– Y ahora recemos, senor Devlin -dijo en voz baja-. Ahora, recemos.

Cuando Devlin entro en St. Patrick llevaba la trinchera militar y el uniforme. No estaba muy seguro de saber por que habia acudido. Supuso que volvia a tratarse de una cuestion de conciencia, o quiza solo pretendia atar los ultimos cabos. Lo cierto era que no podia marcharse sin intercambiar unas palabras con el anciano sacerdote. Lo habia utilizado, era muy consciente de ello, y eso no le sentaba nada bien. Pero lo peor seria el hecho de que volverian a encontrarse por ultima vez en la capilla de St. Mary, aquella misma noche. Eso era algo que no habia forma de evitar, como tampoco podria evitar la pena que causaria.

La iglesia estaba en silencio, y solo vio al padre Martin en el altar, arreglando unas flores. El anciano se volvio al escuchar sus pasos y una expresion de genuino placer aparecio en su rostro.

– Hola, padre.

Devlin se las arreglo para esbozar una sonrisa.

– Solo he pasado para decirle que debo seguir mi camino. Esta manana he recibido mis ordenes.

– Eso ha sido algo inesperado, ?verdad?

– Si, bueno, vuelven a ingresarme -mintio Devlin casi hablando entre dientes-. Tengo que presentarme en un hospital militar en Portsmouth.

– Vaya, en fin, como suele decirse, estamos en guerra.

– Si, la guerra -asintio Devlin-. La condenada guerra, padre. Esta durando demasiado tiempo y todos nosotros nos vemos obligados a hacer cosas que • normalmente no hariamos. A todos los soldados nos ocurre lo mismo, independientemente del lado en que se este. Cosas que nos averguenzan.

– Parece usted muy preocupado, hijo mio -dijo el anciano con suavidad-, ?Puedo ayudarle de alguna forma?

– No, padre, no esta vez. Hay ciertas cosas que uno tiene que vivir por si mismo. -Devlin extendio una mano y el anciano sacerdote se la estrecho-. Ha sido un verdadero placer para mi, padre.

– Y tambien para mi -dijo el padre Martin.

Devlin se dio media vuelta y se alejo, cerrando con un portazo. El anciano se quedo alli por un momento, con una expresion desconcertada. Despues, se volvio y continuo arreglando sus flores.

A las cuatro de la tarde, cuando Schellenberg salio en busca de Asa, en Chernay habia un pequeno atisbo de neblina. Encontro al piloto en el hangar, junto al Lysander, en compania del sargento de vuelo Leber.

– ?Como esta? -pregunto Schellenberg.

– Perfecto, general -le dijo Leber-. No podria estar en mejores condiciones. -Sonrio y anadio-: Naturalmente, elHauptsturmfuhrer acaba de comprobarlo todo por quinta vez, pero eso es comprensible.

El Lysander mostraba las insignias de la RAF, colocadas sobre tiras de lona, tal como habia solicitado Asa, y la esvastica del timon de cola habia sido tapada con una lona negra.

– Naturalmente, no hay ninguna garantia de que no se desprendan durante el vuelo -dijo Asa-. Tendremos que mantener los dedos cruzados para que eso no suceda.

– ?Y el tiempo? -pregunto Schellenberg.

– Incierto -contesto Leber-. La visibilidad podria ser restringida. Hay un par de frentes conflictivos que estan penetrando. He comprobado la situacion con nuestra base en Cherburgo, y la verdad es que se trata de una de esas ocasiones en que no se sabe muy bien que puede pasar.

– Pero ?el avion esta preparado?

– Oh, si -contesto Asa-. Una de las cosas buenas que tiene esta belleza es que esta dotada de un deposito de emergencia. Supongo que la RAF lo hizo asi en prevision de la clase de misiones a las que estaba destinado. Eso me permite una autonomia de vuelo de hora y media, y gracias a los servicios de inteligencia de la Luftwaffe en Cherburgo, puedo sintonizar mi radio con la frecuencia de la RAF una vez que me haya aproximado a la costa inglesa.

– Bien. Salgamos a dar un paseo. Tengo ganas de tomar el aire.

Caia una fina llovizna. Caminaron por el campo y Schellenberg se dedico a fumar un cigarrillo, guardando silencio durante un rato. Llegaron al final y se apoyaron sobre una verja, mirando hacia el mar.

– ?Se siente bien respecto a lo que va a hacer? -pregunto Schellenberg al cabo de un rato.

– ?Se refiere al viaje? -replico Asa encogiendose de hombros-. El vuelo en si no me preocupa. Lo problematico es la situacion que pueda encontrar al otro lado.

– Si, en ese aspecto estamos todos en manos de Devlin.

– Suponiendo que todo salga bien -dijo Asa- y aterrice aqui con nuestros amigos en algun momento de la proxima madrugada, ?que ocurrira entonces? ?Que pasara con la situacion en Belle Ile? ?Se le ha ocurrido alguna idea?

– Solo una y seria una aventura a la desesperada. Por otro lado, resultaria bastante sencilla, y a mi me gusta la sencillez.

– Soy todo oidos.

– Bien, el Fuhrer desayunara con Rommel, el almirante y elReichsfuhrer. Sabemos que Berger actuara al final del desayuno.

– Si, eso lo se. Yo tambien estaba alli, ?lo recuerda?

– ?Que sucederia si usted, yo y el senor Devlin llegaramos cuando ellos aun estuvieran desayunando y descubrieramos el complot?

– Pues que todos estariamos metidos en el mismo cesto, eso es evidente -dijo Asa-. Aunque usted hablara con el Fuhrer, Berger seguiria adelante con su plan.

– Oh, si, y alReichsfuhrer le vendria muy bien haberme dejado fuera de combate - asintio Schellenberg sonriendo-. Pero hay una carta oculta que no he mencionado. ?Recuerda cuando nos dirigimos en coche a Belle He? ?Recuerda el decimosegundo destacamento de paracaidistas estacionado en las afueras de St. Aubin? ?Se acuerda del Hauptmann Erich Kramer y de sus treinta y cinco paracaidistas?

– Desde luego que si.

– ?Que cree usted que ocurriria si el coronel Kurt Steiner, una verdadera leyenda del regimiento paracaidista, apareciera para decirles que necesitaba de sus servicios porque habia un complot de las SS para asesinar al Fuhrer a quince kilometros carretera arriba?

– ?Jesus! -exclamo Asa-. Esos tipos seguirian a Steiner a cualquier parte.

– Exactamente. Y los paracaidistas siempre se han distinguido por el disgusto que sienten con respecto a las SS.

– Funcionaria -asintio Asa.

– Siempre y cuando funcione todo lo demas.

– Un momento, a ver si lo he comprendido. ?Nosotros llegariamos primero? ?Y luego nos seguiria Steiner?

– Asi es. Digamos que unos quince minutos mas tarde.

– Parece que ese desayuno sera muy conflictivo -comento Asa.

– Bueno, prefiero no pensar en eso ahora -dijo Schellenberg-. Tengo otras cosas en que pensar. Vayamos a tomar una taza de cafe.

En la cocina de Ryan, Devlin habia colocado varios objetos sobre la mesa.

– Veamos que es lo que tenemos aqui -dijo-. Esos policias militares llevan esposas, pero me llevare algo de cuerda extra para emergencias, por si acaso.

– He preparado tres mordazas -dijo Ryan-. Estan hechas a base de vendajes y esparadrapo. Recuerda que tambien tienes que ocuparte del sacerdote.

– Preferiria olvidarme de el, pero tienes razon -dijo Devlin.

– ?Y un arma?

– Llevare la Smith Wesson en la tobillera, para casos de emergencia, y la Walther con el silenciador que le quite a Carver.

– ?Crees que se producira alguna muerte? -pregunto Ryan con expresion de preocupacion.

– Eso seria lo ultimo que desearia. ?Tienes esa cachiporra?

– Dios, se me habia olvidado.

Ryan abrio el cajon de la mesa de la cocina y saco una bolsa de cuero. Estaba cargada con plomo y llevaba un

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