– Mira esto, Jack. Astuto bastardo.

Devlin abrio las manos en un gesto de impotencia.

– Esta bien, senor Carver. Me ha atrapado. ?Y ahora que?

Se dirigio hacia una de las cajas, se sento sobre ella y saco un cigarrillo.

– Es usted un bastardo frio, eso debo admitirlo -dijo Carver.

– Te dire lo que va a ocurrir ahora -intervino Eric sacando una navaja de afeitar del bolsillo y abriendola-. Te voy a cortar las orejas, eso es lo que voy a hacer.

– ?Mientras George me apunta con su arma? -pregunto Devlin.

– Esa es la idea general -asintio Eric. | -Solo hay un problema con eso -replico Devlin-. Esta arma es una Walther PPK y uno tiene que tirar el seguro hacia atras antes de poderla utilizar y no creo que George haya hecho eso.

George tiro del seguro con desesperada rapidez. Devlin se subio la pernera del pantalon, giro la Smith Wesson desde la tobillera misma, sin sacarla, y disparo, todo ello en un mismo y suave movimiento, atravesandole la parte superior del brazo. George lanzo un grito y dejo caer la Walther. Devlin la recogio.

– Es bonita -dijo-. Muchas gracias.

Se introdujo el arma por debajo del cinturon.

Carver se quedo alli sentado, con una expresion de la mas completa incredulidad en su rostro. Eric parecia mortalmente asustado, mientras Devlin se guardaba primero el dinero y luego la Luger en el interior de su chaqueta de cuero. Luego, tomo la caja que contenia la radio y se alejo.Al llegar a la puerta, se volvio hacia ellos.

– Jesus, Eric, se me olvidaba, ?dijiste algo acerca de cortarme las orejas?

Levanto el brazo, disparo y Eric lanzo un grito al tiempo que la parte inferior de su oreja derecha se desintegraba. Se llevo las dos manos hacia ella, mientras la sangre salia a borbotones.

– Es una pena que no llevaras pendientes -dijo Devlin,

Salio del almacen y cerro la pequena puerta con un portazo.

Schellenberg estaba en su despacho cuando la puerta se abrio de golpe y en ella aparecio Use. Asa Vaughan se hallaba inmediatamente detras de ella, con una expresion agitada.

– ?Que demonios ocurre? -pregunto Schellenberg.

– Debe venir en seguida a la sala de radio. Es Devlin -dijo ella, apenas capaz de pronunciar las palabras-. Es Devlin, general, que llama desde Londres.

La radio estaba abierta sobre la mesa de la cocina, con las antenas extendidas hacia lo alto de las paredes. Ryan y Mary estaban sentados observando a Devlin, fascinados, mientras este tecleaba en el codigo Morse.

– ?Jesus! -exclamo, frunciendo el ceno. Hubo un poco mas de accion y luego se detuvo-. Eso es. Ya podeis bajar las antenas.

Mary se movio por la cocina, recogiendo los hilos.

– ?Esta todo bien, Liam? -pregunto Ryan.

– Todo esta mal, amigo. Se suponia que debiamos intentar estar en Francia para el veintiuno. Ahora dicen que la gran ocasion es el quince, y como esta noche es el doce, eso no nos deja mucho mas tiempo.

– ?Es posible hacerlo, Liam?

– Lo primero que haremos por la manana sera darnos una vuelta por las marismas de Romney -dijo Devlin-. Veremos cual es la situacion en Shaw Place. -Se volvio hacia Mary-. ?Te gustaria pasar un dia en el campo?

– A mi me parece muy bien.

– Estupendo, entonces llamare por telefono a los Shaw y les advertire que me esperen.

De regreso en su despacho, Schellenberg se sento ante la mesa estudiando el mensaje que tenia ante si, observado por Asa Vaughan e Use.

– Bien, ?que es lo que sabemos? -pregunto Schellenberg-. Que esta alli, en casa de su amigo del IRA, y que ha establecido contacto con Shaw y ahora con Steiner.

– Todo encaja -dijo Asa.

– Quiza, pero no podra conseguirlo para el quince. Seria imposible, hasta para Devlin.

– Empiezo a preguntarme si hay algo realmente imposible para ese hombre -dijo Asa.

– Esten a la escucha manana -comento Schellenberg-. Esas han sido sus ultimas instrucciones. Esta bien, ya veremos. -Se levanto-. Dudo mucho de que aun quede champana en la cantina, pero, tengan lo que tengan, me vendra bien.

11

Al sur del Tamesis, tomaron la carretera en direccion a Maidstone. Ryan conducia, con Devlin apretado a su lado. No iba vestido de uniforme, pero llevaba la trinchera militar sobre el traje de clerigo y el alzacuello, con el sombrero negro ladeado sobre una oreja. Ryan le habia dicho la verdad. El motor del Ford funcionaba a las mil maravillas, a pesar del aspecto destartalado del vehiculo.

– Tenias razon, Michael -dijo Devlin-. Esta vieja camioneta tuya es una campeona.

– Claro, y podria hacerla participar en las carreras de Brooklands si todavia se celebraran -dijo Ryan sonriendo con una mueca.

Mary estaba sentada en la parte de atras de la camioneta, leyendo un libro, como siempre.

– ?Vas bien ahi detras? -le pregunto Devlin.

– Estupendamente.

– Dentro de un rato nos pararemos a tomar una taza de te.

Una vez llegados a Maidstone, Ryan se dirigio hacia el centro de la ciudad, hasta que encontro una tienda de bicicletas. Devlin entro y compro media docena de lamparas normales de bicicleta, con baterias nuevas.

– Lo he despistado -dijo al regresar -. Le he dicho u dueno de la tienda que las queria para mi grupo de scouts de la iglesia. No cabe la menor duda de que este alzacuello puede servir de mucho en algunas ocasiones.

– ?Y para que quiere eso? -pregunto Mary.

– Un avion que se acerca por la noche es como un ave perdida, muchacha. Necesita que alguien le de la bienvenida. Se podria decir que esto arroja un poco de luz sobre la situacion.

Al otro lado de Ashford, aparcaron en la cuneta de la carretera y Mary abrio un termo y tomaron algo de te. Habia un camino de tierra que llevaba a un pequeno bosquecillo. Habia dejado de llover, pero todo seguia estando muy humedo. El cielo estaba oscuro y con aspecto amenazador a lo largo de todo el trayecto que les faltaba para llegar a las marismas de Romney y el mar, que ya se divisaba en la distancia. Mary y Devlin caminaron hasta el bosquecillo y se sentaron bajo un arbol, contemplandolo todo.

– ?De que se trata esta vez? -pregunto senalando el libro.

– Poesia -contesto ella-. De RoBert Browning. ?Le gusta la poesia?

– Yo publique algo en una ocasion. Fue lo que en los ambitos especializados se conoce como un pequeno volumen. -Se echo a reir-. Era capaz de encontrar ese material con suma facilidad, hasta que un buen dia me di cuenta de lo malo que era.

– No le creo. Inventese algo sobre mi.

El se llevo un cigarrillo a los labios.

– Muchacha misteriosa, ?quien eres? Dirigiendote presurosa hacia ninguna parte, con tu falda estrecha y tu cabello rizado, las piernas llenas de promesas.

Hubo una expresion de recelo en el rostro de ella y finalmente le golpeo suavemente con el puno.

– Eso ha sido terrible.

– Ya te lo dije -replico el, encendiendo el cigarrillo-. La buena poesia es capaz de decirlo todo en muy pocas frases.

– Esta bien, ?como me sintetizaria a mi?

– Eso es facil -contesto el-. Y ahora, viajera, ponte a navegar, busca y encuentra.

– Eso es maravilloso -dijo ella-. ?Lo ha escrito usted?

– No exactamente. Se le ocurrio primero a un amigo yanqui llamado Walt Whitman. -Empezo a llover de

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