lazo para sujetarla a la muneca. Era un artilugio llevado por muchos taxistas de Londres, como medida de autoproteccion. Devlin la sopeso en la mano y la dejo sobre la mesa, junto a la Walther.

– Entonces, ?eso es todo? -pregunto Ryan.

– Ahora -dijo Devlin sonriendo ligeramente-, todo lo que necesitamos es a Steiner.

En ese momento se abrio la puerta y entro Mary.

– Dios, me muero de hambre, muchacha -dijo su tio-. Que buenos estarian unos huevos con jamon si pudieras arreglartelas.

– No hay problema -dijo ella-, pero nos hemos quedado sin pan y sin te. Ire un momento a la calle High antes de que cierren las tiendas. No tardare.

Tomo la boina y el impermeable de detras de la puerta y se marcho.

La anciana de la tienda le vendio una lata de salmon procedente del mercado negro, asi como unos cigarrillos, el pan y el te. Mary lo llevaba todo en un bolso cuando salio de la tienda. La niebla se hacia mas espesa por momentos, el trafico era mas lento y ella se detuvo con prudencia en la siguiente esquina, antes de cruzar la calzada.

Eric Carver, al volante de la limusina Humber de su hermano, se habia detenido ante el semaforo. Ella solo estaba a uno o dos metros de distancia cuando paso por delante, y el la vio con toda claridad. Mary cruzo la calzada y giro por una calle lateral. En cuanto las luces se pusieron verdes, el la siguio con el Humber. Aparco junto a la acera, bajo del coche y la siguio a pie con precaucion.

Mary giro por Cable Wharf, caminando todo lo rapidamente que pudo, y cruzo de nuevo hacia la casa. En cuanto giro en la esquina, Eric se encamino hacia alli y asomo la cabeza con cuidado. Ella acababa de llegar ante la puerta de la cocina.

Esta se abrio, y Eric escucho la voz de Devlin diciendo:

– Ah, ya estas aqui. ?Quieres entrar y dejar esa niebla ahi fuera?

La puerta se cerro.

– Muy bien, bastardo -dijo Eric en voz baja-. Ahora ya te tengo.

Se dio media vuelta y se alejo corriendo.

Jack Carver estaba en su dormitorio, vistiendose, cuando Eric entro como una tromba.

– ?Cuantas veces te lo tengo dicho? -le espeto Carver-. No me gusta que nadie entre aqui de sopeton cuando me estoy vistiendo, y eso te incluye tambien a ti.

– Pero es que lo he encontrado, Jack. He descubierto donde se oculta ese podrido bastardo. Vi a la chica. La segui hasta su casa, y el estaba alli.

– ?Estas seguro?

– Pues claro que lo estoy.

– ?Donde ha sido?

– En un lugar llamado Cable Wharf. Esta en Wapping.

– Muy bien -asintio Jack con una expresion de satisfaccion.

Se puso la chaqueta y cruzo el salon, seguido de cerca por Eric.

– ?Y que vamos a hacer ahora? -le pregunto Eric a su hermano, que se sento tras su mesa de despacho.

– ?Que que vamos a hacer? Nos vamos a encargar de el -dijo Carver.

– ?Cuando?

– Esta noche tengo un gran negocio que ultimar -dijo Carver mirando su reloj-. Eso lo sabes. Probablemente, habre terminado hacia las diez. Despues de eso le haremos una visita, cuando crea que ya esta tranquilamente a salvo para pasar la noche. -Carver sonrio, abrio un cajon y saco una Browning-. Solo tu y yo, y nuestra amiguita.

En el rostro de Eric aparecio una expresion despiadada.

– Por Cristo, Jack, ya estoy impaciente -dijo.

El teniente Benson llego al priorato poco antes de las siete. Saludo al portero, quien le franqueo la entrada, y subio en seguida la escalera. Tal como le habla dicho el policia militar a Steiner, su permiso duraba hasta la medianoche, pero el unico tren disponible hasta Londres desde la casa de sus padres en Norwich habia salido temprano. Al serle franqueada la entrada en el pasillo del piso superior, encontro a un cabo sentado en su despacho. El hombre se puso en pie de un salto.

– ?Ya ha regresado, senor?

– Me parece que eso es bastante evidente, Smith. ?Donde esta el sargento Morgan?

– Se marcho hace mas o menos una hora, senor.

– ?Todo ha estado tranquilo mientras yo he estado fuera?

– Asi lo creo, senor.

– Echaremos un vistazo al libro de registros. -Smith se lo tendio y Benson lo ojeo-. ?Que dice esta anotacion en la hoja de las admisiones? ?El mayor Conlon?

– Oh, si, senor, el padre. Giro una visita al lugar en compania de la hermana y del padre Martin.

– ?Y quien le dio permiso?

– Tenia un pase del departamento de Guerra, senor. Ya sabe, uno de esos pases que permiten acceso sin restricciones a cualquier parte. Creo que el sargento Morgan anoto los detalles.

– Eso ya lo veo. La cuestion es: ?que andaba haciendo aqui ese tal Conlon?

– Era un hombre de aspecto agradable, senor, con el cabello gris y gafas. Parecia como si lo hubiera pasado mal. Ah, y tenia una Cruz Militar, senor.

– Bueno, pero eso podria significar cualquier cosa -dijo Benson de mal humor-. Ahora voy a ver a la hermana.

Ella estaba en su despacho cuando el llamo y entro. La hermana Maria Palmer levanto la mirada y le sonrio.

– ?Ya ha vuelto? ?Ha pasado bien su permiso?

– Si, no ha estado mal. ?Esta el padre Martin por aqui?

– Acaba de entrar en la capilla para escuchar las confesiones. ?Puedo ayudarle en algo?

– Mientras yo estuve fuera vino por aqui un tal mayor Conlon.

– Ah, si, el capellan del ejercito. Un hombre muy agradable. Estaba de baja por herida de guerra. Tengo entendido que fue herido en Sicilia el ano pasado.

– Si, pero ?que estaba haciendo aqui?

– Nada. Aparecio por aqui y sustituyo al padre Martin durante una noche. El padre Martin no se ha sentido muy bien ultimamente.

– ?Y ha vuelto?

– No, por lo que me ha dicho el padre Martin, le han vuelto a llamar para que acuda a un hospital militar en Portsmouth. -Le miro con cierta expresion de extraneza-. ?Sucede algo?

– Oh, no, solo que, cuando aparece un invitado inesperado con un pase del departamento de Guerra, a uno le gusta saber de quien se trata.

– Se preocupa usted demasiado -dijo la hermana.

– Probablemente. Buenas noches, hermana.

Pero la duda no acababa de abandonar sus pensamientos y en cuanto regreso a su despacho, en el piso de arriba, llamo por telefono a Dougal Munro.

Jack Carter se habia marchado a pasar el dia en York. Su tren no llegaria a Londres hasta las diez, de modo que Munro estaba trabajando a solas en su despacho cuando recibio la llamada. Escucho pacientemente lo que Benson tuvo que decirle.

– Ha hecho usted muy bien al llamarme -dijo-. No me gusta la idea de que oficiales con pases del departamento de Guerra metan las narices en nuestros asuntos. Pero eso es lo que pasa cuando se utiliza un lugar como el priorato, Benson. Esos religiosos no se comportan como las demas personas.

– Tengo anotados aqui, en la hoja de admision, los detalles descriptivos de Conlon. ?Quiere saberlos, senor?

– Mire, yo terminare aqui dentro de poco y luego me marchare a casa -le dijo Munro-. En cuanto pueda pasare a verle. Dentro de una hora y media mas o menos.

– Le espero entonces, senor.

Benson colgo el telefono y el cabo Smith, que estaba de pie ante la puerta, le dijo:

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