– ?Han puesto guardias?

– Media docena de policias militares. El responsable es un joven segundo teniente llamado Benson.

En ese momento, Jack Carter y Dougal Munro bajaron por la escalera principal.

– ?Esta todo a su entera satisfaccion, brigadier? -pregunto la hermana Maria Palmer.

– Perfectamente -contesto Munro-. Intentaremos causarles las menores molestias posibles.

– No es ninguna molestia -le aseguro ella-. Y, a proposito, le presento al padre Martin, nuestro sacerdote.

– Padre -saludo Munro y, volviendose a Carter, anadio-: Me marcho ahora, Jack. No olvide traer a un medico para que compruebe su estado.

– Quiza no le haya quedado claro que yo soy doctora, brigadier -intervino la hermana Maria Palmer-. Sean cuales fueren las dolencias del coronel Steiner, estoy segura de que podemos encargarnos de cuidarlas. De hecho, ahora que ustedes han terminado, me ocupare de visitarlo para asegurarme de que ha sido bien instalado.

– Bueno, hermana, no estoy seguro de que deba hacerlo -dijo Jack Carter.

– Capitan Carter, permitame recordarle que este priorato, del que yo soy responsable, no solo es una casa de Dios, sino tambien un lugar donde atendemos a los enfermos y a los moribundos. He visto la ficha medica del coronel Steiner y he observado que solo han transcurrido unas semanas desde que fue gravemente herido. Por lo tanto, necesitara mi atencion y, como he observado por su expediente que tambien es de religion catolica, es posible que tambien necesite los cuidados espirituales del padre Martin, aqui presente.

– Tiene toda la razon, hermana -intervino Munro-. Ocupese de que asi sea, ?quiere, Jack?

El brigadier salio y Carter se volvio para iniciar la marcha escalera arriba. Al final habia una puerta, pesadamente tachonada con acero. Un policia militar estaba sentado ante una pequena mesa situada juntoa la puerta.

– Abra -le ordeno Carter. El policia militarllamo a la puerta, que fue abierta un instante despues, desde dentro, por otro policia. Entraron y Carter dijo-: Utilizamos las otras habitaciones como alojamientos para los hombres.

– Ya veo -asintio la hermana Maria Palmer.

La puerta que daba a la primera habitacion estaba abierta. Habia una pequena mesa junto a una cama estrecha; en ella estaba sentado Benson, el joven teniente. Se puso en pie de un salto.

– ?Que puedo hacer por usted, senor?

– La hermana y el padre Martin deberan tener acceso siempre que lo soliciten. Ordenes del brigadier Munro. Ahora hablaremos con el prisionero.

Salieron al pasillo, que terminaba en una pared desnuda. Al lado habia una puerta junto a la que estaba sentado otro policia militar.

– Que Dios nos ayude -comento el padre Martin-, estan ustedes vigilando muy bien al prisionero.

Benson abrio la puerta, que estaba cerrada con llave, y Steiner, que se hallaba de pie ante la ventana, se volvio a saludarles. Ofrecia un aspecto impresionante con su uniforme azulgrisaceo de la Luftwaffe, la Cruz de Caballero con hojas de roble colgada en el cuello, y las otras medallas ofreciendo un espectaculo magnifico.

– Le presento a la madre superiora -dijo Carter-, la hermana Maria Palmer. No tuvieron oportunidad de hablar antes. Y el padre Martin.

– Manana le hare bajar a la enfermeria para someterle a un reconocimiento a fondo, coronel -dijo la hermana Maria Palmer.

– ?Le parece bien, senor? -pregunto Benson a Carter.

– Por el amor de Dios -dijo ella-, acompanelo usted mismo, teniente, rodeado de todos sus hombres. Pero, si no esta en la enfermeria a las diez, tendremos unas palabras.

– No hay problema -asintio Carter-. Ocupese de ello, Benson. ?Alguna otra cosa, hermana?

– No, eso sera suficiente por esta noche.

– Si no les importa, quisiera hablar un momento con el coronel, en privado -dijo el padre Martin.

Carter asintio haciendo un gesto y se volvio hacia Steiner.

– Le vigilare de vez en cuando -le dijo.

– Estoy seguro de que asi lo hara.

Salieron todos, a excepcion del padre Martin, quien cerro la puerta y se sento en la cama.

– Hijo mio, ha debido de pasarlo usted muy mal. Eso es algo que se le nota en la cara. ?Cuando fue la ultima vez que acudio a misa?

– Hace tanto tiempo de eso que ni lo recuerdo. La guerra, padre, tiende a interponerse en todo.

– ?Y tampoco se ha confesado? ?Tambien ha transcurrido mucho tiempo desde la ultima vez que pudo aliviar la carga de sus pecados?

– Me temo que si -contesto Steiner sonriendo, con un sentimiento de simpatia hacia aquel hombre-. Se que tiene usted buenas intenciones, padre.

– Por el amor del cielo, hijo, yo no estoy preocupado por usted y yo. Lo unico que me interesa es usted y Dios. -El padre Martin se levanto-. Rezare por usted, hijo mio, y le visitare a diario. En cuanto sienta usted la necesidad de confesion y de misa, le ruego que me lo comunique y me ocupare de que pueda unirse a nosotros, en la capilla.

– Me temo que el teniente Benson tambien insistiria en venir -dijo Steiner.

– Bueno, eso tambien le haria algo de bien a su alma inmortal, ?no le parece? -replico el anciano sacerdote con una sonrisa, saliendo de la habitacion.

Asa Vaughan estaba sentado ante la mesa del comedor, en el apartamento de Use Huber, con Devlin sentado frente a el.

– ?Cree realmente que este asunto puede funcionar? -pregunto el estadounidense.

– Cualquier cosa puede funcionar mientras el motor siga en marcha, ?no es cierto?

Asa se levanto y camino inquieto por el comedor…

– ?Que demonios estoy haciendo yo aqui? ?Lo comprende usted? Parece como si todo se me hubiera echado encima, como si hubiese sucedido de pronto. Por lo visto, yo no tuve nada que decir al respecto. Y parece ser que ahora tampoco puedo hacer nada.

– Pues claro que puede hacer algo -dijo Devlin-. Siga adelante con el asunto, vuele con el avion hasta Inglaterra, aterrice y entreguese.

– ?Y de que serviria eso? Jamas me creerian, Devlin. -Hubo una expresion horrorizada en su rostro cuando anadio-: Ahora que lo pienso en serio, me doy cuenta de que nunca me creeran.

– En tal caso, sera mejor que confie en que Adolf Hitler gane la guerra -dijo Devlin.

Pero a la manana siguiente, en la base aerea de Hildorf, el estadounidense parecio sentirse mucho mas animado cuando el mayor Koenig, el oficial al mando del Ala Aerea Enemigar les mostro lo que tenian, Parecia tener a su disposicion muestras de la mayoria de los aviones aliados. Habia un B17, un bombardero Lancaster, un Hurricane, un Mustang, todos ellos con Ja insignia de la Luftwaffe.

– Y ahora, esto es lo que he pensado que mejor podria convenir a sus propositos -dijo- Esta aqui, en el hangar del fondo.

El avion que habia alli era un monoplano de ala alta, con un solo motor y una envergadura de alas de mas de quince metros.

– Muy bonito -dijo Asa-. ?Que es?

– Un Westland Lysander. Alcanza una velocidad maxima de trescientos setenta kilometros por hora a diez mil pies de altura. Puede aterrizar y despegar en muy poco terreno. Completamente cargado, solo necesita doscientos veinte metros.

– Eso significa que podra efectuar el vuelo en menos de una hora -le dijo Schellenberg a Asa.

– ?Pasajeros? -pregunto Asa.

– ?En cuantos esta usted pensando? -pregunto Koenig.

– En dos.

– Se pueden acomodar perfectamente, incluso si son tres. Hasta podria llevar a cuatro un poco apretados. - Se volvio hacia Schellenberg-. Pense en seguida en este aparato en cuanto usted planteo sus necesidades. Lo recogimos en Francia el mes pasado. Era de la RAF. El piloto recibio una bala en el pecho al ser atacado por un caza nocturno JU. Consiguio aterrizar y perdio el conocimiento antes de poder destruirlo. Estos aviones son

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