cargas que llevan una capa metalica llena de clavos en el centro, y que son capaces de diezmar una Compania entera.
– Aparentemente, un pequeno recuerdo para nosotros -dijo
– ?Como lo habeis sabido?
– La joven nos lo ha dicho, sargento.
– ?Por que ha delatado a sus compatriotas? -pregunto
– Sin duda, porque no les quiere -replico secamente el legionario.
– Es posible, camarada. Pueden haber muchos motivos para que alguien se convierta en soplon.
– Si sus colegas se enteran de esto, la ahorcaran – declaro
– Ese cretino se me ha escapado. Estos malditos abetos pueden ocultar un regimiento entero. Pero tengo su «Nagan», y creo que le he metido una bala en el trasero.
– Pistola de comisario. Hemos estado a punto de ser enviados al cielo. Gracias a Dios por habernos enviado a esa pequena soplona.
– Estoy seguro de que el buen Dios lo olvidara cuando Ivan le ponga la mano encima.
– Esto no nos incumbe -dijo
Stege movio la cabeza.
– Desde luego, Schiller tenia razon.
– ?Schiller? -pregunto Porta-. ?Que diablos tiene que ver Schiller con esto? Esta muerto, ?no?
– «El enemigo aprecia la traicion, pero desprecia al traidor» -recito Stege.
– Tu sabiduria me la meto donde yo se – rezongo
E hizo restallar su lazo.
– Si hubieses visto como le ha asomado la lengua cuando he apretado el lazo… No ha dicho ni una palabra. Ha estado a punto de enfriarme, pero yo he sido el mas fuerte. Contra este hilo no tienen nada que hacer.
– Ya has estrangulado a bastantes -dijo
Heide pregunto:
– ?Que te gusta mas: violar a las mujeres o estrangular a los hombres?
– Cada cosa tiene su encanto – replico
– Quisiera saber como has podido llegar a este punto -dijo
– Pues no lo se -contesto Hermanito-. En aquel maldito colegio ya sabeis, decian que eso de ir con las mujeres era un pecado y que estaba prohibido. Supongo que si no lo hubiesen prohibido, no hubieramos deseado tanto hacerlo. Y cuando se ha probado dos o tres veces echar una cana al aire sin permiso, se convierte en una costumbre.
Stege murmuro algo entre dientes.
– Entonces, uno inventa sus propios metodos para liquidar -prosiguio Hermanito-. Algunos prefieren el cuchillo, como
– ?Que porqueria de guerra! -dijo Stege, suspirando apesadumbrado.
Entramos en las viviendas de la granja. Los paisanos se peleaban alrededor de la mesa. Ni siquiera nuestra entrada les detuvo.
– ?Ramera, puerca! -vocifero un viejo, acusador, escupiendo a la cara de la joven.
– Consejo de guerra privado -murmuro
El bebe lloraba.
La muchacha se precipito hacia
– ?Zorra! -gruno el viejecillo-. Matare a tu bastardo.
El bebe se puso a llorar con mas fuerza, como si hubiera comprendido la amenaza. Estaba abandonado en una silla, junto a la pared. Todo el mundo se mantenia apartado, como si tuviera lepra.
– Mi novio, el
– Los NKVD vienen -exclamo el viejo furioso-, y tendras una cuerda alrededor del cuello. Con tus denuncias, has asesinado al teniente Vlego. Y tambien eres culpable de la muerte del capitan Beschow.
– ?Quien es usted? -pregunto
– ?Vete al diablo…! -vocifero el otro.
– Locura nacional -declaro
– ?Lo estrangulo? -propuso
– Tu, estate tranquilo -replico
– Terminemos con toda la banda -propuso Heide-, y marchemonos.
– En mi opinion, lo que deberiamos hacer es cargamos a todos los fulanos y llevarnos a todas las gachis -dijo
– Soy yo quien da aqui las ordenes -gruno, energico,
– ?Todos son partisanos! -grito la muchacha-. Liquidelos,
Un silencio siniestro reino en la habitacion.