitante asiduo de Shaw Place, pues tambien era piloto de la Luftwaffe y compartia la aficion de Lavinia por la aviacion. En aquella epoca, ella tenia un Tiger Moth, guardado en un viejo cobertizo; utilizaba el prado sur como pista de aterrizaje. Con frecuencia volaban juntos en el biplano de dos asientos, recorriendo grandes zonas de la costa sur, y ella permitia que Keitel disfrutara con el gran interes que sentia por la fotografia aerea.

Nada de todo aquello le importo a Shaw. Lavinia ya habia tenido otras relaciones anteriores y, en cuanto a el mismo, sentia muy poco interes por las mujeres. El asunto con Keitel, sin embargo, fue diferente debido a las consecuencias que tuvo.

– Bueno, al menos sabemos donde estamos con el -dijo Devlin hablando de Shaw-. Es la clase de tipo que solia hacer transportar a los ninos a Australia por haber robado una hogaza de pan.

Schellenberg le ofrecio un cigarrillo.

– En aquella epoca, Werner Keitel fue un agente del Abwehr empleado para seleccionar agentes camuflados. No era lo habitual entonces. Se avecinaba una guerra, eso era evidente, y se estaban haciendo muchos preparativos para Leon Marino.

– Y la propiedad de ese tipo era perfecta -observo Devlin-. Situada en el quinto infierno, pero a solo setenta kilometros de Londres, y con ese prado sur donde poder aterrizar un avion.

– En efecto. Segun el informe de Keitel, le resulto extranamente facil reclutarlos a ambos. Les proporciono una radio. La hermana ya conocia el codigo Morse. Se les prohibio expresamente participar en cualquier otro tipo de actividades, claro. Mas tarde, Keitel resulto muerto en el transcurso de la Batalla de Inglaterra.

– ?Tenian un nombre en codigo?

Use, que hasta entonces habia permanecido tranquilamente sentada, extrajo otra hoja del expediente.

– Halcon. Se le tiene que alertar con el mensaje: «?Sigue esperando el halcon?». Ha llegado el momento de hacerlo.

?«-Bueno -dijo Devlin-, de modo que estaban ahi, esperando el gran dia, la invasion que nunca se produjo. Me pregunto cual sera ahora la situacion.

– Resulta que disponemos de alguna otra informacion -le dijo Use-. Tenemos aqui un articulo que fue publicado en una revista estadounidense. – Comprobo la fecha-. En marzo del cuarenta y tres. Se titula «El Movimiento Fascista Britanico». El periodista consiguio una entrevista con Shaw y su hermana. Tambien hay una foto.

Lavinia aparecia montada a caballo, con la cabeza cubierta por un panuelo, y era bastante mas atractiva de lo que Devlin se habia imaginado. Shaw estaba de pie junto a ella, con una escopeta bajo el brazo.

Schellenberg leyo el articulo con rapidez y luego se lo paso a Devlin.

– Bastante triste. Ahi dice que, como la mayoria de los que eran como el, fue detenido sin juicio durante unos

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