nuevo y el la ayudo a levantarse, sosteniendola con una mano en el codo-. Pero hubiera deseado haberlo escrito para ti. Y ahora, pongamonos en marcha.
Y se apresuraron a regresar hacia la camioneta.
En el apartamento situado sobre el Astoria, Jack Carver estaba sentado ante la mesa, junto a la ventana, tomando un desayuno tardio cuando entro Eric. Llevaba la oreja fuertemente vendada, con un esparadrapo colocado en diagonal sobre la frente para sostener el vendaje. Su aspecto era terrible.
– ?Como te sientes? -le pregunto Carver.
– Aturdido, Jack. El dolor es terrible.Aziz me ha dado unas pastillas, pero no parecen hacer mucho efecto.
– Me ha dicho que George se encuentra mal. Esa bala le astillo el hueso. Podria quedar con el brazo rigido para siempre, y lo mismo podria pasarle con la pierna.
Eric se sirvio una taza de cafe. Le temblaban las manos.
– Ese cabron, Jack. Tenemos que echarle las manos encima, tenemos que atraparlo.
– Lo haremos, muchacho -dijo Jack-. Y entonces nos habra llegado el turno a nosotros. He hecho correr su descripcion por todo Londres. Ya aparecera. Y ahora, tomate el cafe y bebe algo.
Utilizando el mapa de carreteras, Ryan encontro Charbury con facilidad y una pregunta hecha en la tienda del pequeno pueblo les permitio encontrar Shaw Place. Las grandes y oxidadas puertas de hierro que se elevaban al final del camino aparecian abiertas. El camino, que se extendia hasta la vieja casa, mostraba manchas de hierba que sobresalia entre la gravilla.
– Este lugar ha conocido mejores tiempos -comento Ryan.
Devlin bajo, abrio las puertas traseras de la camioneta y saco la radio y la bolsa con las lamparas de bicicleta.
– Podeis dejarme aqui -dijo-. Caminare hasta la casa.
– ?A que hora debemos regresar? – pregunto Ryan.
– Dadme cuatro horas, y si no estoy aqui para entonces, esperadme. Id a echarle un vistazo a Rye o alguno de esos lugares.
– Estupendo -asintio Ryan-. Cuidate, Liam.
Se marcho. Devlin tomo la caja y la bolsa y empezo a recorrer el largo camino. La casa mostraba todas las senales de falta de dinero. Las largas contraventanas necesitaban con urgencia una buena capa de pintura, asi como la puerta principal. Habia un tirador para llamar. Dio un tiron de el y espero, pero no hubo respuesta. Tras esperar un rato, tomo la caja y rodeo la casa hasta llegar a la parte de atras, donde encontro un patio empedrado. Una de las puertas del establo estaba abierta y desde alli llegaban sonidos de actividad. Dejo la caja en el suelo y se asomo al interior.
Lavinia Shaw llevaba pantalones de montar y botas, y un panuelo le sujetaba el cabello. Estaba cepillando a un gran caballo negro. Devlin se llevo un cigarrillo a los labios y abrio el mechero con un ruido seco. El sonido la asusto y se volvio a mirar.
– ?La senorita Lavinia Shaw? -pregunto el.
– Si.
– Soy Harry Conlon. Anoche llame a su hermano por telefono. Me esta esperando.
– Mayor Conlon. -Hubo una repentina expresion de avidez en ella. Dejo el cepillo y el peine que estaba utilizando y se paso las manos por los pantalones-. Desde luego, que maravilloso tenerle aqui.
La voz cuidada y educada de la clase alta y el conjunto de su porte le parecieron a Devlin algo totalmente increible, pero estrecho la mano que se le tendia y sonrio.
– Es un placer, senorita Shaw.
– Maxwell ha salido hacia las marismas, y debe de estar por ahi, en alguna parte, con su escopeta. Es lo que hace todos los dias. Ya sabe como son estas cosas…, hay escasez de alimentos y siempre es bueno cualquier cosa que poder echar al puchero. -Parecia incapaz de dejar de hablar-. Vamos a la cocina, ?quiere?
Era una cocina muy grande, con el suelo cubierto por losas rojas, y una enorme mesa de pino en el centro, con sillas alrededor. Habia platos sin fregar en el fregadero y el lugar parecia desarreglado y poco cuidado; la falta de sirvientes era bien evidente.
– ?Te? -pregunto ella-, ?O prefiere algo mas fuerte?
– No, te me parece perfecto.
Dejo la caja sobre la mesa, con cuidado, junto con la bolsa en la que guardaba las lamparas de bicicleta, mientras ella hervia el agua y preparaba el te con rapidez, tan excitada y nerviosa que vertio el agua antes de que esta hubiera hervido adecuadamente.
– Oh, lo he estropeado.
– No, no importa. Esta caliente, ?verdad? -dijo Devlin.
Se sirvio un poco de leche y ella se sento en el otro lado de la mesa, con los brazos cruzados por debajo de los pechos y los ojos muy brillantes, sin dejar de mirarle.
– No puede imaginarse lo extraordinariamente emocionante que es todo esto. No me sentia tan excitada desde hacia muchos anos.
Aquella mujer era como el personaje de una mala obra de teatro, como la hija del duque que entra por las puertas de cristal que dan al jardin, vestida con los pantalones de montar y hablando atropelladamente con todos los presentes.
– ?Ha estado en Alemania recientemente? -pregunto ella.
– Oh, si -le contesto Devlin-. Apenas el otro dia estaba en Berlin.
– Que maravilloso poder formar parte de todo eso. La gente aqui es muy complaciente. No comprenden lo que el Fuhrer esta haciendo por Alemania.
– Podria decirse que por toda Europa -replico Devlin.
– Exactamente. Fortaleza, en sentido de proposito bien definido, disciplina. Mientras que aqui… -Emitio una risita despreciativa-. Ese estupido borracho de Churchill no tiene ni la menor idea de lo que esta haciendo. No hace mas que cometer errores, uno tras otro.
– Ah, si, pero eso es lo que se esperaba de el, ?no le parece? -dijo Devlin con sequedad-. ?Cree usted que podriamos echar un vistazo por los alrededores? Me gustaria ver el viejo cobertizo que utilizo usted para su Tiger Moth y contemplar el prado sur.
– Desde luego. -Se puso en pie con tanta rapidez que tiro la silla. La levanto y anadio-: Me pondre un abrigo.
El prado era mas grande de lo que el habia esperado y se extendia hasta una hilera de arboles que se divisaban en la distancia.
– ?Que longitud tiene? -pregunto Devlin-, ?Doscientos cincuenta o trescientos metros?
– Oh, no -contesto ella-. Alcanza mas bien los trescientos cincuenta. La hierba es muy corta porque se lo alquilamos a un granjero local, que lo utiliza para sus ovejas, pero ahora se las ha llevado al mercado.
– Por k› visto, usted solia utilizarlo en los viejos tiempos para despegar y aterrizar, ?verdad?
– Asi es. Eso fue cuando tenia mi pequeno Tiger Moth. Era muy divertido.
– ?Y utilizaba el cobertizo que se ve alli como hangar?
– Asi es. Se lo ensenare.
El lugar era bastante grande pero, como tantas otras cosas que habia observado, las enormes puertas macizas habian conocido mejores tiempos; la putrefaccion era evidente, y faltaban algunas planchas. Devlin la ayudo a abrir ligeramente una de ellas para poder echar un vistazo. En un rincon vio un tractor oxidado, y un monton de heno mohoso al fondo. Por lo demas, el cobertizo estaba vacio y las gotas de lluvia se introducian por entre los agujeros del techo.
– ?Quiere guardar un avion aqui? -le pregunto ella.
– Solo durante un corto espacio de tiempo, para que no este a la vista. Sera un Lysander. No es demasiado grande. Podra guardarse aqui y no causara problemas.
– ?Cuando, exactamente?
– Manana por la noche.
– Dios mio, lleva usted las cosas muy de prisa.
– Si…, bueno, el tiempo es importante.
Salieron y cerraron la puerta. En alguna parte, en la distancia, alguien disparo una escopeta.