Devlin tomo la bolsa de herramientas y la linterna.
– Esta bien, pongamonos en marcha -dijo desembarcando por la borda.
El agua del tunel era mas profunda de lo que habia sido la vez anterior, y en un punto les llego a la altura del pecho, pero siguieron vadeando y llegaron a la reja en muy pocos minutos.
– ?Estas seguro de lo que vas a hacer? -pregunto Ryan.
– Michael, me dijiste que en tu opinion esto saldria con facilidad. ?No te parece que yo quedaria como un estupido si llegara manana por la noche a sacar a Steiner y me encontrara con que esa condenada reja no quiere salir?
– Esta bien, vamos a verlo -dijo Ryan.
– Y nada de ruidos. No quiero que alguien que pueda estar arrodillado ahi arriba, en la capilla, empiece a preguntarse que esta sucediendo aqui abajo.
Y eso fue precisamente lo que dificulto la operacion mas de lo que habia previsto en un principio. La lenta y cuidadosa presion y forcejeo ejercidos entre los ladrillos de la obra de mamposteria se tomo su tiempo. A veces, varios ladrillos caian al mismo tiempo, pero otras resultaba mas dificil desprenderlos para liberar la reja. Tardaron media hora en terminar el trabajo en uno de los lados.
Despues de quince minutos mas de trabajo en el otro lado, Ryan admitio:
– Tenias razon, esta condenada reja esta bien fija.
Tiro de la reja, con un movimiento enojado, y esta se le vino encima. Devlin lo sujeto por un brazo y tiro de el hacia atras, apartandolo de en medio, al mismo tiempo que, con la otra mano, contenia la caida de la reja, haciendola descender con suavidad.
Tomo la linterna e ilumino el interior de la cripta. Luego se la tendio a Ryan.
– Sostenla mientra yo echo un vistazo dentro.
– Lleva cuidado de donde pones los pies ahora.
Devlin penetro por el hueco y vadeo hacia el interior. Alli, el agua le llegaba ahora hasta los sobacos y cubria las tapas de piedra de las tumbas. Avanzo con cuidado hasta los escalones y empezo a subirlos. Una rata se escabullo a su lado y se sumergio en el agua. Se detuvo en el escalon superior. Luego, con mucha suavidad, giro la manija.
Escucho el mas leve de los crujidos y la puerta se abrio un poco. Pudo ver el altar, con la Virgen al otro lado, flotando en la luz de las velas. Asomo mas la cabeza y miro con precaucion. La capilla estaba desierta. En ese momento, se abrio la puerta exterior y entro una monja. Muy despacio, Devlin cerro la puerta y volvio a bajar los escalones.
– Perfecto -le dijo a Ryan al salir por el hueco-. Y ahora salgamos de aqui.
En la base de la Luftwaffe, Schellenberg dio ordenes para que repostaran el Stork, pusieran a su disposicion el Mercedes y el chofer del comandante de la base, y emprendio el camino hacia Wewelsburg, acompanado por Asa. Empezo a nevar y, al aproximarse, pudieron contemplar Wewelsburg con toda claridad, con luces en las ventanas y sobre la puerta principal, con un total desprecio en cuanto a las normas de iluminacion nocturna contra los ataques aereos.
Asa levanto la mirada, admirando el castillo y sus torres bajo la nieve que habia empezado a caer.
– ?Dios mio! -exclamo con respeto-. Esto es increible.
– Lo se. -Schellenberg se inclino hacia delante y cerro la division de cristal que los separaba del conductor de la Luftwaffe, para que este no pudiera escuchar lo que dijeran-. Parece el escenario de una pelicula. En la actualidad, es un retiro personal para el
– Pero ?que hacen aqui?
– El
– Y supongo que usted no es uno de ellos, ?verdad?
– Definitivamente, no. No, hay que ser un verdadero lunatico para admitir el participar en esa clase de juegos. Tienen un salon monumental, con una esvastica en el techo, y un pozo en el que seran incinerados los restos de estos seres especiales. Hay doce pedestales y urnas a la espera de las cenizas.
– ?Tiene que estar bromeando! -exclamo Asa.
– No, lo que le digo es cierto. Se lo mostrare si se nos presenta una oportunidad. -Schellenberg se echo a reir y sacudio la cabeza-. Y son personas como estas las que manejan el destino de millones de seres.
Se identificaron en el salon de entrada y dejaron sus abrigos y gorras con el sargento de guardia, que comprobo su registro.
– Si, general Schellenberg, el
– No hay necesidad. Conozco el camino. Asa siguio a Schellenberg a traves del salon de entrada. Giraron por un pasillo y comento:
– Tiene usted razon. Este lugar deja chiquito a Louis B. Mayer.
– Disponemos de quince minutos de tiempo -dijo Schellenberg mirando su reloj-. Venga, le mostrare esa sala monumental de la que le hable. Esta por aqui. Creo recordar que hay una pequena galeria que conduce hasta ella. Si, aqui esta.
Habia, quiza, una docena de escalones que subian hasta una puerta de roble. Esta se abrio con facilidad e inmediatamente pudo escuchar unas voces. Se detuvo, frunciendo el ceno. Luego se volvio hacia Asa llevandose un dedo a los labios. Despues, abrio mas la puerta, con mucho cuidado, y pasaron al otro lado.
La sala circular era un lugar lleno de sombras, y solo estaba debilmente iluminada. Asa pudo observar los pedestales y las urnas descritas por Schellenberg, con el pozo justo por debajo de la esvastica del techo. Pero lo que le parecio mas interesante fue ver la gente que estaba presente. Rossman, el ayudante de Himmler, estaba de pie a un lado, esperando. El
– Le he traido aqui, Berger, a este lugar sagrado, antes de que salga para cumplir lo que solo puedo describir como su mision sagrada.
– Es un honor,
– Y ahora veamos los detalles. A las seis de la tarde de manana acudira a recibir el avion del Fuhrer, que aterrizara en la base de la Luftwaffe en Cherburgo. Yo estare con el. Nos escoltara usted al
– ?Y cuando tengo que entrar en accion,
– En realidad, eso no importa -contesto Himmler encogiendose de hombros-. Supongo que sera un buen momento cuando termine el desayuno. ?De cuantos hombres dispondra en la guardia?
– De treinta.
– Bien. Eso deberia ser suficiente.
– Elegidos personalmente,
– Bien… Cuantos menos sean, tanto mejor. Los que estamos implicados en esto formamos una hermandad especial, pues hay algunos que no estarian de acuerdo con lo que intentamos hacer.
– Como usted diga,
– El general Schellenberg, por ejemplo, pero ese es mas listo que el proverbial zorro. Esa es la razon por la que he querido tenerle ocupado con otra cosa durante estas ultimas semanas. Por eso le encargue esa ridicula mision con la que entretenerse. Resulta que, gracias a nuestros servicios de inteligencia, se que ese agente que trabaja para nosotros en Londres, ese Vargas, tambien trabaja para los britanicos. Pero es algo que no le diremos a Schellenberg, ?verdad, Rossman?
– No,
– Asi pues, podemos deducir que ese irlandes, ese tal Devlin, no durara alli mucho tiempo.
– No podria sentirme mas contento por ello,
– Podriamos haber ganado esta guerra en Dunkerque, Berger, si el Fuhrer hubiera permitido que los