– Me dijeron dos cosas. Que el general Walter Schellenberg estaba encargado de organizar mi huida y que esperaban que el le utilizara a usted. Le estan esperando, confiando en echarle el guante.

– Si, pero he dejado que la inteligencia britanica maneje el asunto como ellos querian. Vargas sigue recibiendo mensajes pidiendo mas informacion. Pensaran que yo continuo en Berlin.

– ?Buen Dios! -exclamo Steiner.

– ?Cuantos policias militares le han escoltado hasta aqui abajo?

– Dos. Habitualmente, Benson es uno de ellos, pero ahora esta de permiso.

– Correcto. Voy a sacarle de aqui dentro de los proximos dos o tres dias. Saldremos por la cripta. Esta todo bastante bien organizado. Habra una lancha motora esperandonos en el rio. Despues, haremos un viaje de un par de horas hasta un lugar donde seremos recogidos por un avion que nos llevara a Francia.

– Comprendo. Todo organizado hasta el ultimo detalle, como la operacion Aguila, pero recuerde como termino eso.

– Ah, si, pero esta vez soy yo quien esta al mando -dijo Devlin con una sonrisa-. La noche en que nos larguemos, bajara usted a confesarse, como ha hecho esta noche. A la hora habitual.

– ?Como lo sabre?

– Desde su ventana se observa una buena vista, incluyendo los escalones que conducen a la pequena playa del Tamesis, ?lo recuerda?

– Ah, si.

– El dia que decidamos marcharnos habra una muchacha joven de pie junto al muro, en el mas alto de esos escalones. Llevara una boina negra y un viejo impermeable. Estara alli exactamente al mediodia, asi que a esa hora vigile cada dia el lugar. Ademas, esa muchacha cojea de modo muy pronunciado, coronel. No podra equivocarse.

– De modo que, si la veo, ?quiere decir que huiremos esa misma noche? -pregunto Steiner con vacilacion-. ?Y los policias militares?

– No son mas que un detalle a tener en cuenta -contesto Devlin-, Confie en mi. Y ahora rece tres avemarias y dos padrenuestros y ya puede marcharse.

Apago la luz. La puerta se abrio, se escucho un murmullo de voces y el sonido de las botas que se alejaban; se abrio la puerta de la capilla y luego volvio a cerrarse.

Devlin salio del confesionario y avanzo hasta el altar.

– Que Dios me perdone -murmuro.

Comprobo que el cerrojo de la puerta que daba a la cripta seguia abierto y luego entro en la sacristia, se puso la trinchera militar y se marcho.

Ryan permanecio en la puerta, mientras Devlin se cambiaba con rapidez, quitandose el uniforme y poniendose unos pantalones oscuros y un sueter. Se levanto la pernera derecha del pantalon y se ato la tobillera, cubriendola en parte con el calcetin. Introdujo la Smith Wesson del 38 y se bajo la pernera del pantalon.

– Por si acaso -dijo.

Tomo la vieja chaqueta de cuero que Ryan le habia prestado y se la puso. Luego abrio la maleta, tomo un paquete de billetes de cinco libras y se lo metio en el bolsillo interior.

Bajaron la escalera y encontraron a Mary sentada ante la mesa de la cocina, leyendo.

– ?Queda algo de te? -pregunto Devlin.

– Creo que aun queda un poco. ?Nos vamos ya? -pregunto ella sirviendo el te en una taza.

El abrio el cajon de la mesa de la cocina, saco la Luger, la comprobo y se la guardo en el bolsillo interior de la chaqueta.

Tu no vas a ir a ninguna parte esta vez, muchacha -le dijo, tomando el te.

Ella hizo ademan de protestar, pero su tio sacudio la cabeza.

– Tiene razon, muchacha. Puede que las cosas se pongan feas. Sera mejor que no te metas en esto.

Ella les miro, desconsolada, mientras ellos bajaban los escalones hasta el embarcadero, subian a la lancha y se preparaban para alejarse.

Mientras Ryan ponia el motor en marcha, Devlin entro en la pequena caseta y encendio un cigarrillo protegiendo la llama con las manos.

– Y lo mismo hay que decir en cuanto a ti, Michael. No te metas en esto. Mis asuntos no son los tuyos.

Jacky Eric Carver llegaron al muelle Black Lion a las nueve cuarenta y cinco, en una limusina Humber, conducida por George. El muelle estaba casi completamente a oscuras, a excepcion de la luz sobre las puertas principales de entrada al almacen, debidamente protegida por una pantalla, tal como estipulaban las regulaciones sobre el encendido de luces para evitar ser detectadas desde el aire. El cartel que habia en el almacen decia: «Hermanos Carver, Exportacion e Importacion». Jack Carver se lo quedo mirando con satisfaccion una vez hubo salido del coche.

– Eso esta muy bien. El que preparo ese cartel hizo un buen trabajo.

Estaba todo muy tranquilo y los unicos sonidos que se escuchaban eran los producidos por los barcos que pasaban por el rio. Eric le siguio, y George se dirigio cojeando al maletero del coche, lo abrio y saco el aparato de radio en una caja de madera pintada de color verde oliva.

Carver se volvio hacia su hermano.

– Muy bien, Eric, entremos.

Eric abrio con llave la puerta pequena de la gran puerta de entrada al almacen, entro y encendio la luz. Su hermano y George le siguieron. El almacen estaba Heno de cajas de todo tipo. Habia una mesa en el centro, y un par de sillas, utilizadas evidentemente por un empleado encargado del control de los embarques.

– Bien, dejalo sobre la mesa. -George hizo lo que se le pedia y Carver pregunto-: ?Has traido la artilleria?

George se saco del bolsillo una Walther PPK, extrajo del otro bolsillo un silenciador y lo enrosco en el canon.

– Mira eso, Eric -dijo Carver encendiendo un puro-. Es condenadamente maravilloso. Suena como si se destapara una botella.

– Espero con impaciencia a que llegue ese bastardo -dijo Eric.

Pero Devlin ya llevaba algun tiempo alli dentro, y estaba oculto entre las sombras del fondo: habia entrado en el edificio por una de las ventanas superiores. Observo a George situandose en una posicion por detras de un monton de cajas, mientras los hermanos Carver se sentaban ante la mesa. Luego, se volvio y salio sin hacer ruido por el mismo lugar por donde habia entrado.

Un par de minutos mas tarde se acerco a la puerta principal, silbando alegremente, abrio la puerta pequena y entro en el almacen.

– Que Dios proteja a todos los que esten aqui -dijo, acercandose a la mesa-, ?Lo ha conseguido, senor Carver?

– Ya le dije que podia conseguir cualquier cosa. Y, a proposito, anoche no me dijo usted su nombre.

– Churchill -contesto Devlin-. Winston.

– Muy gracioso.

Devlin abrio la caja. Dentro estaba la radio, con auriculares, transmisor de Morse, antenas y todo lo demas. Parecia completamente nueva. Volvio a cerrar la tapa.

– ?Satisfecho? -pregunto Carver.

– Oh, si.

– En tal caso, ponga el dinero sobre la mesa.

Devlin se saco las mil libras del bolsillo y se las entrego.

– Haciendose el duro, ?eh, senor Carver?

– Las cosas ya son bastante duras -dijo Carver dejando caer el dinero sobre la mesa-. Claro que ahora tenemos que abordar la otra cuestion.

– ?De que cuestion se trata?

– La forma insultante en que trato a mi hermano y las amenazas que me dirigio, con eso del IRA. y de dar aviso a la rama especial. Eso es algo que no puedo tolerar. Tengo una reputacion que cuidar. Necesita usted un buen castigo, amigo mio. -Arrojo el humo del puro hacia la cara de Devlin-. George.

George se movio con rapidez, sobre todo teniendo en cuenta la rodilla estropeada, y en un segundo tuvo colocada la Walther en la nuca de Devlin. Eric le registro los bolsillos de la chaqueta y saco la Luger.

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