Desde la ventana, Adamsberg observo su furtiva salida. Buen viaje y buen concierto, capitan. Estaba mirando como se alejaba el coche cuando llamo Mordent.

– Siento el retraso, comisario. Nos ha caido encima todo un lio, un tipo que queria matar a su mujer y que, al mismo tiempo, nos llamaba. Hemos tenido que rodear el edificio.

– ?Danos?

– No, el tipo ha incrustado su primera bala en el piano y la segunda en su propio pie. Por fortuna, un verdadero zopenco.

– ?Noticias de Alsacia?

– Lo mejor sera que le lea el articulo, en la pagina ocho: «?El crimen de Schiltigheim cuestionado? Tras la investigacion llevada a cabo por la gendarmeria de Schiltigheim sobre el tragico asesinato de Elisabeth Wind, la noche del sabado 4 de octubre, el juez ordeno el arresto preventivo de B. Vetilleux. Sin embargo, segun nuestros informadores, B. Vetilleux habria sido sometido a un contrainterrogatorio por un alto comisario de Paris. El asesinato de la muchacha podria atribuirse, segun las mismas fuentes, a un asesino en serie que actua en el territorio nacional. La hipotesis ha sido formalmente rechazada por el comandante Trabelmann, encargado de la investigacion. Segun sus declaraciones, solo se trata de un mero rumor. El comandante ha querido reafirmar que el arresto de B. Vetilleux esta muy bien fundado». ?Es lo que usted buscaba, comisario?

– Exactamente. Conserve cuidadosamente el articulo. Y ya solo nos queda rezar para que Brezillon no lea las Nouvelles d'Alsace.

– ?Le convendria que el tal Vetilleux fuera absuelto?

– Si y no. Es duro dar paladas en la tierra.

– Bien -concluyo Mordent sin animo de seguir adelante-. Gracias por sus correos. Me parece interesante pero no muy seductor lo de esos cartones, punzones, medallones.

– Justin se siente muy comodo con ellos, Retancourt se adapta sin problemas, Voisenet les encuentra una pincelada sobrenaturalista. Froissy aguanta, Noel se impacienta, Estalere se asombra y Danglard se va de concierto.

– ?Y usted, comisario?

– ?Yo? A mi me llaman el «excavador de nubes». Guardeselo solo para usted, Mordent, como lo del articulo.

De Mordent, Adamsberg paso de inmediato a Noella, cuya creciente pasion le distraia, sin duda, del irritante descubrimiento de Montreal. La muchacha, muy decidida, habia resuelto pronto el problema del lugar de sus encuentros. Se encontraban en la piedra Champlain y luego, despues de caminar un cuarto de hora por la carretera, llegaban a la tienda de alquiler de bicis, donde una de las ventanas de guillotina cerraba mal. La muchacha llevaba en su mochila todo lo que consideraba necesario para su supervivencia, es decir, bocadillos, bebidas y colchon de acampada. Adamsberg se separaba de ella hacia las once de la noche, y regresaba por el sendero de paso del que conocia, ahora, cada desnivel. Pasaba por delante de la obra, hacia una senal al vigilante y saludaba al rio Outaouais antes de irse a dormir.

Trabajo, rio, bosques y muchacha. En el fondo, podria tomar las cosas por el lado bueno. Dejar que el nuevo padre navegara a lo lejos y, por lo que se refiere al Tridente, repetirse las palabras de Sanscartier: «Tienes huevos y vas por buen camino». Queria creer a Sanscartier aunque, segun las alusiones de Portelance y Ladouceur, no parecia el mas estimado del grupo por su ingenio.

Una ligera sombra en el cuadro, esta noche, con Noella. Un corto dialogo, que por fortuna corto en seco.

– Llevame contigo -habia dicho la muchacha, tendida en el colchon de acampada.

– No puedo, estoy casado -habia respondido instintivamente Adamsberg.

– Mientes.

Adamsberg la habia besado para que las palabras cesaran.

XXIV

Las jornadas en pareja con Ginette Saint-Preux fluyeron facilmente, a pesar de la creciente complejidad del cursillo, que habia obligado a Adamsberg a tomar notas al dictado de su companera. «Paso por la camara de amplificacion, produccion de copias de la muestra por aparato de ciclaje termico.»

– Bueno, Ginette, como quieras.

Pero Ginette, tan parlanchina como tenaz, advertia la vaga mirada de Adamsberg y volvia a la carga.

– No seas mula, no es tan duro de entender. Imagina una fotocopiadora molecular que produce miles de millones de ejemplares de objetivos. ?Correcto?

– Correcto -repetia maquinalmente Adamsberg.

– Los productos de amplificacion se marcan con un indicador fluorescente que facilita la deteccion ante el barrido por laser. ?Lo comprendes ahora mejor?

– Lo comprendo todo, Ginette. Trabaja, te estoy mirando.

Noella le esperaba el jueves al anochecer, plantada en su bici, con el rostro sonriente y resuelto. Despues de extender el colchon en el suelo de la tienda, se tendio en el apoyandose en un codo y alargo el brazo hacia su mochila.

– La nena tiene una sorpresa para ti -dijo sacando un sobre.

La muchacha lo agitaba ante sus ojos, riendo. Adamsberg se habia incorporado, desconfiado.

– Ha conseguido una plaza en el mismo vuelo que tu, el martes que viene.

– ?Regresas a Paris? ?Ya?

– Regreso a tu casa.

– Noella, estoy casado.

– Mientes.

La beso de nuevo, mas inquieto que la primera vez.

XXV

Adamsberg se demoro conversando con la ardilla de guardia de la GRC, retrasando un poco la jornada que le esperaba con Mitch Portelance. Aquel dia, la ardilla habia reclutado a un pequeno camarada, que le distraia con frecuencia de su laborioso deber. Lo que no ocurria con el seco Portelance, un cientifico de altos vuelos que habia entrado en la genetica como si hiciera sus votos, dedicando todo su amor a las briznas de acido desoxirribonucleico. A diferencia de Ginette, el inspector era incapaz de entender que Adamsberg no pudiese seguir sus explicaciones, menos aun que no las asimilara con pasion, y exponia los datos a paso de carga. Adamsberg anotaba en su cuaderno, tomando algun retazo de aqui y de alla de aquel ferviente discurso. «Depositar cada muestra en un peine poroso… Introducir en un secuenciador…»

?Peine poroso?, escribia Adamsberg.

«Transferencia del ADN a un gel separador con la ayuda de un campo electrico.»

?Gel separador?

– ?Y cuidado! -lanzo Portelance-. Empieza entonces una carrera de moleculas en la que los fragmentos de ADN atraviesan el gel para alcanzar la linea de llegada.

– Ah, caramba.

– A saber, un detector que descubre los fragmentos a medida que van saliendo del secuenciador, uno a uno, por orden creciente de longitud.

– Pasmoso -dijo Adamsberg dibujando una gran hormiga reina perseguida por un centenar de machos alados.

– ?Que estas dibujando? -se interrumpio Portelance, contrariado.

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