– Siento mucho no haber podido pasar a verle anoche. Tuve una emergencia, pero el padre Martin me dice que si paso por aqui.
– Como es habitual en el -asintio Steiner.
– Y, a proposito -dijo el anciano-, le presento al mayor Conlon que, como vera, es un capellan del ejercito. Esta de baja. Al igual que usted, ha sido herido recientemente.
Devlin sonrio amistosamente y extendio la mano.
– Es un placer, coronel.
Kurt Steiner, haciendo uno de los esfuerzos mas supremos de toda su vida, se las arreglo para mantener un rostro inexpresivo.
– Mayor Conlon. -Devlin le estrecho la mano con fuerza y Steiner pregunto-: ?Estuvo en algun sitio interesante? Quiero decir, donde lo hirieron, claro.
– En Sicilia -contesto Devlin.
– Una dura campana.
– Ah, bueno, en realidad no me entere mucho. Recibi lo mio ya en el primer dia. -Se dirigio a la ventana y miro hacia la carretera que corria junto a la orilla del Tamesis-. Disfruta de una buena vista desde aqui. Puede ver directamente hacia esos escalones y esa pequena playa, y contemplar el paso de los barcos. Al menos tiene algo que mirar.
– Me ayuda a pasar el tiempo;
– Bueno -dijo la hermana Maria Palmer llamando a la puerta-, ahora tenemos que marcharnos.
El padre Martin puso una mano sobre el hombro de Steiner.
– No olvide que esta noche estare en la capilla a las ocho para escuchar confesiones. Todos los pecadores son bienvenidos.
; -Vamos, padre -intervino Devlin-, ?no me dijo que yo me encargaria de aliviar algunas de sus cargas? Sere yo quien esta noche se siente en el confesionario. -Se volvio a mirar a Steiner-. Pero, desde luego, sigue usted siendo bienvenido, coronel.
– ?Esta seguro de que no le importara? -pregunto el padre Martin.
– A mi me parece una idea excelente -intervino la hermana Maria Palmer al tiempo que se abria la puerta.
Avanzaron por el pasillo y Morgan les abrio la puerta exterior.
– Solo una cosa -dijo el padre Martin-. Yo suelo empezar a las siete. Los policias militares bajan a Steiner a las ocho porque a esa hora ya se han marchado todos los demas. Lo prefieren de ese modo.
– ?Asi que es el ultimo al que ve?
– En efecto.
– Bueno, no es ningun problema -le aseguro Devlin.
Llegaron al vestibulo y el portero les entrego sus gabardinas.
– Entonces, le veremos esta noche, mayor -dijo la hermana Maria Palmer.
– Asi lo espero -asintio Devlin, bajando los escalones en compania del anciano sacerdote.
– Que Dios nos ayude. Has hecho como Daniel metiendose en la cueva del leon -dijo Ryan-, Tienes el descaro del viejo Nick.
– Bueno, el caso es que ha funcionado -admitio Devlin-. Pero no quisiera tener que permanecer mucho mas tiempo rondando por aqui. Eso seria como invitar a que se produzcan problemas.
– Pero ?volveras esta noche?
– Tengo que hacerlo. Es mi unica oportunidad de hablar adecuadamente con Steiner.
Mary, que estaba sentada ante un extremo de la mesa, encogida, dijo:
– Pero, senor Devlin, sentarse alli, en el confesionario, y escuchar las confesiones de la gente y de algunas de las monjas…, eso es un pecado mortal.
– No tengo ninguna otra alternativa, Mary. Es algo que hay que hacer. No me gusta nada enganar a ese pobre y bondadoso anciano, pero no puedo hacer otra cosa.
– De todos modos, sigo pensando que eso es hacer algo terrible.
La muchacha abandono la habitacion, regreso al cabo de un momento llevando un impermeable y salio al exterior.
– A veces, tiene temperamento -comento Ryan.
– Eso no importa. Ahora tenemos cosas que discutir, como por ejemplo mi entrevista con Carver en el muelle Black Lion. ?Podriamos llegar alli en tu bote?
– Conozco bien esa zona. Tardaremos unos treinta minutos. Dijiste que a las diez, ?verdad?
– Me gustaria estar antes si fuera posible, aunque solo sea para echarle un vistazo a la situacion.
– Bien, en tal caso saldremos a las nueve. Seguramente habras vuelto antes del priorato.
– Creo que si -dijo Devlin encendiendo un cigarrillo-. No puedo ir a Shaw Place en tu taxi, Michael. Un taxi de Londres pareceria totalmente fuera de lugar en las marismas Romney. Y en cuanto a esa camioneta Ford que tienes, ?se encuentra en buen estado?
– Si. Como ya te dije, la utilizo de vez en cuando.: -Una cosa muy importante -dijo Devlin-. Una vez que saque a Steiner, nos moveremos, y lo haremos con rapidez. Dos horas para llegar a Shaw Place, donde ya estara esperandonos el avion, y habremos partido antes de que las autoridades se hayan dado cuenta de nada. Esa noche necesitare la camioneta y solo para un viaje de ida. Seria una buena idea que
– La acepte hace un par de anos en pago de una deuda de un comerciante de Brixton -dijo Ryan con una sonrisa-. La documentacion del coche tiene los datos tan sucios que casi no se distinguen, y lo mismo sucede con la matricula. No hay forma de que nadie le siga la pista hasta mi, y esta en buen estado. Ya sabes lo que soy capaz de hacer con los motores. Son mi aficion.
– Ah, bueno, entonces te dare algo extra por eso -dijo Devlin levantandose-. Y ahora ire a hacer las paces con tu sobrina.
Ella estaba sentada bajo el toldo de la lancha motora, enfrascada de nuevo en la lectura.
– ?De que se trata esta vez? – pregunto el.
– ?En ingles o en irlandes?
– No tengo la version irlandesa.
– Eso es una pena. En otros tiempos yo era capaz de recitarla toda en irlandes. Mi tio me regalo una Biblia por eso. El era sacerdote.
– Me pregunto que habria dicho de haber sabido lo que va a hacer usted esta noche -dijo ella.
– Oh, se muy bien lo que habria dicho -replico Devlin-. Me habria perdonado.
Y tras decir esto, volvio a subir los escalones hacia la casa.
Devlin estaba sentado en el confesionario, vestido de uniforme, con una estola violeta alrededor del cuello. Escucho con paciencia a las cuatro monjas y los dos pacientes que confesaron sus pecados. Lo que escucho no fue nada tan terrible. Fueron, principalmente, pecados de omision, o cuestiones tan nimias que apenas si valia la pena pensar en ellas, aunque parecian importantes para las personas anonimas que le hablaron desde el otro lado de la rejilla. Hizo honestamente todo lo que pudo por decir lo correcto, pero tuvo que hacer un verdadero esfuerzo. Su ultimo cliente se marcho. Permanecio alli sentado, en silencio, y entonces se abrio la puerta de la capilla y escucho el resonar de las botas del ejercito sobre el suelo de piedra.
La puerta del confesionario se abrio y cerro. Desde la oscuridad, Steiner dijo:
– Bendigame, padre, porque he pecado.
– No tanto como yo, coronel -replico Devlin encendiendo la luz y mirandolo a traves de la rejilla.
– Senor Devlin -dijo Steiner-. ?Que han hecho con usted?
– Han introducido unos pocos cambios, solo para alejar a los sabuesos -contesto Devlin pasandose las manos por el cabello gris-. ?Como lo ha pasado usted?
– Eso no importa. Los britanicos esperaban que usted apareciera. Vino a verme un tal brigadier Munro, jefe de operaciones especiales. Me dijo que se habia asegurado de que mi presencia en Londres fuera conocida en Berlin, pasando la informacion a traves de un hombre que trabaja en la embajada espanola y que se llama Vargas.
– Lo sabia -dijo Devlin-. Ese bastardo.