mover el culo, o me busco otro coordinador? ?Que vienes? Estupendo.

Richardson colgo y miro en torno buscando a su mujer. Joan estaba inclinada sobre una vitrina cerca de las escaleras, observando una maqueta de la sede de la Yu Corporation, cuya construccion real estaba a punto de terminarse en la plaza de Hope Street.

– Voy a quedarme aqui un rato, carino -le dijo, alzando la voz-. Esperame arriba, ?vale?

– Vale, cielo. -Joan sonrio y, recorriendo el estudio con la mirada, se despidio-: Buenas noches a todos.

Hubo alguno que le devolvio el saludo. Los otros estaban demasiado cansados, incluso para sonrisas corteses. Ademas, sabian que Joan era tan odiosa como su marido. O peor. Al menos, el tenia talento. Los proyectistas mas antiguos recordaban cuando ella, en un arrebato de colera, habia arrojado un aparato de fax a traves de un ventanal.

Ray Richardson volvio a concentrarse en el monitor y, pulsando de nuevo el raton, transformo la imagen en un diseno de tres dimensiones. El dibujo presentaba un gigantesco semicirculo de unos doscientos metros de diametro, suavemente redondeado como el Royal Crescent de Bath y coronado por lo que parecian las alas desplegadas de un pajaro inmenso. Algunos criticos de arquitectura, europeos la mayoria, habian sugerido que eran las alas de un aguila, de un aguila nazi por mas senas. Por ese motivo ya habian calificado de «posnazi» el proyecto de Richardson.

El arquitecto desplazo verticalmente el raton sobre su alfombrilla, agrandando la imagen tridimensional. Ahora se veia que el edificio no se componia de una media luna, sino de dos, con un portico curvo que separaba las tiendas y oficinas de las salas de exposiciones. Eran los planos contractuales, que representaban los detalles acordados por los diversos consultores que participarian en la construccion del Kunstzentrum; y Richardson debia entregarlos al aparejador en Berlin. Tras entrar en el portico, el arquitecto obtuvo un primer plano del techo y pulso dos veces el raton, lo que hizo aparecer en la pantalla un diagrama detallado de uno de los tubos de acero provistos de memoria que sostenian los paneles de vidrio foto cromaticos.

– Pero ?que es esto? -dijo, frunciendo el ceno-. Mira, Allen, no has hecho lo que te encargue. Crei haberte dicho que dibujaras las dos opciones.

– Pero convinimos en que esta era la mejor solucion.

– Yo queria la otra tambien, por si acaso.

– ?Por si acaso que? No lo entiendo. O esta es la mejor solucion o no lo es.

Grabel empezo a hacer muecas de nuevo.

– Por si acaso cambiaba de opinion, por eso.

Richardson realizo una cruel pero perfecta imitacion del tic nervioso de su proyectista. Grabel se quito las gafas, se llevo las temblorosas manos a la cara sin afeitar y emitio un hondo suspiro, estirandose las mejillas hacia las orejas. Por un momento miro hacia lo alto, como pidiendo consejo al Todopoderoso. Al no recibirlo, se levanto, sacudio la cabeza despacio y se puso la chaqueta.

– ?Como te odio a veces, por Dios! -declaro-. No, no es cierto. Te odio constantemente. Eres como un perro callejero con cancer en el culo, ?sabes eso? Cualquier dia alguien te matara, y hara un gran favor a la humanidad. Yo lo haria con mucho gusto, pero tengo miedo de recibir demasiadas cartas de agradecimiento. ?Quieres ese dibujo? Pues hazlo tu mismo, egoista de mierda. Estoy hasta el gorro de ti.

– ?Que has dicho?

– Ya me has oido, gilipollas.

Grabel dio media vuelta y echo a andar hacia las escaleras.

– ?Donde cono vas?

– A casa.

Richardson se puso en pie y asintio amargamente.

– Si te vas ahora, no vuelvas. ?Me oyes?

– Me despido -declaro Grabel, que siguio andando-. Y no volveria ni aunque te estuvieras muriendo de soledad.

– ?A mi nadie me hace eso! -estallo Richardson-: Soy yo quien te despide. Te pongo de patitas en la calle, contorsionista de mierda. Y todos estos son testigos. ?Me oyes, Muecas? ?Estas despedido, capullo!

Sin volver la vista, Grabel hizo un corte de mangas y desaparecio escaleras abajo. Se oyo una carcajada y, con los punos apretados, Richardson lanzo una mirada colerica a su alrededor, dispuesto a despedir a cualquiera que no anduviese bien derecho.

– ?Que cono tiene tanta gracia? -solto-. ?Y donde esta ese puto cafe?

Aun temblando de rabia, Grabel recorrio la breve distancia que le separaba del Hotel St James Club, donde solia tomarse unas copas en el pianobar art deco mientras esperaba un taxi. Vodka con Cointreau y zumo de arandanos. Era lo que habia bebido seis meses atras cuando la policia lo detuvo por conducir borracho. Aunque tambien se habia metido dos rayas de cocaina, pero solo para estar en condiciones de llegar hasta casa. Y no se habria emborrachado si no hubiese trabajado tanto.

Sentia menos haberse despedido que haber perdido el carne de conducir. Aunque ojala no le hubiera llamado Muecas. Sabia que asi le llamaban a veces, pero hasta ahora nadie se lo habia llamado a la cara. Solo Richardson era capaz de esa cabronada.

La camarera del hotel, una actriz en paro llamada Mary, a veces se mostraba simpatica con el. Esa era casi toda la vida social que tenia Allen Grabel.

– Acabo de despedirme del trabajo -anuncio con orgullo-. Le he dicho a mi socio que se lo metiera por el culo.

– Bien hecho -comento ella, encogiendose de hombros.

– Hace mucho que queria hacerlo, supongo. Pero nunca me habia atrevido. Y ahora acabo de mandarlo a tomar por el culo. Si no, creo que le hubiera saltado la jodida tapa de los sesos.

– Algo me dice que has hecho lo que debias.

– Pues no se, ?entiendes? La verdad, no lo se. ?Pero vaya cabreo cogio, joder!

– Parece que has hecho una verdadera escena. La montaste buena, ?no?

– Y de que manera. Le deje bien cabreado.

– Ojala pudiera yo dejar este trabajo -dijo ella, pensativa.

– Ah, ya lo haras algun dia, Mary. Tenlo por seguro.

Pidio otra copa y vio que desaparecia aun con mayor rapidez que la primera. Cuando Mary le aviso de que ya habia llegado su taxi, se habia bebido cuatro o cinco, aunque estaba tan exaltado por lo ocurrido que el alcohol apenas parecia afectarle. Saco un par de billetes del clip donde llevaba el dinero y dio una generosa propina a la muchacha. No hacia falta, porque se habia sentado a la barra, pero le daba lastima. No todo el mundo podia permitirse el lujo de despedirse del trabajo, penso.

Cuando se marcho, Mary solto un suspiro de alivio. No era mala persona. Pero aquel tic le crispaba los nervios. Y no le gustaban los borrachos. Aunque fuesen simpaticos.

Fuera, Grabel dijo al taxista que le llevara a Pasadena. Pero cuando solo estaban a unas manzanas del centro, nada mas tomar la Hollywood Freeway en direccion sureste y a punto de girar al norte hacia Pasadena, de pronto se acordo de algo.

– ?Joder! -exclamo.

– ?Pasa algo?

– Pues si, mas bien. Me he dejado las llaves de casa en la oficina.

– ?Quiere que volvamos a buscarlas?

– Pare aqui, ?quiere? Tengo que pensar lo que voy a hacer.

Despues de una marcha tan espectacular, no podia presentarse en el estudio. Ray Richardson supondria que volvia con el rabo entre las piernas, para suplicarle que volviese a admitirle. Le encantaria cubrirle de ridiculo. A lo mejor volvia a llamarle Muecas. Y eso seria el colmo. El problema de hacer una escena era que a veces olvidabas pequenos detalles.

– ?Donde va a ser entonces, amigo?

Grabel miro por la ventanilla y se encontro con una silueta que le resultaba familiar. Estaban en Hope Street, cerca de la plaza y del edificio de la Yu Corporation. De pronto supo exactamente donde pasaria la noche.

– Aqui. Dejeme aqui.

– ?Esta seguro? -dijo el taxista-. Este sitio no es muy recomendable de noche.

– Completamente -repuso Grabel, preguntandose por que no lo habia pensado antes.

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