el ejercito aleman. -Himmler se aparto y luego regreso al mismo lugar-. Cometemos un patinazo tras otro y el no quiere escuchar.
– Lo comprendo,
– Y asi, de modo inexorable, Alemania, nuestro querido pais, se hunde cada vez mas profundamente en un pozo de derrota, y esa es la razon por la que el Fuhrer debe morir, Berger. Conseguirlo, sera su mision sagrada. Rommel, Canaris y el Fuhrer. Un vil ataque por parte de ellos contra el Fuhrer, produciendole desgraciadamente la muerte, seguido por sus propias muertes a manos de los leales hombres delas SS.
– ?Y despues? – pregunto Berger.
– Naturalmente, nosotros, los de las SS, asumiremos los poderes gubernamentales. Entonces, podremos continuar la guerra tal como debe hacerse. Sin debilidades, sin que nadie eluda su deber. -Puso una mano sobre el hombro de Berger-. Ambos pertenecemos a la misma hermandad sagrada, mayor, pero yo le envidio por esta oportunidad que se le presenta.
Schellenberg le hizo un gesto a Asa, lo dirigio de nuevo hacia la puerta y cerro esta.
– ?Dios mio! -exclamo Asa al otro lado-, ?Que hacemos ahora?
– Cumplir con la cita. Si descubre que lo hemos escuchado, nunca saldremos vivos de aqui. -Avanzaron apresuradamente por el pasillo, y Schellenberg anadio-: Sigame a mi en todo, al margen de lo que el quiera, y no mencione para nada el hecho de que Devlin tiene las cosas controladas.
Se dirigio hacia una escalera situada al fondo de un pasillo y llego ante la puerta que daba acceso a la antesala del salon privado de Himmler, en el ala sur.
Una vez alli, Schellenberg se sento en una silla, por detras de la mesa de despacho de Rossman.
– Ahora esperaremos. Probablemente, llegaran a esta sala por la puerta de entrada del fondo.
Un momento mas tarde se abrio aquella puerta y Rossman miro.
– Ah, ya estan aqui.
– Justo a tiempo -dijo Schellenberg entrando en el salon.
Himmler, sentado tras su mesa de despacho, levanto la mirada hacia ellos.
– Bien, general, supongo que este es el
– Si,
– ?Alguna noticia de su amigo, el senor Devlin?
– Me temo que no,
– Bueno, esa ha sido siempre una mision muy problematica, por decir lo minimo. El Fuhrer volara a Cherburgo y llegara a Belle Ile manana por la noche. Canaris y Rommel desayunaran con el a la manana siguiente, a las siete. Yo estare alli, desde luego. Los idiotas estan diciendo tonterias sobre Normandia en estos momentos. Tienen la loca idea de que la invasion se producira por alli, y confian en convencer al Fuhrer para que se muestre de acuerdo con ellos.
– Comprendo,
– Sin embargo, veamos cuales son las razones de su visita y por que le he pedido que traiga consigo al oficial. -Se volvio y anadio -: Rossman.
Al levantarse, Rossman abrio un estuche con una medalla. Himmler tomo la Cruz de Hierro que contenia, rodeo la mesa y la prendio sobre la chaqueta del uniforme de Asa Vaughan.
– Para usted,
– Y ahora pueden ustedes marcharse. Tengo trabajo que hacer.
Schellenberg y Asa bajaron apresuradamente la escalera, recogieron sus abrigos y gorras y salieron, dirigiendose hacia el Mercedes que les esperaba.
– De regreso a la base -ordeno Schellenberg al conductor.
El coche se puso en marcha. Asa bajo la division de cristal y pregunto: -?Que le parece todo esto?
– Solo se una cosa -dijo Schellenberg-. Matar a Hitler es lo peor que podria suceder en estos momentos. Con el Fuhrer cometiendo un error tras otro, existe al menos una perspectiva razonable de que la guerra termine pronto, pero con Himmler seria otra historia diferente. ?Se imagina a ese animal disponiendo del control total, y las SS a cargo del gobierno y del ejercito? La guerra podria durar anos.
– .Entonces, ?que vamos a hacer? ?Advertir a Rommel y a Canaris?
– En primer lugar, no se donde se encuentran, y aqui nos enfrentamos con una cuestion de credibilidad, Asa. ?Por que iban ellos a creerme? Seria mi palabra contra la del
– Vamos, general. Segun Liam Devlin es usted un tipo muy astuto. Seguro que se le ocurrira algo.
– Pondre en ello todo mi corazon -le prometio Schellenberg-. Pero, por el momento, concentremonos en regresar a la base aerea y al Stork. Partiremos inmediatamente. Cuanto antes lleguemos a Chernay, mejor nos sentiremos.
12
Habitualmente, el policia militar de servicio le llevaba a Steiner una taza de te a las once de cada manana. Llego con cinco minutos de retraso, y encontro al aleman leyendo ante la ventana.
– Aqui tiene, coronel.
– Gracias, cabo.
– Supongo que preferiria cafe, ?verdad, senor? -pregunto el cabo, a quien Steiner le caia bastante bien.
– Bueno, yo me eduque aprendiendo a tomar te, cabo -le contesto Steiner-. Fui a la escuela aqui mismo, en Londres, en St. Paul.
– ?De veras, senor?
Se volvio hacia la puerta y Steiner pregunto:
– ?Ha regresado ya el teniente Benson?
– Tiene permiso hasta medianoche, senor, pero si le conozco bien diria que aparecera esta misma tarde. Ya sabe como son estos oficiales jovenes. Muy cumplidores. Andan a la busqueda de ese segundo galon sobre sus hombreras.
Salio y el cerrojo se corrio con un sonido metalico. Steiner regreso a su asiento, junto a la ventana, a la espera del mediodia, como habia hecho la manana anterior, tomando te y tratando de esperar con paciencia.
Volvia a llover y sobre la ciudad se extendia un manto de niebla, tan densa que apenas si podia distinguir ya la otra orilla del rio. Un mercante muy grande bajaba de los muelles de Londres, seguido por una hilera de gabarras. Los contemplo durante un rato, preguntandose a donde se dirigiria. Fue entonces cuando vio a la muchacha, justo como se la habia descrito Devlin, con una boina negra y un impermeable destartalado.
Mary camino cojeando sobre la calzada, con el cuello del impermeable subido y las manos bien metidas en los bolsillos. Se detuvo ante la entrada que conducia a la pequena playa y se apoyo contra la pared, contemplando los barcos que avanzaban sobre el rio. No miro hacia el priorato en ningun momento. Devlin habia sido muy explicito en cuanto a eso. Se limito a quedarse alli, observando el rio durante diez minutos. Luego se dio media vuelta y se alejo.
Steiner percibio una gran excitacion y tuvo que sujetarse a los barrotes de la ventana para no perder el equilibrio. En ese momento se abrio la puerta tras el y reaparecio el cabo.
– Si ha terminado ya, mi coronel, le retirare la bandeja.
– Si, ya he terminado, gracias. -El policia militar tomo la bandeja y se volvio hacia la puerta-. Ah, no se quien estara de servicio esta tarde, pero quisiera bajar a confesarme -dijo Steiner.
– Muy bien, senor. Tomare nota de ello. A las ocho, como la otra vez.
Salio y cerro la puerta. Steiner se quedo escuchando el sonido producido por sus botas al alejarse por el pasillo. Luego se volvio hacia la ventana y se sujeto de nuevo a los barrotes.